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Academia Sociedad

Las conquistas de los raros

05/02/2020
Por: Natalia Piedrahita Tamayo- Periodista

Hasta los años ochenta ser homosexual era considerado en Colombia un delito. En su libro Raros, Guillermo Correa Montoya, profesor e investigador de la Universidad de Antioquia, hace un interesante trazo sobre la historia cultural de las luchas y conquistas de los homosexuales en el país.

Programa #VocesAlmaMater con Guillermo Correa - profesor e investigador, autor de libro «raros». Transmitido el 25 de febrero de 2020.

En Medellín, una ciudad para entonces regulada moralmente por los mandatos de la iglesia, declararse diferente hace apenas unas cuatro décadas era confesarse culpable. Culpable de no estar en el canon. Culpable de no pertenecer a lo «normal». Declararse culpable, incluso, de los errores que no eran propios, porque ser «raro» era cargar con la culpa de los prejuicios de otros.

«Desde 1890 el Código Penal Colombiano criminalizó las relaciones sexuales entre hombres —se consagró literalmente como delito y daba entre 6 y 12 años de cárcel—. En la actualidad no es ilegal, pero esa Colombia antigua sintió la necesidad de crear un delito relacionado con ello», relató Guillermo Correa Montoya, docente y jefe del Departamento de Trabajo Social de la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas, de la Universidad de Antioquia.

En su libro Raros, producto de su investigación doctoral, Correa aborda la historia de los gais desde 1890 hasta 1980, en la que se recalca cómo solo a partir de este último año se despenalizó en el país la homosexualidad, que hasta entonces se relacionaba también con una enfermedad mental. Precisamente, dicha investigación recibió en octubre del 2019 una mención de honor —en la categoría Ciencias Sociales y Humanas— de los Premios Alejandro Ángel Escobar, considerados uno de los más altos galardones científicos que se entregan en el país. El reconocimiento resalta la investigación como un texto de referencia para la historia cultural y, en particular, para la historia de la homosexualidad en Colombia.

Raros, que fue editado en 2017 por la Editorial Universidad de Antioquia, recoge también las historias de personajes que padecieron los rezagos de una sociedad plagada de doble moral e inequidad, pero que fueron más allá, liderando debates y acciones para garantizar la protección de la dignidad y los derechos humanos de las diversidades sexuales y de género.

Hasta 1930, Medellín se relacionó de manera singular con la homosexualidad y los travestis. «De hecho, esos conceptos no existían en la ciudad —explicó Correa—. Aquí se referían a estas personas como "locas" o "falsas mujeres"; ellas estaban casi siempre en bares del sector de Guayaquil, como el Bar Venus, del que quedaron todo tipo de anécdotas». Estos espacios eran considerados «zonas de fuga», escenarios en los que se permitía el juego burlesco y la crítica a la sociedad, regulada afuera por el machismo y la iglesia.

En esos imaginarios sobre la depravación fue notable también el papel de la prensa sensacionalista. Los relatos descritos en los periódicos locales fortalecieron la exclusión de esos personajes vestidos de chicas que bailaban con campesinos. De ahí se desprendieron otras ideas, como la que vinculaba al hombre soltero —llamado también «de cuerpo ocioso»— con los homosexuales, de los que se afirmaba, además, que eran por naturaleza corruptores de menores. Ni las mujeres se salvaban de señalamientos como estos, pues se decía popularmente que, aquella que cumplidos sus 30 años no se hubiese casado, la habría «dejado el tren».

Raros —una obra construida con un riguroso rastreo documental—, es también un anecdotario sobre los gritos de resistencia en torno a las reivindicaciones y el reconocimiento de los derechos de los homosexuales. Una de esas anécdotas relata, por ejemplo, el arresto de un grupo de «falsas mujeres» que, en 1940, fueron llevadas a la cárcel La Ladera —en la zona centro oriental de Medellín— y solo fueron dejadas en libertad con el compromiso de que cuando salieran no volvieran a vestirse como mujeres. «Nunca lo cumplieron, se siguieron vistiendo con faldas y maquillándose la cara. Era una afirmación libertaria: por más que la sociedad quiera corregirnos, seguiremos en ello», contó Correa.
 

Primera marcha gay en Bogotá, 1983. Foto tomada del libro De leones y mariposas (2005), escrito por Juan Ricardo Urrego, Róbinson Sánchez y Paul Ospina.

Universidad, un lugar para los «raros»

En las páginas del libro también se reconoce la experiencia de líderes como León Zuleta Ruíz, creador, en 1970, del Movimiento Homosexual Colombiano, y de Manuel Antonio Velandia, exiliado, promotor de revistas culturales como Ventana Gay y uno de los fundadores del Grupo de Estudio de la Cuestión Homosexual Greco. Este grupo, que estaba constituido por estudiantes de la Universidad de Antioquia y la Universidad Nacional de Colombia, fue el primero en permitir la unión de mujeres a su causa e incidió en el establecimiento de políticas inclusivas, que hicieran tangible
el reconocimiento de las diversidades sexuales y de género en la Constitución de 1991.

También se narran experiencias como la del profesor Manuel Bermúdez —conocido como el «ciudadano gay de Medellín»—, que le planteó a Colombia la necesidad de abordar el tema del matrimonio de homosexuales; y la de Hernando Muñoz, organizador de las primeras marchas de las diversidades sexuales, desde 1980. La narración de Correa Montoya evidencia las conquistas de la comunidad LGTBI: «En Bogotá, en 1982, se registró una marcha con 25 personas y 100 policías. Ahora se ven 10 000 marchantes y unos cuantos policías», recalcó.

Varios de los personajes referenciados en Raros tuvieron en Medellín un lugar de confluencia: la Universidad de Antioquia, en donde varios estudiantes de la Facultad de Derecho, a finales de la década de los 90, generaron la Corporación El Otro, una de las entidades que lideraron en la ciudad la conversación sobre temas legales e identitarios de la comunidad LGTBI.

A este libro le anteceden otras investigaciones sobre el tema realizadas por el profesor Guillermo Correa Montoya. Para optar al título de trabajador
social desarrolló la investigación Quién controla estas ganas: juegos de seducción, conquista y prácticas sexuales de homosexuales en la Universidad
de Antioquia en el 2001. La investigación para su maestría en Hábitat, en la Universidad Nacional de Colombia, también dejó, en 2007, el libro Del rincón y la culpa al lado oscuro de las pasiones: aproximación espacial con un filtro histórico.

Emilia Restrepo o Roberto Durán (1912), retrato del fótógrafo Benjamín de la Calle. Fotos: Archivo Fotográfico - Biblioteca Pública Piloto.

La historia de Roberto Durán o Rosa Emilia Restrepo —portada de esta edición— también es relatada en la investigación de Correa. Benjamín de la Calle retrató en 1912 a esta trabajadora doméstica, quien fue capturada y acusada como «falsa mujer», después de que los médicos demostraran que en realidad tenía pene y testículos. Fue obligada a vestirse y actuar de acuerdo a su rol «natural» como hombre.

La referencia a este hecho evidencia la preocupación social por la transgresión de los roles de género y la alteración normativa del cuerpo y su representación pública. «No corresponder a la imagen reconocible y permitida supone una traición a la imagen instituida del hombre hegemónico». Traición interpretada, para entonces, como delito, explica Correa en su investigación.

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