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Ciencia Vida

Huracanes más fuertes y frecuentes, otra amenaza para el manglar

09/12/2021
Por: Carlos Olimpo Restrepo S. - Periodista

En San Andrés y Providencia se están estudiando los efectos del huracán Iota sobre sus ecosistemas. Para el manglar se recurrió a herramientas satelitales, que empiezan a dar una idea sobre la pérdida parcial de este hábitat para muchas especies de flora y fauna. 
 

Isla de Providencia vista desde el satélite Sentinel 2 de la Unión Europea. Las imágenes de arriba y el centro son de espectro de luz visible, es decir los que percibe el ojo humano. La de abajo es de Índice Normalizado de Vegetación, que permite ver solamente el verdor de la vegetación, que muestra daños en el manglar cercano al aeropuerto. Foto: Cortesía

Entre el 15 y 16 de noviembre de 2020, el huracán Iota, de categoría 4 —con vientos de entre 210 y 250 kilómetros por hora— en la escala Saffir Simpson, pasó por el archipiélago colombiano de San Andrés, ubicado en el mar Caribe occidental. El ojo del fenómeno meteorológico se movió a 18 kilómetros de Providencia y destruyó más del 90 % de las viviendas y otras infraestructuras de esta isla.

Hoy, un año después, mientras el proceso de reconstrucción avanza de manera lenta, científicos colombianos de la Corporación Centro de Excelencia en Ciencias Marinas —de la que hace parte la Universidad de Antioquia— analizan el impacto del ciclón sobre los ecosistemas insulares y muestran cómo uno de los más afectados es el manglar.

De ese grupo académico hace parte Juan Felipe Blanco Libreros, profesor de biología de la UdeA, quien ha dedicado casi toda su vida profesional, desde mediados de los años 90 del siglo pasado, al estudio del manglar. 

«En este centro de pensamiento se ha estado mirando qué hacer frente al proceso de recuperación de San Andrés y Providencia, más allá del asistencialismo, de reconstruir, o de medir de manera inmediata los efectos del ciclón. Con la paciencia que tiene la academia, empezamos a pensar reflexivamente en esos primeros meses sobre cuáles eran la historia y las características de los ecosistemas, particularmente de los manglares, cuáles podrían ser o eran los efectos y cuál sería esa trayectoria de los ecosistemas después del paso de Iota», comentó Blanco Libreros, autoridad en este ecosistema.

Blanco evalúa con herramientas satelitales los efectos del paso del huracán sobre los manglares, básicamente porque aún a la zona de Providencia no se puede ingresar.

Se pudo establecer que en algunas áreas hubo una pérdida de «verdor» importante del manglar —producto del daño de los árboles y sus copas—, una muestra de la vulnerabilidad del archipiélago a raíz del incremento de la cantidad e intensidad de ciclones que pasan cada año por esta zona del Caribe.

Climas extremos

El más reciente informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático —IPCC—, presentado en agosto pasado, alertó sobre la intensificación del ciclo hidrológico, que se manifiesta tanto en los extremos húmedos como en los secos de manera más fuerte.

Paola Andrea Arias, profesora de la Escuela Ambiental de la Facultad de Ingeniería e integrante del IPCC, organismo de la ONU creado para evaluar problemáticas sobre el cambio climático, explicó que está ocurriendo un mayor número de ciclones tropicales de categoría tres a cinco: «Parte de lo que está ocurriendo con el ciclo hidrológico —los ciclones son eventos extremos asociados al ciclo hidrológico— es porque como el planeta se está calentando, pasa lo mismo en las superficies continentales y oceánicas, y la atmósfera, eso hace que haya más evaporación, la atmósfera tropical se hace más húmeda y por eso tenemos eventos de precipitación extrema con mayor frecuencia e intensidad».

