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Todo un maestro en el arte y en la vida. Por Carlos Salas

Publicado 28 nov. 2024

"Aunque eso de que le llamen “Maestro” no es de su agrado y que con mucha urbanidad diga a su interlocutor que preferiría que no lo hiciera, no deja de ser paradójico cuando de quién se trata es del Maestro David Manzur." Te invitamos a leer el texto Todo un maestro en el arte y en la vida, escrito por Carlos Salas sobre el maestro David Manzur. 

Todo un maestro en el arte y en la vida
Por Carlos Salas

Aunque eso de que le llamen “Maestro” no es de su agrado y que con mucha urbanidad diga a su interlocutor que preferiría que no lo hiciera, no deja de ser paradójico cuando de quién se trata es del Maestro David Manzur. Y es como Manzur que se le reconoce con inmediatez de igual manera que a Picasso porque, tanto el uno como el otro, no tienen igual en el arte y no hay quien se les asemeje; por lo que decir Picasso o decir Manzur es tan claro y neto que no se presta a confusiones.

Manzur ya era Manzur cuando adolescente quise aprender a pintar, lo que significaba aprender las técnicas del óleo. Decir pintura era decir óleo -aunque ya un pintor en Colombia había creado una fábrica de pinturas acrílicas vendidas en el tradicional tubo tan característico de las pinturas al óleo- y si se quería tomar clases de pintura no había mejor lugar que el taller de Manzur. Estoy hablando de más de cincuenta años atrás lo que podría ser motivo de asombro si no fuera porque con Manzur así son las cosas. Decir que para esa época el ya maestro Manzur contaba con cerca de cuarenta y cinco años pero que aparentaba veinte no nos debe extrañar siendo que el paso de los años no es igual para él que para el común de los mortales. Con sus noventa y cinco continúa una actividad frenética en su taller de Barichara acompañado por Felipe.

A Manzur lo vine a conocer hace veinte años apenas.  Mi timidez me impidió asistir a su escuela, cosa que a veces lamento y a veces no porque, no tengo duda alguna, hacerlo habría cambiado el rumbo que mi pintura siguió.

Escribo desde la terraza del Riad en Essaouira donde estoy hospedado con mis hijas. No son pocas las cosas que me han hecho pensar en Manzur en mi viaje a Marruecos. Pienso que el azul del cielo con su transparencia es el mismo que de niño fue su techo en los años que pasó en Guinea Ecuatorial. Me imagino al pequeño David contemplando en las tardes este mar que es el mismo que se nos ofreció ayer en un atardecer como no había visto nunca. Las olas golpeando las rocas y un sol rojo que se ocultaba parsimoniosamente. Lejos de su Neira natal pero cerca de sus orígenes fue donde se comenzó a condensar el perfume de sus obras y ese misterioso mundo lleno de fábulas con santos y dragones. “Juego de tronos”, la famosa serie, filmó secuencias en el lugar en donde contemplamos maravillados ese atardecer soportando un frío viento, tan intenso como invisible, que podría ser el de las atmósferas manzurianas, termino que al escribirlo me suena tan cursi pero que debería añadirse al diccionario como también el de picassiano o el de boteriano, para hacerle justicia a su contemporáneo.

No es solo en el cielo, por estas tierras veo los azules de Manzur y también sus oxidados colores en la arquitectura, en la naturaleza y en los trajes de este pueblo musulmán. Sin duda prefiero esas evocaciones manzurianas a las picassianas y mucho más que a las boterianas. Si la pintura enriquece nuestras percepciones que sea de la mejor manera, aunque, tanto unas como otras, van tomando un lugar según lo que percibimos, pero especialmente según nuestro estado de ánimo y lo que ronda por nuestra mente, siendo así que se construyen los sentimientos.

Conformarme con conocerlo por sus obras sin conocerlo personalmente, habría podido ser mi destino si no fuera por esos siniestros juegos del devenir. El fundar una galería y una revista de arte fueron escalones en el juego de escalera que me plantea la vida en el que subo o ruedo como la ficha en el tablero. Los espacios irregulares de otro maestro, pero de la arquitectura, y excelente dibujante, Salmona, a quién también suena raro eso de salmoniano así haya hecho escuela con su arquitectura llena de rectas y curvas de ladrillo y concreto, de palmas de cera y pimientos, los adecué sin que tuviera la mínima idea que irían a acoger al San Sebastián, obra maestra de Manzur cómo me atreví a calificarla en una publicidad de página entera en una reconocida revista.  ¿Cómo prever que una obra que fue robada estando apenas esbozada y firmada a la fuerza por un Manzur con un revólver en la sien, luego milagrosamente rescatada y trabajada durante una decena de años por su autor en su taller al que adecuó con andamios y espejos móviles, me iba a ser propuesta para exponerla en Mundo? Motivado a darle fin como un torero al toro por haber sido adquirida, con la condición de entregarla lista, por un dealer que muy hábilmente propuso que mi galería la expusiera sabiendo que contaría con una revista y vería su recién adquirida obra en portada. Así fue como tuve el privilegio de conocer de cerca el mundo misterioso y fascinante de un artista como pocos.

