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Cultura

La «pequeña revolución» en el cine de Sergio Cabrera

26/06/2021
Por: Ronal Castañeda Tabares

A propósito del homenaje que la Universidad de Antioquia le hizo el 26 de junio al director antioqueño Sergio Cabrera, como parte del I Encuentro Nacional de Actores, Directores y Preparadores, conversamos con él acerca de su trayectoria, su juventud en China, su paso por las filas guerrilleras del EPL y del cine colombiano. 
 


El director de cine y televisión antioqueño (1950) actualmente reside en Madrid, España. El homenaje se realizó el sábado 26 de junio de 2021. 
 


A los 11 años Sergio Cabrera supo que quería ser director de películas. Su padre, Fausto Cabrera, un reconocido actor y director de cine, teatro y televisión español, de alguna forma, lo conectó con las tablas, pero no era lo único que le interesaba. Dos años antes había muerto su tía Inés Amelia y, antes de morir, repartió algunos de sus tesoros. A Sergio le regaló una cámara fotográfica, con la que empezó a grabar sus emociones a través del pequeño rectángulo de celuloide. Así sucedió la afortunada epifanía: el niño quería hacer cine, porque reunía fotografía y teatro.

Ese deseo lo mantuvo años después, cuando terminó sus estudios de secundaria en China —ver recuadro—. A los 18 años iba a entrar en una escuela de cine en el país oriental, pero empezó la Revolución Cultural (1966-1976) de Mao y cerraron todas las universidades y escuelas. Influido por las ideas del socialismo en Oriente, en Colombia ingresó a la guerrilla Ejército Popular de Liberación —EPL— sin dejar su ilusión de algún día convertirse en director de películas, sabía que era una manera de decir lo que pensaba: «Siempre he sido una persona callada, el cine me ha servido para expresar mis emociones», dijo para el periódico Alma Mater el realizador de 71 años. 

Una de las cintas que resumió esas emociones fue La estrategia del caracol (1994): «Si uno la mira con frialdad es una pequeña revolución. Los inquilinos de la casa siguen todos los protocolos que se utilizan en el mundo revolucionario para derrocar un poder. Esa película es como un recuento de mi vida y la de mi padre, de otra forma». 

Desde su residencia en Madrid, España, el director antioqueño Sergio Cabrera habló de esas  experiencias que han nutrido, emocional e ideológicamente, su vida y filmografía. 

40 años de trayectoria

Sergio Cabrera Cárdenas (1950) nació en el Hospital San Vicente de Paúl, Medellín, ciudad en donde vivió los primeros 10 años. A esa edad, siguiendo la militancia de su padre, se trasladó a China con su familia, donde estudió secundaria y aprendió las primeras ideas del socialismo, que lo marcarían de por vida. A su regreso, se enlistó en las filas del  Ejército Popular de Liberación —EPL—. Estudió cine en Londres en los años 70. Su filmografía, de más de 40 años, incluye largometrajes, decenas de cortometrajes y documentales, y centenares de comerciales. Entre sus filmes más conocidos están La estrategia del caracol (1993), Golpe de estadio (1998) y Perder es cuestión de método (2004). También ha dirigido series colombianas de televisión como La Pola (2014) y Garzón vive (2017), así como Fugitiva (2018), de producción española. 

No se pueden entender sus películas sin conocer su pasado, la influencia de su padre, la militancia política y su viaje a China. ¿Cómo recuerda esos momentos?

Tuve el privilegio de criarme en una familia en la que el arte y la literatura eran muy importantes, desde muy joven entré en el mundo que me interesaba. Siendo un niño, mis padres se fueron a vivir a China, cuando todavía era un país muy pobre y atrasado. De alguna forma, llegar a ese país me abrió los ojos, me hizo mirar la realidad colombiana desde otro punto de vista; creo que eso nutre mucho la imaginación. También tuve la suerte de estar en París al comienzo del movimiento de Mayo del 68. Cuando regresé a Colombia, muy influenciado por las ideas maoístas y mi formación revolucionaria en China, sentí que lo natural era defender mis ideas; por esa razón terminé formando parte de un grupo guerrillero. 

