La ola de maldad en Colombia
La ola de maldad en Colombia
« ...Hoy en día el mal parece haberse naturalizado, es replicado por las masas, ejercido la mayoría de las veces por personas que aparentemente son normales, hasta ocupan posiciones... »
Colombia ha sido reconocido como uno de los países más violentos del mundo (Colprensa, 2016). Leer este titular hoy resulta paradójico porque luego de los acuerdos de paz logrados entre el Estado Colombiano y la guerrilla de las FARC se esperarían actitudes de cambio en favor de la paz y la convivencia.
Aunque se han conseguido avances en materia social, parece que en nuestro país los hechos atroces no cesarán y, en cambio, toda la crueldad se expandiera tal como si en el territorio existiera una ola de maldad, que se reproduce debido a la “idiotez moral” de los ciudadanos. De acuerdo con Bilbeny (1995) el idiota moral es la persona que, estando capacitada para hacerlo, no realiza un juicio práctico, no reflexiona ni logra usar la capacidad de pensar.
Para comprender la magnitud de la ola, basta con levantar la mirada y observar qué hay alrededor: violencia, pobreza y desigualdad, entre otros. En todo caso, encontraremos que la realidad del contexto colombiano contiene algunas condiciones que según Fromm (1964/2015) conducen al síndrome de decadencia: la distribución inequitativa de los recursos físicos, la escasez de recursos psicológicos y culturales, acompañada de la injusticia donde hombres y mujeres son usados como fines para los intereses de otros, además, la enorme dependencia de los ciudadanos a la economía del Estado.
Igual importancia que las condiciones anteriormente mencionadas tiene un gobierno que ha pretendido implantar un régimen totalitario, donde líderes sociales y opositores políticos son señalados, amenazados y asesinados sistemáticamente por el simple hecho de pensar diferente. Este régimen, disfrazado de democracia liberal anula cualquier posibilidad de pluralidad (Todorov, 2002), y mientras castiga a los que son considerados criminales de Estado, se convierte en un Estado criminal.
Las condiciones impuestas por el régimen político colombiano se inclinan hacia la muerte, lo inorgánico y a la deshumanización de las personas, es decir, mantiene una tendencia necrófila como plantea Erich Fromm (1964/2015). Según este autor, necrofilia, significa literalmente amor a la muerte.
Se refiere a la atracción por todo lo que se aparta de la vida o va en contra de ella. Condiciones que se ven potenciadas por un régimen totalitario que se ha disfrazado de democracia liberal. Ahora, así como una gran ola crece en el mar gracias a las fuerzas de la naturaleza, la maldad en Colombia se reproduce debido a la indiferencia y a la apatía de millones de ciudadanos, quienes al repetir lo que otros dicen, no pensar ni hacer un ejercicio de reflexión, ignoran la banalidad del mal de sus acciones (Arendt, 1963/2013; Bilbeny, 1995), de este modo no ofrecen ninguna solución y siguen siendo parte del problema.
Hoy en día el mal parece haberse naturalizado, es replicado por las masas, ejercido la mayoría de las veces por personas que aparentemente son normales, hasta ocupan posiciones de poder y no son movidos por ninguna pasión perversa en particular. También, lo que es peor es que parece no existir alternativa al mal actual, pensamiento que resulta lógico teniendo en cuenta que la sociedad se empeña en reforzar a diario aquella idea a través de la difusión de una política del miedo en los medios de comunicación (Bauman y Donskis, 2019).
Igualmente, es grave que quienes creen en un posible cambio lleguen a ser considerados lunáticos, estos en el mejor de los casos terminan siendo ignorados y marginados sociales o, lo que es peor, como el caso de los líderes sociales en Colombia, son asesinados.
Asimismo, otra razón por la cual la ola de maldad prosigue en Colombia es porque los ciudadanos esencializan el mal, de acuerdo con Zimbardo (2008) esto significa creer que existen dos tipos de personas: unas que se consideran a sí mismas buenas y no contemplan el deber de preguntarse por su complicidad en los hechos donde se manifiesta el mal, mientras que hay otras personas que son consideradas malas por naturaleza, estas últimas son vistas como semillas malignas que deben seguir su destino y dar sus malos frutos; por lo tanto, los actos que cargan maldad son juzgados siempre desde una posición ajena y muy cómoda por la mayoría de personas.
A pesar de que la ola de maldad ya ha estallado ante la vista de millones de ciudadanos impasibles, el sacudón que produjo no ha sido suficiente para lograr un viraje. Finalmente, el mal se reproduce mientras es esencializado y creemos que no debemos cuestionarnos sobre la responsabilidad propia, además, el factor que más influye en la expansión de la crueldad en el país se debe a la indiferencia y apatía de millones de ciudadanos que se han convertido en idiotas morales, porque mientras exista la capacidad para pensar, pero no haya uso del pensamiento, reflexión ni conciencia de la responsabilidad en las acciones cotidianas, entonces en Colombia seguirá creciendo la ola de maldad.
Agradecimiento
Este ensayo junto a muchas reflexiones más, fue motivado por la profesora Sonia Natalia Cogollo Ospina en el curso Psicología de la maldad el 26 de julio 2019.
Referencias
Arendt, H. (1963/2013). Eichmann en Jersusalén. Bogotá: House Mondadori.
Bauman, Z. y Donskis, L. (2019). Maldad líquida. Bogotá: Paidós.
Bilbeny, N. (1995). El idiota moral: la banalidad del mal en el siglo XX. Barcelona: Anagrama.
Colprensa. (24 de febrero de 2016). Colombia es uno de los países más violentos del mundo según amnistía internacional. El Colombiano. Recuperado de https://www.elcolombiano.com/colombia/colombia-es-uno-de-los-10-paises-mas-violentos-del-mundo-GA3651945
Fromm, E. (1964/2015). Amor a la muerte y amor a la vida. En El corazón del hombre (pp. 39-74). México: Fondo de Cultura Económica.
Todorov, T. (2002). El mal del siglo. En Memoria del mal, tentación del bien. Indagación sobre el siglo XX (pp. 15-60). Barcelona: Península.
Zimbardo, P. (2008). La psicología del mal: transformación del carácter por la situación. En El efecto Lucifer (pp. 23-48). Barcelona: Paidós Ibérica.
Nota
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