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Darién chocoano: donde la montaña se encuentra con el mar

26/07/2017
Por: Juan Felipe Blanco Libreros. Ph.D. Profesor titular Instituto de Biología

En el Darién chocoano nos esperaban sorpresas como altos acantilados de basalto, formados hace más de 3 millones de años en Acandí, los desarrollos turísticos en las grises arenas de Capurganá, la tranquila bahía de Sapzurro, cabo Tiburón que limita a Colombia de Panamá, descubrir que la serranía del Darién continúa elevándose, la bahía de Triganá y otros sitios inolvidables.

Foto: Darién chocoano.

Continuamos la reseña de los primeros días de la exploración científica del Caribe Sur, cuyo objetivo era construir el primer mapa detallado de las costas de Antioquia y Chocó, reconocidas como Caribe sur.

En la travesía por la costa que habíamos dejado atrás, aprendimos que el Urabá antioqueño no era una región uniforme. Sin embargo, intuíamos menos lo que esperábamos encontrar en el Darién chocoano, que también hace parte del golfo de Urabá. En lo personal no había visitado la zona; sería una travesía llena de sorpresas científicas, pero también de experiencias nuevas para los sentidos y las emociones.

Día 7

Llevamos casi dos horas de recorrido por mar abierto, alejados de la costa, en dirección occidente apuntándole a algún lugar en el horizonte donde se supone que está el límite entre Colombia y Panamá: cabo Tiburón. La lancha rápida nos ha llevado con un golpeteo rítmico sobre un mar poco rizado, que nos ha tratado con benignidad. Creo que al sur debe estar el río Suriquí en lo profundo del golfo de Urabá. Atrás han quedado Necoclí y Arboletes.

De repente nuestro rumbo cambia un poco más al sur y el lanchero nos informa que ahora nos dirigimos al pueblo de Acandí, el mayor del Chocó sobre el Caribe. Una hora después llegamos. Recorrimos un corto tramo del río Acandí hasta el embarcadero para presentarnos ante las autoridades ambientales, para anunciar nuestra llegada y luego almorzar. Nos embarcamos rumbo al norte y ahora bordeamos la costa rocosa con acantilados de más de 100 metros de altura que se clavan en el mar y se sumergen varios metros bajo las aguas cristalinas.

Vamos lento y ahora la lancha se mueve más. Las olas rompen ruidosamente contra las rocas. El profesor Iván Darío Correa, geo-morfólogo de la Universidad EAFIT, nos cuenta la historia geológica de esta zona. Estos acantilados están hechos de una roca llamada “basalto”, que se produce por el enfriamiento de la lava volcánica. Son el testimonio de la formación del istmo de Panamá y esta parte de Colombia hace aproximadamente 3 millones de años atrás.

Una hora después llegamos a Capurganá, un pequeño pueblo turístico, después de casi cuatro horas de navegación y aproximadamente 110 kilómetros de recorrido. La costa es un collar de casas y hoteles sobre un fondo de vegetación verde y playas de arenas y guijarros grises. Nos alistamos para comer en la comodidad de un restaurante. Luego nos reunimos con el Consejo Comunitario Negro para acordar los términos del recorrido por el territorio colectivo. Después no faltó la charla nocturna en el muelle, bajo un cielo despejado.

Día 8

Qué mejor que un día viernes para ir a Sapzurro, una vereda de pescadores, de pequeños hoteleros y de un puñado de habitantes nacionales y extranjeros que optaron por vivir enclavados en los acantilados o entre la selva, alejados del bullicio de las ciudades. Después de media hora de camino rodeando los acantilados de basalto contra los que reventaban las olas, llegamos a la bahía de Sapzurro, una entrada de aguas tranquilas poco profundas en las cuales se observan los parches de corales en el fondo. A pocos kilómetros está cabo Tiburón, el hito limítrofe con Panamá.

Caminamos por la playa bordeando la bahía Sapzurro y llegamos a la quebrada del mismo nombre en cuya cabecera queda el acueducto. En la boca de ésta hay unos pocos mangles. No hubo mucho trabajo para el equipo.

