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Academia Ciencia

«Los huesos dicen qué comes y de dónde vienes»

10/04/2023
Por: Ronal Castañeda - Periodista

La antropóloga norteamericana Jane E. Buikstra visitó el Laboratorio de Osteología de la UdeA para colaborar en una investigación sobre patologías y traumas óseos a partir de muestras de material óseo que se encuentra en la colección de este espacio. El periódico Alma Mater habló con la experta en bioarqueología.  

La antropóloga y bioarqueóloga norteamericana Jane Ellen Buikstra estuvo en febrero en el Laboratorio de Osteología haciendo un análisis comparado de material óseo que se alberga en este lugar. Fotos: Dirección de Comunicaciones / María Camila Monsalve A.

Los huesos son como códigos por descifrar y pueden convertirse en un registro histórico del individuo y su contexto cultural. El material óseo proporciona información sobre la ascendencia en las poblaciones; además, sirve para reconocer la dieta de una persona a partir de análisis químicos hechos en los dientes con pruebas de isótopos de carbono, nitrógeno y oxígeno.

Por eso las investigaciones antropológicas se ayudan de los estudios arqueológicos para encontrar patologías en los huesos, información que también sirve para registros forenses: «Si hay una persona desconocida, ya sea en una fosa común o en un accidente aéreo, o simplemente alguien que encontraron en una montaña y que está esqueletizado, sería más útil si supiéramos que deberíamos estar buscando a alguien que tenía cáncer», comentó la investigadora estadounidense Jane Ellen Buikstra.   

La antropóloga estuvo en febrero en el Laboratorio de Osteología de la Universidad de Antioquia para analizar unas muestras de material óseo. Solo tenía unos días en Medellín para hacer unas observaciones de un individuo con señales de cáncer, antes de volver a Estados Unidos a una reunión de la junta de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos, de la que es miembro.  

A la científica se le reconoce por haber contribuido, entre otros estudios, a la disciplina de la bioarqueología, una rama de la arqueología que aplica estudios antropológicos y biológicos en sus metodologías. Por ejemplo, ha trabajado en la historia evolutiva de una «tuberculosis antigua» originada en el continente americano, basada en la recuperación arqueológica de ADN patógeno. Por eso, estuvo en Bogotá en el 2018 tomando muestras de restos arqueológicos de individuos identificados con esta enfermedad, algo que le ayudó a entender su tesis de que este tipo de tuberculosis estaba en la región antes de Cristóbal Colón, es decir, que no vino del Viejo Mundo.  

Le puede interesar leer: Aporte de la física al estudio de piezas de oro prehispánico en Antioquia

«Ha sido difícil entender eso. Pero ahora, con los métodos biomoleculares, con el ADN, podemos comprenderlo. Parece que la enfermedad saltó de las focas o leones marinos a los humanos en Sudamérica, pero también aparece en Norteamérica. Sabía que había restos afectados con este tipo de patología en los alrededores de Bogotá —lejos de la costa—, por lo que tuvieron que haber sido contagiados de otros humanos, no de mamíferos marinos», comentó Jane Buikstra, quien ahora trabaja con un grupo en Ecuador para ver de qué trata la enfermedad allí.  

Cincuenta años de carrera 

Jane Buikstra es una de las científicas más reconocidas en su campo. Dirigió la Asociación Estadounidense de Antropólogos Físicos, la Asociación Estadounidense de Antropología y la Asociación de Paleopatología. En la actualidad, es la presidenta del Centro de Arqueología Estadounidense. Ahora es la editora en jefe de la International Journal of Paleopathology, una revista sobre arqueología, artes y humanidades (Q1), patología y medicina legal (Q2). Además, es autora de más de 25 libros, 200 artículos y ha sido mentora de más de 50 estudiantes de doctorado. 

Ha estado dos veces en Medellín. En una primera ocasión se reunió con investigadores de la Universidad de Antioquia para estudiar un individuo de 17 años, al que llamaron Ecce Homo, con una enfermedad poco común o rara, «holoprosencefalia avanzada». Este tipo de estudios tiene especial atención por parte de los paleopatólogos —científicos que estudian las enfermedades padecidas por personas o animales en la Antigüedad y su evolución— y debería tener mucho más interés.  

La segunda ocasión en la que estuvo en Medellín fue este año, nuevamente invitada por el Laboratorio de Osteología. Esta vez buscaba hacer una investigación en patologías y traumas de huesos a partir de la colección de restos que se resguardan en el Laboratorio, ubicado en la sede de Posgrados de la Universidad de Antioquia. 