¿Por qué ingresó y luego se retiró del Ejército Popular de Liberación?

Desde los 13 años, inclusive desde antes de ir a China, vivía en una familia con un pensamiento de izquierda muy fuerte. La llegada a ese país socialista me impactó mucho, no se sentían tanto las diferencias de clase como en Colombia. Cuando llegamos, entramos a un colegio chino, en esa época con una educación muy politizada. Crecí aprendiendo a amar todos esos valores socialistas y creyendo que era muy importante cambiar el mundo y buscar una sociedad más justa. 

¿Qué pasó cuando llegó a Colombia?

Me encontré con un país tan injusto como es. Todas esas ideas, de alguna forma, se potenciaron en mí. Entré a militar en el Partido Comunista Marxista-Leninista. Una cosa fue llevando a la otra y a los 19 años ya estaba en un movimiento guerrillero, por convicción y  porque pensaba que era lo que debía hacer. No fue una decisión fácil, fue un sacrificio; lo hice porque creía en mis ideas. Y la razón por la que me retiré fue la misma. Mientras estuve dentro me di cuenta de que mis ideas no concordaban realmente con las del movimiento guerrillero, sentí que por hacer un bien lo estaba haciendo mal. Pedí autorización para salir, que fue lo que finalmente sucedió. 

Sergio Cabrera junto a los actores Daniel Giménez Cacho y Luis Fernando Múnera, durante el rodaje de la película Perder es cuestión de método (2004).  Foto: Archivo familiar

Alguna vez dijo que la preocupación de su padre por su afición al cine era que esta lo alejara de la militancia. ¿Cómo fue esa transición?

A los 22 o 23 años me di cuenta de que no podía dedicarme a darle gusto a los deseos de mi padre, quien efectivamente hubiera querido que me mantuviera más cerca de la militancia; aunque debo decir que, de alguna forma, ha continuado mi militancia mental. Mis películas y mis escritos, incluso, algunos proyectos de televisión, los hago siempre calibrando hasta dónde puedo ceder en ciertas cosas. Sigo siendo una persona de izquierda que sigue pensando que Colombia es un país injusto, sigo pensando que hay que cambiar la sociedad para redistribuir mejor la riqueza, para proteger los derechos humanos, para que haya educación y cultura para todos.

No soy en absoluto conservador, todo lo contrario, aprecio mucho a la gente que trabaja por el progreso y el desarrollo. No soy militante, pero sigo teniendo esas ideas que me emocionaron tanto cuando llegué a China. 

Esas ideas se ven en La estrategia del caracol, tal vez su película más recordada. ¿Cómo surgió esa historia?

La idea original surgió de una antigua fábula china que se llama El viejo tonto que movió la montaña, la historia de un hombre que un día salió al campo con picos, palas y baldes, y empezó a cavar una montaña. El vecino sale y le dice: «Oye, viejo tonto, ¿qué haces?». A lo que le responde: «Esta montaña impide que el sol entre en mi parcela, entonces voy a quitarla». El viejo sabio le contesta: «Con razón te dicen viejo tonto, no vas a lograr eso nunca». A lo que el viejo tonto le replica: «Es probable que no lo logré yo, pero están mis hijos, luego mis nietos y luego los hijos de mis nietos. Si insistimos todos, algún día la montaña desaparecerá y el sol llegará a mis cultivos».  
Esa fábula la utilizó Mao Tse Tung en la época de la Revolución Cultural como ejemplo de lo que China tenía que hacer para salir adelante. Y efectivamente les funcionó, mira hoy cómo están. 

Tenía grabada esa fábula porque la leímos todos los días al año. Luego me fui a Londres a estudiar cine. Desde allá, le pedía a mi familia que me mandara periódicos para ver si encontraba algo que me inspirara a escribir un guion. Un día, en la última página de El Tiempo, leí una noticia: «Se esfuma inquilinato en el cartucho», en la que se contaba cómo un juez había ido a efectuar el desalojo y, cuando llegó, la casa no existía, la habían desvalijado. A mí se me ocurrió que estas dos historias, la del viejo tonto que movió la montaña y la noticia, se podían trabajar un poco al estilo de los guiones del neorrealismo italiano, que se inspiran en la vida cotidiana y en acciones reales. 

