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Opinión

De los acorralamientos y la multicrisis de la Universidad

10/11/2025
Por: Rafael Rubiano Muñoz. Profesor de la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas de la UdeA.

«Hay que desacorralar la Universidad de lo rancio y enmohecido, renovarla desde el aula hasta el Consejo Superior, desde los estudiantes a los administrativos, desde sus investigadores a los docentes. Pero desacorralar la Universidad implica releer, nuevos procesos de enseñanza y aprendizaje, nuevas lecturas, lectores y lectoras, renovar desde el pensamiento propio, colombiano y latinoamericano, la Universidad no saldrá de su arena movediza y pantano insalubre mientras no se construya una cultura diferente del espíritu universitario. Defendamos lo público, pero con audacia e inteligencia, con sentido de la diversidad y del pluralismo —lo publico es disenso con argumentos, no consensos mayoritarios o minoritarios arbitrarios—».

Leyendo un pequeño libro, Ocaso (1926) de Max Horkheimer, miembro fundador de la teoría crítica conocida como la Escuela de Frankfurt, es posible encontrar los argumentos e incluso los razonamientos para descifrar muchas razones que han generado y extendido, particularmente, las crisis de la Universidad de Antioquia —y de otras también—; y, de otro lado, como complemento, leyendo Calle de dirección única (1926), de Walter Benjamin, y Huellas (1926) de Ernst Bloch, que componen unos relatos muy agudos en los que se ahonda en la inquietud sobre la crisis mundial de los años veinte del siglo pasado, cualquier lector puede desvelar, desnudar, las mentiras, farsas y muchas de las apariencias que rodean la incomprensión y el equívoco razonamiento de la profunda decadencia de la Universidad y por extensión de nuestras sociedades actuales.

Estos tres pensadores alemanes, pesimistas ilustrados, no conformistas y resignados, como se les podría calificar, utilizan los aforismos para desnudar la naturaleza de lo dañado y dañino en la sociedad, pero ante todo, muestran cómo se da la aceptación de aquellas cosas que están dañadas material y espiritualmente, desvelan las maneras cómo nos habituamos —convertimos en rutina— todas aquellas actitudes y mentalidades que aún siendo dañinas para nosotros mismos, las legitimamos y las validamos como cotidianas, normales, y hasta las consideramos progresistas y racionales.

Mediante aforismos, los relatos de estos pensadores alemanes, fungen como topos que socavan el modo como se naturaliza individual y colectivamente lo dañino, para hacerlo aparecer como no pernicioso, no nocivo, incorruptible, sano y hasta perenne y humanamente vital. La lectura de los aforismos son pertinentes, contra un modo de opinar que se ha convertido en moda y es habitual, en nuestros medios, opinadores ocasionales, que en su aparente reflexividad, comentan, pero no analizan, denuncian pero no argumentan, se envuelven en la crítica que con sus mismas palabras destruyen la esencia crítica, es decir, columnistas ocasionales de opinión, quienes han creado la cultura de la lectura pomposa, para lo fugaz, para el recuerdo instantáneo que se desvanece, opinadores para el reclutamiento de fanáticos o demagogos, con lo cual pretenden prestigio, fama y reconocimiento.

Son las columnas de opinión que se convierten en la tribuna de los opinadores circunstanciales, quienes escriben para su ego, vanagloria o vanidad, para la invitada al tinto o la palmadita en la espalda, también fungen para los consejos, asambleas u otras instancias. ¿Con qué criterios se divulgan y con qué validez circulan dichas opiniones? ¿O será que como en otros escenarios de opinión del país, hay una puerta giratoria de privilegiados y privilegiadas? Lo pertinente es que los aforismos semejan lo que Luis Tejada, nuestro frankfurtiano criollo, planteó en una crónica inolvidable titulada: «Libertad de prensa», donde cuestiona la manera que los periodistas, la prensa y los lectores,combaten desgarrados por la libertad de opinar, cuando en el fondo, ella es jabonosa, «está desprestigiada por quienes escriben» y no se cree «porque ya el escribir no trae consecuencias graves».

