Opinión

La conciencia de clase, entendida como la comprensión que tienen los individuos de su posición en la estructura socioeconómica, ha sido históricamente un tema complejo en Colombia. En un país marcado por profundas desigualdades y una historia de conflicto, el despertar de la conciencia de clase se entrelaza con dinámicas de polarización política y transformaciones sociales.

El ascenso de Gustavo Petro a la presidencia en 2022 marcó un hito en este sentido. Como señala Libardo Sarmiento, «Petro encarna la llegada del pensamiento de izquierda asegurando con convertirse en la promesa del cambio, su arribo al poder político en agosto pasado representa un logro parcial de una conciencia de clase avizorada desde su llegada como alcalde de la capital de la República» —Sarmiento, 2024—. Este triunfo electoral reflejó el despertar de una conciencia social entre sectores históricamente marginados.

Sin embargo, sería ingenuo asumir que este proceso ha sido uniforme o carente de contradicciones. La polarización política se ha intensificado, con sectores de derecha movilizándose en oposición al gobierno. Como advierte Sarmiento, «Duque enterró la derecha y Petro la resucitó» —2024—. Esta dinámica refleja las tensiones inherentes al despertar de la conciencia de clase en un contexto de profundas divisiones sociales.

Los datos sobre cultura política en Colombia arrojan luz sobre estas complejidades. Según la Encuesta de Cultura Política del Dane, en 2023 «el 49.7 % de los colombianos mayores de 18 años considera que en Colombia se le garantiza los derechos humanos» —Sarmiento, 2024—. Esta cifra, aunque mejorada respecto a años anteriores, revela un escepticismo persistente sobre la capacidad del Estado para garantizar derechos fundamentales.

La conciencia de clase se manifiesta también en las preferencias ideológicas. Sarmiento señala que «en 2023, los mayores de 18 años sin preferencias políticas representan el 22.1 %» —2024—, lo que indica un aumento en la identificación política. Sin embargo, las opciones de centro y derecha siguen siendo predominantes, lo que sugiere que el despertar de la conciencia de clase no se traduce automáticamente en un giro masivo hacia la izquierda.

Es crucial entender que la conciencia de clase en Colombia no se limita a divisiones ideológicas tradicionales. Como argumenta Elizabeth Otálvaro, fenómenos culturales como el ascenso de Karol G reflejan y refuerzan identidades de clase: «Karol G me hace pensar en todo esto. Su forma de hablar, de verse, de perrear en tarima, de interactuar con sus públicos, así como sus fans llenas de brillo y la descarga de pólvora en su show, son un recordatorio de mi pertenencia, de mi identidad y de mi clase social» —Otálvaro, 2023—. Esto subraya cómo la conciencia de clase se construye también a través de expresiones culturales y estéticas.

La polarización política, frecuentemente confundida con el despertar de la conciencia de clase, merece un análisis crítico. Santiago Silva argumenta que «la polarización actual no parece de ideas —por lo menos no en la mayoría de los casos—, sino de poderes, de lealtades y de liderazgos personales» —Silva, 2017—. Esta observación sugiere que parte de lo que se percibe como polarización ideológica puede ser en realidad una manifestación de luchas de poder dentro de la élite política.

El desafío para Colombia radica en canalizar el despertar de la conciencia de clase hacia transformaciones sociales constructivas, evitando caer en una polarización estéril. Como señala Silva, «la polarización no es, necesariamente, negativa para la democracia, sino únicamente cuando en los enfrentamientos las ideas no están presentes» —2017—. El reto es, por tanto, elevar el nivel del debate público, centrándolo en ideas y propuestas concretas para abordar las desigualdades estructurales.

La academia y los movimientos sociales tienen un papel crucial en este proceso. Deben contribuir a «elevar el debate público, un escenario que es, al final, vehículo de cambio social» —Silva, 2017—. Esto implica no solo analizar las dinámicas de clase, sino también proponer alternativas viables para una sociedad más equitativa.

En conclusión, la conciencia de clase en Colombia se encuentra en un momento crítico de evolución. El gobierno de Petro y los movimientos sociales recientes han despertado expectativas de cambio, pero también han intensificado las tensiones sociales. El verdadero desafío radica en transformar esta conciencia emergente en un proyecto de país que trascienda las divisiones superficiales y aborde las raíces de la desigualdad.

Como sociedad, Colombia debe aspirar a un debate público que, sin negar las diferencias de clase, busque puntos de encuentro para construir una democracia más inclusiva y justa. Solo así el despertar de la conciencia de clase podrá traducirse en transformaciones sociales significativas y duraderas, superando la trampa de una polarización improductiva.

Referencias.
Sarmiento, L. (2024). Colombia: cultura política, polarización y democracia. Nodal. https://www.nodal.am/2024/05/colombia-cultura-politica-polarizacion-y-democracia/
Otálvaro, E. (2023). «La Bichota» reforzó mi conciencia de clase. Mutante.https://mutante.org/contenidos/la-bichota-reforzo-mi-conciencia-de-clase/ 
Silva, S. (2017). Polarización en Colombia: superar mitos y aceptar realidades. Eafit. https://www.eafit.edu.co/medios/eleafitense/106/Paginas/polarizacion-en-colombia.aspx
 

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