Rápidamente regresamos a Capurganá para dirigirnos al suroriente a explorar la bahía El Aguacate. Pasando Capurganá se desató de repente una ventisca con una fuerte lluvia que obligó al lanchero a navegar muy rápido. En cuestión de minutos llegamos a la pequeña bahía El Aguacate y tuvimos que desembarcar prontamente para resguardarnos en un rancho de tejas de zinc. La ráfaga de viento arrancó una de las tejas de una casa cercana, lo cual nos disuadió de cualquier intención de abandonar el rancho. El profesor Andrés Osorio aprovechó el improvisado auditorio para explicarnos que estas tormentas se forman en alta mar y son empujadas hacia la costa donde desaparecen rápidamente. Después de media hora paró el viento y la lluvia, y caminamos por la orilla de la playa. No nos sorprendió la ausencia de manglares, pero si el caminar sobre una plataforma emergida de roca coralina erosionada, la cual era el testimonio de que la serranía del Darién aún se está elevando. Regresamos a Capurganá.

Día 9

Hoy sábado vamos rumbo a bahía Triganá, al suroriente de Acandí, a 40 kilómetros desde Capurganá. El golpeteo de la lancha no da mucha oportunidad para escribir en la libreta… [Retomo las anotaciones en bahía Triganá: Antes de llegar a Acandí, hicimos una parada en playa Soledad o bahía de Pinorroa, donde nos dijeron que había unos pequeños manglares. Cuando retomamos el camino, bordeamos la costa tomando fotos a las playas cortas, los acantilados y la vegetación en sus cimas].

Ahora en la tarde vinimos a una playa muy larga llamada Playona. Es icónica porque aquí vienen las tortugas Caná a desovar entre mayo y junio cada año. Los profesores Iván Darío Correa y Andrés Fernando Osorio (ingeniero de costas de la Universidad Nacional de Colombia, sede Medellín), nos hablan de playas y oleaje, respectivamente. Nos explican que esta playa se forma por la discontinuidad en el relieve costero, en un tramo de más de 10 kilómetros.

Día 10

Hoy domingo salimos de Triganá, de regreso a territorio antioqueño. El objetivo es llegar hasta El Roto, un pueblo de pescadores en una de las bocas del río Atrato, ubicado a 35 kilómetros al suroriente. En el camino hicimos varias paradas inolvidables. La primera, Las Tetas y la Isla de los Pájaros: un sistema de pequeñas peñas ubicadas algunos cientos de metros desde la orilla, que sobresalen en medio del mar rizado y que son el sitio de anidamiento de muchas aves marinas.

El profesor Mario Londoño se dio una zambullida en un mar azul y profundo. Segundos después emergió con una roca en la mano cubierta por un terciopelo vivo (algas y corales), entre el cual nos mostró sus gusanos marinos favoritos: los poliquetos. La segunda, bahía Titumate: una playa protegida que recibe el caudal de agua dulce de un río corto, en cuya boca se asientan pequeños manglares. La profesora Ligia Estela Urrego y yo nos deleitamos viendo estos manglares y su fauna, después de varios días sin mucha actividad científica. La tercera, isla La Gloria: una gran montaña pegada al continente por un somero puente. Se dice que por aquí desembarcaron los españoles en América y fundaron Santa María La Antigua del Darién.

El profesor Mario buscó más poliquetos entre las algas y los corales. Los demás nos dimos un chapuzón en las aguas calmadas y someras, y tuvimos un rato de playa. La cuarta, playa Tarena: una larga playa que mira al norte al lado occidental de la primera boca, ahora casi cerrada, del majestuoso río Atrato. Es un límite en disputa entre Antioquia y Chocó. El mar azul se torna grisáceo por las aguas del Atrato. Se ven los primeros manglares altos ubicados cerca de la boca del río. Aquí convergimos todos con las discusiones académicas: mar, oleaje, río, playa, manglares, fauna en las raíces…

Rebasamos la punta Yerbazal y giramos al sur. Ahora estamos técnicamente dentro del área antioqueña del golfo de Urabá. Atrás quedó el mar azul y volvimos a las aguas turbias. Una vez en El Roto, un pequeño pueblo palafítico, saludamos a los líderes comunitarios. El almuerzo fue pescado y jaiba fritos, y una porción generosa de patacones. Después de una siesta, planeamos el trabajo de los siguientes días con nuestros anfitriones. Nos adentraremos por el Atrato, el río que se vuelve mar.

De Triganá al pueblo palafítico de pescadores de El Roto, se encuentran lugares para no olvidar, como un sistema de pequeñas peñas llamado Las Tetas y la Isla de los Pájaros, la bahía Titumate, la isla La Gloria por donde habrían desembarcado los españoles en América, y playa Tarena, límite en disputa entre Antioquia y Chocó.

Texto publicado originalmente en la Revista Visión Total Caribe.

 

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