Leyendo entonces los aforismos de Horkheimer, Benjamín y Bloch, ellos nos invitan a reflexionar sobre el modo en que nos hemos acorralado, en una Universidad que, por temor o miedo, colocamos la opinión en asuntos que desvían la mirada de lo que deber ser analizado y criticado en su esencia y en su fundamento. La manera de desviar la atención ante la crisis y constituye uno de los daños naturalizados más recurrente, es el modo en que se lee y escribe, se discute y se polemiza, desde las aulas hasta las asambleas, para extraviar la atención y de otro lado, es la manera en que se recurre a discursos de moda, para traslapar y para embelesar a los públicos, los auditorios y las ausencias.

Los aforismos de estos tres pensadores alemanes y las crónicas de Luis Tejada, constituían relatos y narrativas agudas, eran opiniones sólidas, consistentes, además de ser plásticas y estéticamente bien construidas, elaboradas, quiere decir, con un sentido escrito donde se amplían la mente, el espíritu y la vida misma, no las acorralan con comentarios circunstanciales, que es lo diario y común hoy, sus bondades lingüísticas se debían a que eran escritos cortos, profundamente sustanciales, buscaban un diálogo con el lector, no el opinador de verdades absolutas, y ante todo, los aforismos, nutrían ese diálogo con el lector, porque además, entre líneas, de modo muy didáctico, enseñaban a reflexionar, a analizar, a pensar, no sentenciaban como cosa juzgada, y conminaban al lector a analizar con agudeza, los problemas que nos acorralan. Pero, ante todo, nos invitaban a derivar enseñanzas que nos permitieran pensar, actuar y quizás incidir en los asuntos que nos aquejan individual y socialmente.

Una lectura atenta y concienzuda de los pequeños libros suscitan reflexionar sobre las múltiples crisis de nuestra Universidad, acorralados por apariencias, falsedades, mentiras e hipocresías. Pocos se atreven a decir las cosas como son, y los muchos resguardados, acorralados física, mental, moral e intelectualmente viven en un medio donde los reclamos, las movilizaciones, las denuncias, las presiones se han desgastado hasta la inanidad, se han marchitado porque no hay audacia, no hay imaginación, no hay creatividad y menos aún sentido común de la inteligencia. Insistiríamos —como lo hemos hecho con constancia— en la perdida experiencia intelectual de nuestras aulas, en la desorientación intelectiva a que nos lleva una Universidad donde lo privado y lo público se entremezclan en la «no man's land», un medio sin referentes de autoridad, sin límites éticos, morales y de responsabilidad, corrupto de abajo hacia arriba, de arriba hacia abajo, clientelar, porque «quien no esta conmigo, está contra mí» y el enemigo de mi contrincante, o sea todo aquel o aquella enemigo de mi enemigo, es mi mejor amigo/a.

El desencantamiento de la Universidad, lo constatan lo comentarios de muchos que hemos vivido en ella por más de tres décadas, es un acumulado de malos manejos, corrupción, clientelismo, malversación, manejos académicos y administrativos incompetentes y sobre todo personalistas, caudillistas. Desde hace más de tres décadas es el manejo del amigo, del amigo, del amigo, de la amiga, de la amiga, de la amiga, del que fue alumno o alumna adulador o aduladora, del que fue compañero o compañera del pasado, una telaraña entrabada de amistades donde la incompetencia, las artimañas, la trampa, el facilismo, el camino corto, las ventajas personales y otras argucias, se sobrepusieron a los méritos, al decoro, la honestidad, la franqueza y la sinceridad.

En esta variedad de tratos, de relaciones personalistas, caudillescas, donde se impone lo privado por encima de lo público, en este espacio donde los discursos, las narrativas, los relatos, las discusiones, las sesiones asamblearias, los cuestionamientos, las denuncias, los pronunciamientos u otros medios de expresión y opinión pública siguen siendo ya rancios, rutinarios, enmohecidos y de lugares comunes, acorralados por todos los lados, en el espacio físico y en el espacio mental, es necesario replantearnos las formas de leer y de escribir, las formas de opinar y las formas de analizar.