Buikstra ahora mira en silencio, detenidamente, un fragmento de un esqueleto de un individuo que murió por cáncer, aunque no sabe muy bien de qué tipo.  

Muestra de material óseo del Laboratorio de Osteología de la Universidad de Antioquia.

Muestra de material óseo albergado en la colección del Laboratorio de Osteología de la Universidad de Antioquia. 

«Este es un hombre. Podría haber sido cáncer de próstata, podría haber sido cáncer de pulmón. Es imposible saberlo, pero hay cambios importantes en las costillas. Es un caso interesante porque no solo tenía cáncer, sino que también parece haber tenido una enfermedad que llamamos DISH —hiperostosis esquelética difusa idiopática—, una patología que hace que la columna vertebral se fusione a lo largo de las líneas de tejido blando. Así que tenía eso y cáncer, y era muy debilitante», señaló.  

Además de sus estudios en tuberculosis antigua, Buikstra trabaja con individuos recién fallecidos, porque son «una oportunidad para tener juntas las historias clínicas y las autopsias», métodos que sirven para reconocer cadáveres de desaparecidos y que difícilmente se pueden encontrar en un mismo laboratorio, como sí sucede en el de la Alma Mater.  

De hecho, el Laboratorio comenzó desde el 2008 las gestiones de comodato con instituciones con camposantos locales y ahora tienen cerca de 500 individuos en el Laboratorio, para evaluar sus patologías y traumas.  

Por eso Buikstra cree que la colección del Laboratorio de Osteología es de mucho interés investigativo: «Es importante porque representa una de las pocas colecciones en América Latina en la que tienes individuos y sus historias clínicas. Gente de los Estados Unidos vendrá posteriormente a estudiar los restos que representan a personas de América. Además, no sabemos mucho en antropología física —en la que se estudia el proceso evolutivo de la especie humana— y esta es muy especial en ese sentido».   

Profundizar en los estudios antropológicos 

Para Buikstra una gran pregunta en el estudio de las enfermedades antiguas, aún sin respuesta, es cuán viejo es el cáncer. A la investigadora le interesa saber, a partir de individuos conocidos, el rango de expresión de esta patología y posiblemente los cambios químicos en el hueso causados por el cáncer como proceso. Esto «ayudará a identificar cuánto tiempo debemos retroceder para reconocer sus rastros y su prevalencia, algo que será útil en contextos de medicina legal y en la historia de las enfermedades en general».  

Por ejemplo, los antropólogos forenses identifican rasgos normales y anormales en los huesos, con el objetivo de distinguir facciones atípicas; buscan cambios de forma, de tamaño, porosidades, astillas, adiciones o sustracciones de parte de la materia ósea. En este ejercicio, no obstante, siempre habrá el riesgo de malinterpretar datos, como sucede con las modificaciones que tiene el hueso de manera natural después del fallecimiento.   

Del hueso también se extrae información sobre el origen, que es la base de los estudios en bioarqueología. En este sentido, cuenta la experta, la mejor fuente de ADN antiguo se obtiene perforando el interior del cráneo y extrayendo un poco de hueso. Buikstra, de 78 años, explicó que se encuentra ahora también haciendo un trabajo conjunto con un grupo del Instituto Max Planck de Alemania, con el que investiga los restos de cuerpos hallados en Grecia, ya que están interesados en saber con quién están emparentados los helenos. En cuanto a esto, han descubierto cosas sorprendentes, como que hay parentescos entre individuos del norte de África y de Irán.  

«Podemos profundizar y hablar más específicamente de las personas que han emigrado de un lugar a otro. Por ejemplo, es útil en medicina forense porque nos permite distinguir la procedencia de muertes desafortunadas de migrantes que cruzan la frontera en el sur de Estados Unidos».   

Cincuenta años después de haber iniciado su carrera, Jane Buikstra está convencida de que las preguntas que se hizo cuando comenzó a estudiar pueden ser las mismas de ahora, pero aparecen mejores tecnologías que han ayudado en su proceso investigativo. A su vez, los estudios forenses perdurarán y serán necesarios en los años sucesivos.  

La humanidad siempre ha buscado sus filiaciones y parentescos, ha querido conquistar la historia y sus principales acontecimientos, si estos fueron violentos o no; o en casos extremos o de desastres reconocer los cadáveres, como ocurrió en el terremoto en Turquía, donde el Gobierno reportó más de 45 000 muertes que incluían cuerpos mezclados en los edificios. En esos lugares está la labor del antropólogo forense o del bioarqueólogo, haciendo reconstrucción social a partir de los huesos.  

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