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Gente UdeA Cultura

Amparo, retrato del malestar social en Colombia

28/04/2022
Por: Natalia Piedrahita Tamayo- Periodista

Amparo, ópera prima del director Simón Mesa Soto, egresado de la UdeA, fue una de las siete películas estrenadas en la Semana de la Crítica del Festival de Cannes 2021. Los personajes de esta producción, que se estrena este 28 de abril de 2022 en los cines colombianos, retratan algunas de las causas del malestar social y de las movilizaciones ciudadanas que se han dado en Colombia en los últimos años.

Simón Mesa Soto es egresado del programa de Comunicación Audiovisual en la Universidad de Antioquia y del Máster en Dirección de Cine de la Escuela de Cine de Londres. Actualmente se desempeña como docente y realizador audiovisual. Amparo, su ópera prima, fue seleccionada en la muestra de la Semana de la Crítica del Festival de Cannes 2021. Fotografía: cortesía Carolina García.

Este artículo fue publicado originalmente el 16 de septiembre de 2021. 

Las producciones audiovisuales del realizador antioqueño Simón Mesa Soto son una simbiosis de experiencias propias y ajenas y, aunque para llegar a ellas ha escarbado hondamente en la realidad, se reconoce como un relator de ficciones. En el Festival de Cannes han sido reconocidos tres de sus trabajos: los cortometrajes Leidi (2014), que ganó la Palma de Oro, y Madre (2016), que hizo parte de la selección oficial; y este año se presentó su primer largometraje, Amparo (2021), la historia de una mujer que, a contrarreloj, trata de proteger a su hijo de ser reclutado por el ejército colombiano.

Esta película, coproducida por Alemania, Catar y Suecia, tiene un equipo de realización de Medellín, Bogotá y Cali. Fue rodada principalmente en el barrio Castilla, el Centro de la ciudad y en el municipio de Itagüí. Su trama evidencia la influencia de esta geografía y los personajes propios de ella en los planteamientos cinematográficos de Simón, quien, en esta ocasión, habló de lo que subyace al proceso de producción, de su actividad como docente, de la búsqueda que ha marcado el contenido de sus narraciones, entre otros temas.

¿Cómo fue el proceso de producción de Amparo, su película más reciente?

Al volver a Colombia alterné la actividad docente con la realización de Amparo. Había finalizado el corto Madre y estaba dándole vueltas a ideas de guiones con la idea de hacer la transición de corto a largometraje. En 2016 me presenté por primera vez al Fondo para el Desarrollo Cinematográfico —FDC—, pero no gané y en Colombia un proyecto no existe si no gana este fondo, es decir, hacerlo sin ese aval es trabajar en condiciones precarias, lo cual no tiene nada que ver con la calidad, pero es muy difícil. En 2017 me volví a presentar y gané. Así conseguimos una parte, entonces me tomé el 2018 para reescribir y buscar más financiación y coproducciones fuera del país para cubrir el presupuesto total: a finales de 2019 rodamos la película. Decidí crear una productora de cine, Ocúltimo, con mi amigo Juan Sarmiento, el fotógrafo de la película. En 2020 fue un año imposible para el cine, entonces, aunque estaba casi lista, no era viable o rentable sacarla, así que esperamos un año a que las condiciones mejoraran.

Dice que la labor como docente es lo que le permite llevar las cosas, ¿qué tanto la realización audiovisual es apoyada hoy en Colombia?

Apoyos se tienen y cada vez son más, pero estar frente a una película tiene unas exigencias muy grandes, que implican invertir mucho tiempo sin pensar en la remuneración económica. En labores técnicas como la fotografía, el arte y el sonido, existe mayor rentabilidad porque son labores complejas, pero que tiene campos de trabajo en proyectos; en la producción es mucho más difícil porque hay que montar una empresa y conocer todas las aristas que tiene ser un empresario, cuando realmente eres un realizador de cine. Cuando uno hace el análisis de cuánto tiempo le trabajó a una película en relación con los gastos e ingresos, uno es la persona que menos ganó en ella; es como montar una empresa en la que no te pagas nada hasta que no está a flote. Pienso en que hacer cine en Colombia puede ser similar a la experiencia de una familia campesina hace doscientos años buscando dónde cultivar, tratando de entender cómo logra lo mejor con el cultivo, es un camino de mucha exploración y paciencia. Esta es mi primera película como productor y ha sido un gran aprendizaje en esta materia y en distribución.

Una historia que retrata a Colombia en 1998. Cortesía: Ocúltimo/ Juan Sarmiento. 

La mujer es un tema recurrente en sus películas, ¿por qué?

No siempre es intencionado, pero es un gusto intuitivo. Alcanzo a encontrar puntos donde veo por qué, creo que mi mamá tiene mucha relevancia en ello. Soy hijo de una madre soltera a la que vi luchando por sacar adelante a tres hijos. Pero creo que esto hace parte de un ciclo, es un interés, pero nunca me dije «haré esto». Me he interesado en personajes femeninos, pero al ver mi compendio de historias lo veo como un ciclo, no como un único camino.

¿Cómo ha llegado a las actrices que han estado en sus obras?