En la Universidad se ha acorralado el pensamiento, por un abuso de lo manido y lo arraigado durante larguísimo tiempo, y por el otro, el abuso de un discurso de moda, recurrente y enunciativo como el decolonial y poscolonial por ejemplo, vaciado de sus mejores tradiciones, Germán Arciniegas, Baldomero Sanín Cano, Antonio José «ñito» Restrepo, María Cano, Gabriela Mistral, Victoria Ocampo, Clorinda Matto de Turner, Teresa de la Parra, Manuel Zapata Olivella, Quintín Lame, José Carlos Mariátegui, Alfonso Reyes, Pedro Henríquez Ureña, Virginia Gutiérrez de Pineda, en fin, —letradas y letrados de Colombia y de Latinoamérica— ausentes de las aulas universitarias, completamente ignorados y despreciados/as por docentes, áulicos de saberes y conocimientos hegemónicos foráneos y extranjeros.

¿Cómo defender lo público? ¿Cómo defendemos hoy la universidad pública? Es obvio que hay factores internos como externos dañinos —intereses políticos, asuntos económicos, recursos financieros, los asuntos globales y planetarios—, pero, adentro de la Universidad hay daños mucho peores y asuntos corrosivos que la están destruyendo. El modo de relacionarse, los tratos, la manera de opinar y de discutir, las interrelaciones, plagadas de acorralamientos por hipocresía, por miedo, por hábito, por costumbre y por sobre todas las cosas, por beneficios personales y por privilegios de unos cuantos. El mayor daño está en la mentalidad de los estamentos, del recién llegado a quien está a punto de jubilarse, de quien ingresa por primera vez a quien está establecido, porque cada uno demanda y busca derechos desde ya sea el confort o conformismo o el autismo y la indiferencia.

De modo que hay que desacorralar la Universidad de lo rancio y enmohecido, renovarla desde el aula hasta el Consejo Superior, desde los estudiantes a los administrativos, desde sus investigadores a los docentes. Pero desacorralar la Universidad implica releer, nuevos procesos de enseñanza y aprendizaje, nuevas lecturas, lectores y lectoras, renovar desde el pensamiento propio, colombiano y latinoamericano, la Universidad no saldrá de su arena movediza y pantano insalubre mientras no se construya una cultura diferente del espíritu universitario.

Defendamos lo público, pero con audacia e inteligencia, con sentido de la diversidad y del pluralismo —lo publico es disenso con argumentos, no consensos mayoritarios o minoritarios arbitrarios—. Lo público es un espacio desacorralado no unanimismo, unilateralidad, unidimensional, para decirlo con Herbert Marcuse, lo público como bien moral y ético, como una parte en común que nos compete a todas y todos, no es lo público porque se defiende desde parcialidades, segmentos, grupos o estamentos para sus beneficios, lo público acorralado por micropoderes, de arriba abajo, de abajo a arriba, es lo que debemos reconsiderar, repensar, reflexionar y analizar con sabiduría, con plasticidad,con creatividad con imaginación.

El aforismo de Ocaso de Max Horkheimer, titulado: «Una fábula sobre la coherencia» plantea que el mayor daño moral es una coherencia que resulta incoherente y le hace juego a lo dañido y dañado. De igual modo, Benjamin y Bloch, desnudan de qué modo en nuestro actuar y pensar le hacemos juego, creyendo ser muy coherentes, a lo que es nocivo y lo que es pernicioso. El daño que hoy experimentamos en una Universidad acorralada y de acorralados desde lo físico y mental nos invita al desafío intelectual para salir de esta multicrisis.

 


Notas:

1. Este es el espacio de opinión del Portal Universitario, destinado a columnistas que voluntariamente expresan sus posturas sobre temáticas elegidas por ellos mismos. Las opiniones aquí expresadas pertenecen exclusivamente a los autores y no reflejan una opinión o posición institucional de la Universidad de Antioquia.

2. Si desea participar en este espacio, envíe sus opiniones y/o reflexiones sobre cualquier tema de actualidad al correo columnasdeopinion@udea.edu.co. Revise previamente los Lineamientos para la postulación de columnas de opinión. 

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