Opinión

Es evidente que el uribismo y la derecha antiuribista se unen en su guerra contra el gobierno de Gustavo Petro. No es coincidencia que Donald Trump esgrima las dos «narrativas» que una y otra corriente política difunden. «La narrativa» de que el presidente de Colombia es un narcotraficante es la propia de quienes, según procesos judiciales e investigaciones de la prensa, sí están enredados con el narcotráfico. Esta paradoja es, quitando o poniendo a uno u otro sujeto, la del uribismo.

La otra «narrativa», la de que el presidente está loco o es drogadicto, es la propia de la derecha antiuribista, de Daniel Coronell para abajo. ¿Por qué Coronell? Porque él es el líder indiscutible de esta derecha de numerosos medios y periodistas que han librado una lucha sin cuartel contra el gobierno. La coartada es presentarse, por supuesto, como republicanos, demócratas, socialdemócratas, liberales, liberales de centro o, de una vez, centristas. Incluso, algunos de ellos realmente sienten ―o piensan― que no son de derecha. Pero sus acciones contra el gobierno, contra el país, contra la sociedad y contra la historia ―porque es una lucha contra la voluntad popular de un país que quiere cambiar― están ahí, para la posteridad.

Estos profetas han prometido que Petro nos convertiría en Venezuela. Pues bien, si se mira con un poco más detenimiento, son ellos, derechas uribistas y antiuribistas, quienes están llevando a Colombia por ese derrotero. La primera estrategia ―en la que se incluye lo de loco drogadicto y a la vez líder narcotraficante― es presentar a Petro como un dictador. Y lo hacen contra toda evidencia razonable, puesto que ni la dictadura más dictablanda permitiría ―a diferencia del Gobierno― una oposición tan criminal como la que hay hoy en Colombia, basada en mentiras, calumnias, verdades a medias, noticias falsas, incitaciones al odio y a la violencia y, como si fuera poco, conspiraciones golpistas.

La segunda estrategia es comportarse como las derechas apátridas venezolana y cubana, exiliadas ―y también autoexiliadas― en Estados Unidos. Esta estrategia también es mendaz, puesto que el Gobierno no persigue a ningún uribista ni a ningún derechista antiuribista, a menos que contemos, por supuesto,las investigaciones judiciales en contra de delincuentes, que abundan en una de esas dos corrientes, pero de las que tampoco se libra la otra. En cambio, algunos derechistasantiuribistas han tenido que exiliarse porque los ha perseguido Uribe o alguno de sus tres gobiernos en interpuesta persona. Sin embargo, ambas corrientes pretenden que la situación colombiana es, en lo tocante a la relación entre el Ejecutivo y sus opositores,más o menos, la misma de Venezuela y Cuba. 

Es urgente aclarar otro engaño que ha estado ahí agazapado, pero que ha surgido con cierta espectacularidad tras la miserable entrevista de Coronell al presidente Petro. Se trata de la idea de que reconocer la mala fe y la canallada de dicha entrevista y otras muchas acciones del comunicador es acusarlo a la vez de uribista. Idea absurda y ridícula, creíble solo y de forma muy retorcida en el mero plano de las «narrativas». Seamos claros: Daniel Coronell no es uribista. Pero es un biempensante de derechas. Es derecha antiuribista, corriente que, además, es tan furibunda, recalcitrante e incendiaria en su odio contra Petro como el uribismo más extremo. El hecho de que alguien sea periodista ―incluso si es exitoso y si con su periodismo ha contribuido al bienestar social― no excluye ni es contradictorio con la militancia de derecha ―en todas sus gradaciones―. Coronell no saldrá a la calle armado con un bate para intimidar ciudadanos, pero aprovecha el prestigio de sus investigaciones para actuar como un opinador rastrero, engañar y confundir a la opinión pública y contribuir al derrocamiento de una opción política legítima y democráticamente elegida.

La verdad es que sujetos, colectivos y acciones se alinean en contra del presidente, del Gobierno y de la sociedad que lucha por un cambio. Son muchas fuerzas. Hoy hablé de dos: la derecha antiuribista y la extrema derecha ―uribista casi toda―. Pueden ser muy periodistas, pueden ser muy políticos biempensantes, moderados y bien hablados,pero la verdad incontestable es que empujan en la misma dirección.

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