Este fenómeno incide sobre algunas zonas de manglar, aseguró Blanco Libreros. «Se sabe ya que los huracanes están experimentando un crecimiento de intensidad y número en el occidente y sur del Caribe, donde no eran tan frecuentes. Quiere decir esto que los manglares del archipiélago de San Andrés y Providencia, y de otras regiones del Caribe, van a estar sometidos en los próximos años a una mayor amenaza».

En las zonas del norte del Caribe (México y Estados Unidos) los manglares han ganado espacio, han crecido y se han fortalecido en las cuatro décadas recientes. Están ubicados en el camino histórico de los ciclones y esto hace que sean más resistentes a los poderosos vientos y oleajes que se presentan durante la temporada anual, que va de junio a noviembre. Algo similar ocurre en Australia.

«Aunque todo depende de la escala de los eventos meteorológicos que se registran, los manglares en general son capaces de resistir cierto nivel de viento y de oleaje… le va mermando altura y potencia a las olas a medida que atraviesan la franja de manglar y con eso se protegen las costas de la erosión», explicó el investigador Blanco Libreros.

Pero en áreas costeras, donde el paso histórico de ciclones es menos frecuente que en el norte del Caribe, los manglares son menos resistentes a vientos y oleajes fuertes, como la mayoría de los que están en nuestro país. Hoy, estos ecosistemas se enfrentan al paso anual de dos o tres huracanes de categoría tres o superior, cuando antes el promedio era uno de estos fenómenos meteorológicos cada cuatro años, lo cual contribuye a su reducción en las costas del Caribe colombiano.


La reforestación es lenta

Y si a esto se le suma la continua tala para el desarrollo de proyectos agroindustriales y de cultivos, el futuro del manglar en el Caribe colombiano no pinta bien. Por eso, el profesor Blanco analiza también algunas alternativas para la recuperación de estos hábitats costeros. 

«Por esfuerzos de restauración en otras partes del mundo, se sabe que un manglar puede alcanzar unas condiciones más o menos parecidas a las previas o a los niveles de referencia a los 10 o 15 años de la siembra», indicó el investigador de la Universidad de Antioquia, lo cual significa que ante condiciones de huracanes fuertes cada año, la recuperación del ecosistema puede ser mucho más difícil.

Por eso, uno de los aspectos en los que siempre hace énfasis el profesor Blanco es en la educación. «En San Andrés estamos trabajando en la transferencia a las escuelas del conocimiento que se tiene de los manglares en particular y de la biogeografía de la isla en general. Este es un proceso de apropiación científica del conocimiento de la ecología costera y de los manglares de la isla a la escuela, para que desde allí se empiecen a formular ideas de hacia dónde queremos ir», explicó el docente. 

Agregó que «estamos trabajando con el docente Jairo Lasso Zapata de la institución educativa Antonia Santos, sede Phillip Beekman Livingstone, de San Andrés, donde empezamos un proceso de incorporar al aula herramientas geográficas para la docencia y también para la exploración propia, debido a la motivación de los estudiantes y docentes, de otras áreas, alrededor de los problemas ambientales y sociales de la isla».

Y tal vez de estas aulas empiecen a salir alternativas para ayudar a los manglares y la sociedad insular a resistir y resurgir de la nueva realidad a la que nos lleva la crisis climática.

La peculiaridad del ecosistema

Los manglares son franjas costeras que se pueden extender por cientos de kilómetros, cuyo ancho oscila apenas entre 400 y 1000 metros, como sucede en la región de Urabá, o unas pocas decenas de metros, o como en el archipiélago de San Andrés y Providencia. Requieren ambientes salobres, entre las aguas saladas del mar y las dulces de los ríos, y se asientan sobre suelos fangosos.

Son zonas de desove y cría para muchas especies acuáticas, así como de aves, y sus plantas características captan grandes cantidades de CO2, lo que los convierte en un hábitat de suma importancia para hacer frente al calentamiento global.

Las intervenciones humanas, como la tala o la construcción de infraestructura, son las principales amenazas que se ciernen sobre este ecosistema. 

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