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¿Para dónde vamos en la universidad colombiana?

19/02/2016
Por: Eufrasio Guzmán Mesa, profesor Instituto de Filosofía, Universidad de Antioquia

"...¿Hay algo que podamos hacer? La opinión publica empieza a forjar la idea de que se trata de un fracaso en la idea de que los profesores somos capaces de moldear la universidad para que cumpla su papel, ojalá que esa idea vincule ese fracaso a lo generacional y no a lo orgánico..."

Lo que tenemos da nostalgia, tristeza y hace posible y hasta necesaria una decisión de fondo con la universidad pública en Colombia. Quizás es el momento de evaluaciones realistas y  reorientaciones radicales. Los mismos mecanismos de ponderación de programas e instituciones han perdido parte de su dinámica y se han convertido en formalismos y besa manos alejados del sentido original.

Ya la universidad privada desplaza con amplitud y seguridad  a la pública y obtiene los mejores resultados, muchos de los buenos estudiantes y parte significativa de destacados profesores e investigadores.  De seguir esta tendencia en pocos años tendremos un escenario que no permitirá ningún optimismo y le indicará el camino a los mandatarios de cómo aplicar mejor los limitados recursos. Así como muchas de las escuelas públicas del país afrontan el microtráfico, la inseguridad y la muy baja calidad igual las universidades publicas parecemos asediadas por fenómenos análogos y con un agravante, desactualizadas, desorientadas en déficit de norte nos sumimos en la impertinencia y la baja calidad.

En la UdeA lo que tenemos es una administración que al parecer llega al poder sin ideas, sin proyecto de universidad y sin un suficiente equipo humano competente y lo que se le ocurre es cambiar el examen de admisión, contrariando toda evidencia e imponiendo la idea de que el mismo examen tiene un carácter predictivo sobre el desempeño y la deserción.

Por ese solo error epistemológico y por esa ausencia de ideas y metas ya merece una sanción social que está en curso. Pero no sólo ese error inicial es visible, a los pocos meses de gestión había logrado deteriorar su relación con todos los gremios de la Institución. El panorama es desalentador. Estudiantes que sostienen un paro por 5 meses, sin objetivos centrales diferentes a obligar a un retroceso en una decisión tomada sobre el examen de admisión.

Al interior del estudiantado una camarilla minoritaria de radicales destruyendo cada tanto unos molinetes, parando la universidad por medio de la violencia y el terror y en total aislamiento frente a  la coyuntura y sus deberes históricos. Gremio profesoral, miope, pesetero, embelesado con su “re descubrimiento” del papel protagónico que puede tener pero que se concentra en los pesos de las bonificaciones y en solicitudes de que se lo excepcione de los pagos por ley en casos de incapacidades.

Casi parece una conciencia de su enfermiza incapacidad real para sacar adelante la universidad. Un gremio profesoral sin idea de su responsabilidad social, sin conciencia de su liderazgo en el impulso a la universidad, sin sentido del momento histórico es ya un lastre muy pesado.

Todo esto en una atmósfera de ausencia de sentido y malas prácticas; investigadores de alta calidad y productividad enganchados a proyectos inexistentes o a grupos cansados o dormidos en los laureles; estudiantes que entran mal, sin inducción orgánica a unos programas desactualizados, anacrónicos e impertinentes, dirigidos por unos profesores muy calificados pero no para formarlos sino para hacer carrera en un trayecto de "realizaciones" científicas, estímulos por productividad y cero compromiso con la cultura y la educación.

¿Hay algo que podamos hacer? La opinión publica empieza a forjar la idea de que se trata de un fracaso en la idea de que los profesores somos capaces de moldear la universidad para que cumpla su papel, ojalá que esa idea vincule ese fracaso a lo generacional y no a lo orgánico que se plasma en los estatutos, pero es visible una falta de imaginación, una ausencia de compromiso con la sociedad y el momento histórico y una deformación del proyecto autonómico de su modelo actual.

Pero lo más neurálgico quizás es la ausencia que acusamos todas las universidades para pensar la sociedad. La universidad tiene un papel especialmente neurálgico en la implementación de las comprensiones intelectuales e indirectamente en la cualificación de la cultura. Tanto ella como la sociedad misma debe encarar la tarea de investigar y atender los sistemas de pensamiento.

Cada vez es más claro que es urgente participar en los procesos de comprensión y en la tarea de hacer conciencia de la necesidad de operar sobre los sistemas de pensamiento, las percepciones del mundo, y la creación de nuevos lenguajes, como base de toda estrategia de largo plazo, es decir estrategias no meramente políticas, coyunturales y paliativas.  Pero  seguimos insistiendo  en traer  a quien  nos establezca el sentido  o repetimos sin cesar fórmulas desgastadas y  obsoletas.


Nota

Este es el espacio de opinión del Portal Universitario, destinado a columnistas que voluntariamente expresan sus posturas sobre temáticas elegidas por ellos mismos.  Las opiniones aquí expresadas pertenecen exclusivamente a los autores y no reflejan una opinión o posición institucional de la Universidad de Antioquia.

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