En Leidi fue empírico, porque fue un proyecto académico que se hizo con amigos con bajo presupuesto: íbamos a reuniones de Buen Comienzo a las que asistían muchas madres jóvenes, las escuchábamos y les contábamos sobre la idea y el guion. En Madre fue una búsqueda más profesional, hubo un equipo de audición de tres personas dedicadas a buscar en diferentes instituciones, ya que era una temática más compleja, la pornografía, entonces ese camino nos planteó muchas preguntas sobre cómo abordar esas institucionalidades. Cada proyecto ha tenido exigencias diferentes, cuando estoy en el proceso de investigación y escucho los testimonios descubro que tengo muchos impedimentos para acercarme a estos temas, incluso siendo para un proyecto del cine. Para uno contar una historia tiene que acercarse mucho a ella y sumergirse en las bases reales de la complejidad de la historia.

¿Cómo encontraron a la actriz de su más reciente película?

En Amparo llegamos a Sandra Melissa Torres, la actriz principal, por un casting dirigido por John Bedoya y coordinado por Catalina Arroyave, con un pequeño ejército de asistentes. Más allá de la cuestión meramente actoral, observo el desempeño de actrices y no actrices antes de tomar la decisión. Sandra salió de Enciso, arriba de Caicedo, fue una decisión concienzuda, de hecho, tuvimos cinco potenciales Amparos, todas muy diferentes estética y estilísticamente. Fue una decisión difícil. Ella ganó el premio a Mejor actriz en la Semana de la Crítica en Cannes, fue una interpretación muy fuerte, así que recibimos muy bien este reconocimiento.

¿Cuál es la delgada línea que marca la realidad y la ficción en su obra?

Sabiendo que estoy en el mundo de las ficciones, siempre me ha interesado acercarme al documental, ver un naturalismo en los personajes, pero cuando uno escribe un guion está de todos modos ficcionando. La base real de los personajes es una investigación casi periodística, la audición hace que los actores sientan al personaje en una realidad. Empecé a escribir esta película a partir de experiencias que viví a través de mi madre, pero a medida que avanzaba en el proceso, me alejé de ello y entré en vivencias que no tenían nada que ver con lo personal. Las batidas —reclutamiento forzoso de civiles al Ejército—, el pago de la libreta militar o la decisión de dejar ir a un hijo a la guerra son situaciones que me hicieron ver otras posibilidades. Esta producción es una simbiosis de cosas propias y ajenas y, aunque se basa en la realidad, se construyó una ficción.

Desde su sensibilidad como director de cine, ¿cómo nutre el estallido social que se está dando en Colombia?

Esta es una película política. Aunque no la realizamos pensando en que iba a salir en medio del malestar social que estamos viviendo, tiene mucha conexión con ello. Surge de un contexto relacionado con el ejército y con un personaje femenino vulnerable, lo cual hace que la película dialogue con ese malestar que llevamos acumulado por tantos años, Amparo hace parte de las causas que lo originan. Ese diálogo se da desde esta película. Me pregunto mucho cómo desde el cine o el arte se pueden generar herramientas de transformación. Es una pregunta compleja y permanente. Esta producción hace parte de ese despertar social que abona ese camino en el que falta mucho para transformar nuestra sociedad.

¿Qué sigue ahora para su productora Ocúltimo?

Esta empresa que creamos para aplicar al Fondo Cinematográfico nos permitió ver que somos capaces de gerenciar una película, eso es muy importante. No soy un productor, es decir, no me dedico exclusivamente a ello. Digamos que cada cual encuentra cómo le funciona a uno hacer cine, sin embargo, me gusta ser el dueño de mis productos porque me permite tomar decisiones creativas sobre ellos, lo cual se traduce en autonomía. Además, con esta productora también podemos apoyar proyectos y sueños de otras personas.

¿Haber pasado por la Universidad de Antioquia marcó su interés por la producción audiovisual?

Estudié Comunicación Audiovisual y Multimedial en la Facultad de Comunicaciones y Filología, fui de las primeras generaciones que entraron a la carrera. En ese momento, a través de amigos y profesores, descubrí el cine y comencé a hacer cortos: afortunada o desafortunadamente me apasioné de manera inevitable por el cine. Luego me fui a Inglaterra y realicé una maestría en Cine en la Escuela de Cine de Londres, Inglaterra. Allí exploré el formato de los cortometrajes; luego volví a Colombia, donde he estado trabajando como profesor en Bogotá y Medellín. Fui docente de camarografía en un convenio sobre técnicas de realización audiovisual del Sena y la Universidad, y profesor de montaje y dirección de cine en la carrera de Comunicación Audiovisual.

Otro realizador de la UdeA destacado

La película La Roya de Juan Sebastián Mesa, también egresado del pregrado de Comunicación Audiovisual de la Facultad de Comunicaciones, fue seleccionado para competir en la categoría Nuevos directores, en el Festival Internacional de Cine de San Sebastián, en septiembre de 2021.

Esta es una historia que se desarrolla en el suroeste antioqueño y retrata un retorno a las montañas y la confluencia de los mundos rural y urbano.  Con su equipo de Monociclo Cine habían logrado otros reconocimientos internacionales como el premio Circolo del Cinema di Verona, en 2016, por el cortometraje Los Nadie.

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