Aves urbanas, víctimas colaterales del uso indiscriminado de plaguicidas
Aves urbanas, víctimas colaterales del uso indiscriminado de plaguicidas
La utilización indiscriminada de varios plaguicidas químicos —cuyo uso en las ciudades busca preservar la salud pública y la sanidad ambiental—, se ha convertido en uno de los principales enemigos de las aves que también habitan en las urbes. Analistas de la UdeA, advierten que a esta problemática se suman la falta de protocolos de atención, las debilidades en la regulación de sustancias y el poco cuidado en la disposición de las basuras.
Torcaza caminera —Zenaida auriculata— es una presencia común en las áreas urbanas del Valle de Aburrá. Foto: Sociedad Antioqueña de Ornitología —Sao— / Tomada de https://sao.org.co.
Son múltiples las circunstancias que pueden explicar la enfermedad o la muerte de un ave que tiene por hábitat los árboles, terrazas y demás espacios de una ciudad como Medellín. Sin embargo, en la actualidad, ambientalistas, biólogos y otros expertos en áreas relacionadas vienen llamando la atención sobre los daños colaterales que el uso indiscriminado de plaguicidas, tanto en hogares como en empresas, está provocando en la avifauna urbana.
La cotidianidad de un pájaro no solo está plagada de vuelos y canturreos inocentes, su supervivencia en la ciudad también está sometida a riesgos y trampas. En un caso fortuito, el trozo de pan que alguien arrojó en la basura y que el ave aprovecha como alimento, puede contener un elemento tóxico que la enferma o acaba con su vida. En escenarios más dramáticos, esos desencadenantes catastróficos pueden estar asociados al consumo de una rata o cucaracha que fue envenenada con un método químico para el control de plagas.
«Se ven afectadas todo tipo de especies, pero las aves están en primera plana porque muchas cazan insectos, y su equilibrio alimentario depende de ellos. Al consumirlos, están tragando todo lo que con ellos viene, incluidas las sustancias de fumigación que se utilizan para controlar su sobrepoblación, con elementos letales que justamente causan la muerte a chinches, arañas y ratones, entre otros de los más apetecidos por la avifauna», explicó Natalia Franco Montoya, profesora de la Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad de Antioquia.
De acuerdo con la docente, el tracto digestivo de la avifauna no siempre soporta los niveles de toxicidad de ciertos productos con fines plaguicidas e insecticidas, como los que contienen organofosfatos, carbamatos y diclorobencenos, y cuya aplicación suele hacerse en diversos espacios como en techos y zonas comunes y abiertas, tanto de edificaciones residenciales como para la producción empresarial, lo que supone una mayor exposición para la avifauna, afectando con mayor regularidad a murciélagos, búhos y palomas, que son las especies que más consumen animales vivos o muertos.
El búho rayado —Asio clamator— es uno de los especímenes de avifauna que habita el Valle de Aburrá. Foto: Fernando Javier Cediel Martínez.
Según la docente Franco Montoya, se trata de sustancias letales, ingeridas en dosis muy altas y que actúan casi de inmediato, a lo que se suman la falta de un protocolo de atención para estos casos y las falencias en la disposición de las basuras en centros urbanos como Medellín y Bogotá. «Muchas especies de animales consumen los desechos, a veces, incluso, generando más residuos, por eso aparecen en las calles ratones, cucarachas y demás animales que los humanos llamamos “alimañas”, pero que la avifauna ve con otros ojos: son su principal fuente alimentaria», advirtió Juliana Ríos Barberi, ingeniera biomédica y coordinadora del Programa de Protección Jurídica a los Animales de la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas de la UdeA.
Ríos Barberi, quien también es directora de la Red de Ayuda a los Animales —Raya—, señaló que los efectos de los pesticidas pueden incluso afectar a los huevos de las aves. Existen estudios internacionales que muestran que pesticidas como el dicloro difenil tricloroetano —DDT— desmejoran la cáscara de los huevos en las aves y, con ello, se desbalancea la reproducción, ya que disminuyen considerablemente los nacimientos.
El Instituto Colombiano Agropecuario —ICA— y el Ministerio de Salud y Protección Social son las instancias que regulan en Colombia el uso de plaguicidas, con especial enfoque en la prevención para la salud humana. En el Decreto 1843 de 1991 están dispuestas las recomendaciones en temas como la concentración de las sustancias, los límites de riesgo y la toxicidad. Sin embargo, a la hora de usar los productos, las personas no siempre revisan los componentes que ofrecen las empresas de fumigación que operan en cada territorio.
«Si las ciudades quisieran tratar efectivamente este problema tendrían que evaluar sus sistemas de fumigación, pero antes de eso —enfatizó Ríos Barberi—, deberían evaluar las falencias de sus sistemas de disposición y recolección de basuras porque son estas las que llaman a las denominadas plagas y de ellas sale la necesidad de reducirlas o exterminarlas», y explicó que esta situación genera un efecto mariposa en el cual una pequeña acción afecta un sistema completo.