En Mundo tuve la oportunidad de conversar con Manzur, sería más correcto decir de escucharlo. Cuando se anima le brotan las palabras con facilidad y su prodigiosa memoria sale a la luz. Abro un paréntesis: Me acabo de enterar, acá en la terraza del Riad, pero esta vez en La Medina de Marrakech, después de una angustiosa noche propiciada por el misterio que encierra cada rincón del laberinto de estrechas calles que se asemeja a los de mi mente, de que en su discurso en Artbo, donde lo homenajearon, no tuvo pelos en la lengua para decirle a la arrogante por consentida, María Paz Gaviria, lo que bien merecido tenia. Tanta hipocresía en el arte y en la política no amilana a Manzur, nunca ha sido perita en dulce. Cierro el paréntesis y continuo: Recuerdo que nos invitaron a un conversatorio en el Teatro Municipal. Si acaso dije una o dos frases, el resto fue escuchar sus historias llenas de recuerdos apreciaciones y reflexiones profundas. Para ese momento nos interesamos en hacer lo que se llama ahora un Podcast con un experto que se quedó en una causa perdida como también se perdieron los mini casetes en los que grabamos con la periodista de Mundo horas y horas de sus relatos. Pero fue cuando me pidieron que hiciera el montaje de dos de sus San Sebastián, en La Dorada cuando pude escuchar sus anécdotas tan llenas de humor de sus vivencias con colegas, Grau, Ramírez Villamizar y otros, con presidentes de Colombia y otros países, con escritores famosos y hasta políticos de todas las clases de esa particular fauna. ¿Quién podría imaginar un suceso como el de la llegada de dos obras maestras a un pueblo sin vinculo con un mundo artístico tan centralizado? Resulta que el propietario del San Sebastián expuesto en Mundo había adquirido otro de tamaño similar, anterior al mencionado arriba, de tonos claros con fondo azul, y quería darse el lujo de llevarlos a su pueblo. Supe luego que fue exigencia de Manzur el que yo fuera el montajista y tenía sus buenas razones. De la exposición en Mundo quedó muy gratamente sorprendido del efecto del San Sebastián en el espacio. Ya le había escuchado la historia del dealer newyorkino que acostumbraba mostrar una sola obra y para ello hacía una escenografía para los coleccionistas invitados. Ubicados en sus sillas y a oscuras, los invitados eran sorprendidos cuando la luz comenzaba a subir de intensidad iluminando la obra escogida para la ocasión, la que siempre encontraba comprador. Por mi parte me ocupé de hacer algo similar pintando las paredes de negro e instalando el gran cuadro, que coincidía en su altura con la del espacio, pero sin poder lograr la correcta iluminación. Fue solo cuando vi el reverso de la obra que descubrí unas instrucciones del mismo Manzur referidas a la manera de iluminarlo. Era muy sencillo, una lámpara de ciertas condiciones colocada en el piso a una distancia determinada. Fue mágico, San Sebastián surgió de la oscuridad causando un impacto emocional. Y fue tan real que no faltó quien llorará al contemplarlo.

Viajé a La Dorada a decidir el espacio de exposición de las dos obras, me tenían varias opciones: un centro cultural, un museo municipal y espacios por el estilo que ni de lejos cumplían con las condiciones las que fui descartando una a una. Ya sin esperanzas de encontrar un espacio digno me comentaron que Bavaria acababa de donar al municipio las bodegas que daban contra el río entre las que se encontraba un inmenso galpón abandonado, y vi con claridad que sería el espacio ideal. Propuse que se construyeran enfrentados dos cubos de 4 metros de lado cada uno y que sus paredes y cielo razo se pintase uno de negro y el otro de blanco. Con Manzur hicimos el peregrinaje para contemplar sus obras en un lugar que hacía pensar en Macondo. Ahí comprendí como el Manzur que protagonizaba sus relatos con encuentros con personajes rimbombantes de la política  y de la cultura que alcanzó a mencionar en sus historias relatadas con su agradable manera en un tono de voz apacible que lo caracteriza como buen narrador, no era en nada diferente al que dispensada a las personas sencillas que se acercaban a saludarlo como el joven vendedor al que le preguntó sobre una memoria USB que necesitaba haciéndolo sentir todo un experto en informática. Porque Manzur es generoso y nada arrogante, lo que marca la diferencia con algunos de sus artistas contemporáneos, ellos sí autodenominados Maestros, a los que les ha sobrevivido, aunque para su valoración artística falta el juicio de la historia, que, para Bacon, el pintor, se toma como mínimo cincuenta años.

