Opinión

Desde hace varios años, en múltiples universidades internacionales y nacionales, mujeres de voz valiente  —en términos de bell hooks (1)— han tenido el coraje de desafiar una diversidad de barreras para denunciar las violencias basadas en género —VBG—.  Esta lucha ha comenzado a generar mayor sensibilidad para identificar formas de violencia que fueron silenciadas y normalizadas en una sociedad caracterizada por la dominación masculina. Sin embargo, también ha desatado la ira de los guardianes del orden patriarcal, como, en efecto, se deja ver en la situación que narro a continuación. 

El pasado 17 de abril circuló en las redes sociales un video que se hizo bastante viral y que muestra una fuerte agresión verbal y sicológica por parte del profesor Carlos Medina en contra de la profesora María Luisa Rodríguez, cuando ambos se encontraban en una reunión de profesores de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales y Políticas de la Universidad Nacional —FDCSP— (2). Quiero manifestar mi solidaridad con la profesora María Luisa Rodríguez y con las mujeres que hayan sido afectadas por violencias basadas en género, así como mi firme rechazo a la actitud violenta, y reiterada, del profesor Medina Gallego.

Esta cadena de violencias se inició con actos de acoso en contra de la profesora Rodríguez por parte de un profesor norteamericano en 2017 y continuaron posteriormente, cuando, al interponer la denuncia respectiva ante las universidades involucradas, la profesora se encontró con un conjunto de rechazos, encubrimientos y trabas por parte de funcionarios de la Universidad Nacional (3). Pero, además de este caso, también se han presentado episodios de VBG en contra de funcionarias administrativas y de estudiantes por parte de otros profesores. En estas situaciones, la respuesta de la UN ha sido igualmente cuestionada por su silencio o pasividad (4). 

A lo largo de estos años, tanto la profesora Rodríguez, como quienes han intentado denunciar de manera valiente los casos de VBG, han encontrado barreras casi infranqueables. En un principio no existía un protocolo y ni rutas adecuadas para el trámite de las denuncias. Adicionalmente, se agregan otros obstáculos, como:  la indolencia burocrática de funcionarios sin formación en temas de género que banalizan el sufrimiento de las denunciantes;  la disposición cultural de orden patriarcal que ha normalizado las VBG; y  la existencia de redes de lealtad integradas por personas cómplices, indiferentes o indolentes, que terminan protegiendo a los agresores y dejando inermes a las víctimas de estas violencias, entre otros.  

Esta situación deja ver una enorme brecha entre un conjunto de violencias de carácter epistémico, institucional y cultural que generan un profundo sufrimiento y vulnerabilidad en las víctimas de VBG, y el lenguaje formal y racional de un derecho que ha sido pensado y aplicado desde las premisas culturales y políticas de la dominación masculina. ¿Qué pueden hacer entonces las universidades para responder adecuadamente a las VBG y despatriarcalizar sus prácticas?  Es crucial que las universidades, entre ellas la UN, se comprometan en adoptar políticas públicas y reformas normativas desde una perspectiva de género. Sin embargo, ello no es suficiente. Las reformas institucionales deben estar acompañadas de procesos de transformación cultural y política. 

Debido a la existencia de tantas barreras —políticas, culturales, e institucionales—, las activistas y quienes tratamos de promover masculinidades sensibles, vemos la necesidad de construir otros sentidos sobre el derecho; nuevos repertorios de denuncia, divulgación y reflexión basados en estrategias mediáticas y culturales. Para mencionar un ejemplo, si la sociedad no hubiera conocido el video mencionado inicialmente, prácticas violentas —como la demostrada por el profesor Medina Gallego— continuarían cubiertas por el manto de silencio. 

Ante esta situación, celebro que los estudiantes levanten sus voces de manera valiente en contra de estas violencias y exijan respuestas por parte de las autoridades de la FSCSP, como se puede ver en un video publicado en Instagram (5). En cuanto a los profesores, creo que debemos ser más humildes y reconocer que el proceso de despatriarcalización de la sociedad y de la academia exige una actitud autocrítica sobre nuestra subjetividad política, sobre la necesidad de reconocer nuestras responsabilidades en la reproducción de las VBG y sobre la necesidad de transformar el patriarcalismo estructural que nos habita.

Finalmente, se abre entonces una ventana de oportunidad para que la Universidad Nacional —y todas las universidades— tomen en serio los derechos de las víctimas de las VBG. Ello implica poner el tema en la agenda pública, adoptar decisiones orientadas para que la prevención, protección y reparación de las mujeres víctimas de VBG se convierta en una práctica efectiva y, tomar decisiones para que agresiones como las cometidas por el profesor Carlos Medina, no se repitan.

Referencias: 
1. Ver, hooks, bell. (2022). Respondona. Pensamiento feminista, pensamiento negro. Barcelona. Paidos. 
2. Ver, https://www.youtube.com/watch?v=DUDi8IdY2kM 
3. Ver, https://www.sinpermiso.info/textos/colombia-a-la-universidad-nacional-le-falta-compromiso-con-su-politica-de-genero-entrevista 
4. Ver, https://www.youtube.com/watch?v=_PKOHxhwXb0 
5. Ver, https://www.instagram.com/reel/C59VxunLLzj/?igsh=MXE3NXdueHF4ZmRlZA%3D%3D
 

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Notas:

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