¿Cómo fue la escritura del guion?

Escribí un cortometraje, pero rápidamente me di cuenta de que no era el formato para una historia tan compleja. Un día que fui a Nueva York, me encontré con Ramón Jimeno y le dije que estaba buscando hacer equipo con un periodista para que me ayudara a darle el tono a esta historia. Esa misma noche comenzamos a escribirla, duramos como 3 años haciendo el guion. Cuando lo terminamos aún sentía que era un texto muy difícil para ser mi primera película, entonces escribí Técnicas de duelo y, mientras tanto, mandamos el guion de La estrategia del caracol al concurso nacional que organizaba la Compañía para el Fomento Cinematográfico, en ese entonces Focine. Ganó el primer premio, que consistía en producir la película. Luego me di cuenta de que podía mejorarse más y le pedí a Humberto Dorado que hiciera una revisión creativa del texto, antes del rodaje. 

¿Por qué cree que La estrategia del caracol sigue siendo tan recordada?

Es un guion que pone mucho énfasis en la solidaridad, que siempre ha sido una virtud sospechosa y que no despierta simpatía entre los poderosos. Seguramente hubo un momento en la historia de la humanidad en la que tocó escoger entre la solidaridad y la justicia, y se escogió la justicia, que es mucho más estricta. Una historia sobre la solidaridad y la lucha por la dignidad de un grupo de personas que sienten que tienen derecho a rebelarse y a protestar genera mucha empatía. También habla de algo de lo que no se había dicho antes: a través de una acción colectiva, un grupo de personas recupera su autoestima y la dignidad. También creo que los actores son muy buenos. 

Cuando se estrenó esta película (1993), en el país se hacían dos o tres producciones al año. ¿Qué piensa del momento actual, cuando se lanzan 40 largometrajes en promedio?

El cine, de alguna forma, tiene su propia ecología. Para que exista buen cine tiene que existir uno malo, que es el abono del bueno. No hay ningún país que haga solamente películas buenas. En el caso colombiano, como en todas partes, pasa eso. Si quieres mi opinión, pasa mucho menos que en España, Francia o Italia, que les conozco bastante su cinematografía. La mayor parte de las películas colombianas son buenas, hay directores, productores, actores y escritores muy arriesgados. Sabemos que la gente prefiere las comedias y, sin embargo, si uno mira el cine colombiano de los últimos 20 años, se da cuenta de que priman por mucho los dramas, las tragedias, la mirada sobre nuestros conflictos, fallas y dramas internos. También hay comedia, debe haber esa armonía; es bonito que haya de todo. 

Terminó en 2017 la serie colombiana Garzón y luego codirigió Fugitiva (2018), en España. ¿En qué está trabajando ahora?

Escribiendo. Después de que terminé Fugitiva empezó la pandemia. Apenas ahora se está reactivando el mundo del audiovisual. Tengo tres proyectos, especialmente dos me gustan mucho. Estoy trabajando en ellos. En esto no hay que tener prisa, con los años me he dado cuenta que es muy importante madurar los guiones y tratar de sacarles el máximo provecho. 

Madurar… Lleva más de 40 años haciendo cine, ¿cree que se le ha hecho más fácil o difícil escribir, producir y dirigir?

Más difícil. O sea, es más fácil porque uno conoce más, pero también se es más exigente con uno mismo a nivel cinematográfico, emocional y político, porque cualquier actitud que uno tome, incluso si es apolítica, está tomando una posición. Los intelectuales, en general, y mucho menos los cineastas, tenemos alguna herramienta para cambiar nada. Una película no puede cambiar el mundo ni nada, pero puede poner a la gente a pensar sobre problemas y a encontrar caminos o líderes que solucionen esos conflictos.

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