Los años en Manzur se comprimen y se dilatan como si fueran un acordeón. A un reciente artículo en el que mencioné a Guinea Ecuatorial me respondió así:

“Buenos días querido Carlos leí con interés como siempre tu columna 
Nací en Neira pero me crie en la Guinea Ecuatorial cuando era Guinea Española. La isla grande era Fernando Poo, hoy Bioco, y la capital era Santa Isabel, hoy Malabo, y la parte continental, Bata y dos pequeñas islas: Annobon y Corisco parecidas a nuestra Providencia. En 1936 vi hundir un barco cargado de republicanos en Bata y en 1939 estalló la guerra Mundial y me mandaron a las Canarias, pero volví a Santa Isabel, la capital de Guinea, y en el colegio de Claretianos estudiaba también un niño menor que yo, se llamaba Teodoro Obiang, hoy “presidente Obiang”. Dictador Férreo y cruel de un pequeño, pero poderoso País Petrolero.”

Al leer por WhatsApp esa corta, pero llena de evocaciones, respuesta a mi artículo me causo asombro, aunque ya le había oído mencionar recuerdos de su infancia, me llegaron a la mente imágenes de sus obras comprendiendo que están impregnadas de su historia personal. Y eso no solo ocurre con aquellas que son ilustraciones como sus San Jorge y el dragón o las fantásticas Transverberaciones, sino que también las abstracciones de sus inicios realizadas a partir de su encuentro con el constructivista ruso Naum Gabo no dejan de ser narrativas. 

Así son las cosas con Manzur. Aparte de ser un Maestro en su arte lo es también en la vida. Maestro se le dice a quien tiene un profundo conocimiento y lo sabe transmitir. Manzur no hizo escuela, tal vez porque su obra no es clasificable y lo mejor de ella está en regiones a las que no se acceden con facilidad.

P.S.: Me atreví a interrumpir nuestra charla en la cena en una antigua y en el pasado lujosa casa en la Medina de Marrakech, ciudad en donde en su arquitectura, como en un rompecabezas, se acomodan casas y pequeños locales, ricos y pobres, artesanos y comerciantes, para leer un aparte de este artículo y la respuesta de Manzur a un mensaje que le envié con referencia al asunto de Artbo junto a un vídeo de la playa de Casablanca. Le escribí:

-Excelente jalón de orejas a la por demás arrogante por malcriada María Paz Gaviria. 
Solo un valiente enfrenta a ese poder híbrido entre política y arte. Me quito el sombrero.

Me respondió:
-Querido Carlos que maravilla de foto o de video en el cual como en tus cuadros las gaviotas parecen signos misteriosos que te dicen píntanos y úsanos en tus cuadros, te felicito por tu exposición, te felicito por que estas allá y no en este Culebrero, por otra parte, no creas yo, a mi vez, me he tenido que encarar porque parece que…”

Mis hijas me aconsejaron consultarle a Manzur si no tenía inconveniente en que se publicara. Su respuesta fue que omitiera los comentarios que me hizo confidencialmente acerca de las personas en cuestión, cosa que me extrañó. No soy cuidadoso en ese aspecto y no han faltado quienes me lo reprochan, pero cuando se trata de un personaje de la importancia de Manzur considero que sus opiniones tienen una mayor importancia que la de cualquier fulano, cuidándome en no caer en una falacia ad verecundiam. En un mundo en el que las comunicaciones marcan nuestra existencia en niveles nunca imaginados por mi generación, y en el que el mar de información hace que hasta lo más relevante se confunda con lo más trivial, lo que dicen los Maestros debería ser resaltado.

Mi hija me mostró por Instagram lo que dice una joven señora pretendiendo descalificar las opiniones de Manzur sobre el mismo asunto, bajo el argumento de que él ha sido parte de la institucionalidad y de que su obra es “afectada”. Pareciera que quisiera ganar, esta señora, indulgencias con Ave Marías ajenas.

Ahora, ya de regreso en el avión a Bogotá, termino mi artículo. Después de recorrer un largo camino iniciado y terminado en Casablanca en el que pudimos visitar un país extraordinario, me reafirmo en mi aprecio a la obra y a la persona de David Manzur. La riqueza artística de un pueblo se construye en un juego entre lo regional y lo universal, entre el pasado y el presente, entre la tradición y la innovación. No podemos caer en esnobismos y pretender que siguiendo paradigmas de la post post post modernidad, lo que algunos llaman todavía arte contemporáneo, estaremos en la movida.
 

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