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Opinión

ELN: ¿el comodín de Maduro?

01/09/2025
Por: Adrián Restrepo Parra. Profesor del Instituto de Estudios Políticos de la UdeA.

«El ELN aparece como un actor aliado del gobierno Maduro que podría ayudar a evitar la entrada de tropas extranjeras por la frontera colombiana y, llegado el caso, capacitar a las milicias Bolivarianas para desplegar una guerra de guerrillas si las fuerzas de EE. UU. invaden el país. Visto así, el ELN pareciera ser el comodín del gobierno de Maduro, es decir, que puede disponer de esta guerrilla según conveniencia».

Mientras el ELN se aleja del Gobierno colombiano al tomar distancia de la paz total, pareciera, por el contrario, acercarse cada vez más al gobierno venezolano de Nicolás Maduro, al punto incluso de ser considerado como parte de la estrategia de defensa de la Revolución Bolivariana.

Esta percepción ha tomado fuerza con los hechos de violencia en el Catatumbo que condujeron a un reposicionamiento del ELN en la frontera colombo-venezolana. Reafirmar el poderío del ELN en la frontera ha sido entendido como una manera indirecta de mantener control en más de 2000 kilómetros por parte del gobierno de Venezuela. El interés de Maduro por controlar la frontera con Colombia radicaría en evitar una posible incursión armada desde el país vecino.

La posibilidad de una acción de tal tipo ha venido cobrando fuerza en la medida en que EE. UU., bajo la administración Trump, asegura tener evidencia de la participación del Gobierno de Maduro en un cartel del narcotráfico designado el Cartel de los Soles. Esa denominación obedece a que estaría compuesto por altos mandos militares y también por políticos del régimen de Maduro, siendo él la cabeza de la organización. Bajo esos términos, el gobierno de EE. UU. ofrece una recompensa millonaria por Maduro y Diosdado Cabello.

Sumado a la recompensa, la administración Trump envió un destacamento militar cerca de las costas venezolanas. Con esa acción se agudiza el conflicto porque EE. UU. hace creíble la posibilidad de un asalto en territorio venezolano para ir, ellos mismos, por los capos. Ante estos movimientos, el gobierno Bolivariano ha actuado de distintas maneras: ha hecho llamados internacionales para preservar la paz, incluso invocando el papel de la ONU, organización de la cual el Gobierno Maduro ha descreído en reiterados casos; y, al mismo tiempo, ha llamado a sus ciudadanos a enlistarse para estar militarmente preparados para enfrentar la eventual ocupación gringa.

En tales circunstancias, el ELN aparece como un actor aliado del Gobierno Maduro que podría ayudar a evitar la entrada de tropas extranjeras por la frontera colombiana y, llegado el caso, capacitar a las milicias Bolivarianas para desplegar una guerra de guerrillas si las fuerzas de EE. UU. invaden el país. Visto así, el ELN pareciera ser el comodín del gobierno de Maduro, es decir, que puede disponer de esta guerrilla según conveniencia.

Sin embargo, debe considerarse que el ELN no es un objeto, sino un actor político y militar. En efecto, el riesgo de ser usado entra en las cuentas del ELN a la hora de hacer acuerdos con diferentes actores del conflicto. Los acuerdos políticos suelen ser el resultado de negociaciones, pero esos acuerdos, más en un escenario como el venezolano, que tienen como característica la inestabilidad, están sujetos al vaivén de los diversos intereses que entren en juego.

Por ejemplo, el traslado de tropas de Venezuela a la frontera ha sido justificada como necesaria para atacar a los grupos de narcotraficantes radicados allí. Con este tipo de acción Maduro estaría intentado desvirtuar las acusaciones de EE. UU. sobre la participación del gobierno venezolano en el narcotráfico. Pero mover tropas no es suficiente si esos movimientos no arrojan resultados.

Si realmente el gobierno Bolivariano quiere quitarse la etiqueta de narcos puesta por EE. UU. entonces ante todo debe mostrar resultados. Al respecto, valga recordar un hecho histórico: en los años ochenta, ante la acusación de EE. UU. de que Cuba se estaba convirtiendo en una ruta para el narcotráfico —asunto que también sostiene en su libro el narcotraficante Carlos Lehder—), la respuesta de Fidel Castro fue contundente: su gobierno enjuició y ejecutó a varios generales acusados del delito de narcotráfico y traición. Algunos expertos consideran también que esa fue la manera de los Castro de protegerse de quedar ellos mismos delatados como narcotraficantes.

Según como se muevan los intereses, y los escenarios que configuren, el Gobierno de Maduro puede entregar «cabezas» ajenas y propias para desmarcarse de la acusación de narcos. Podría entregar a líderes de organizaciones igualmente catalogadas como narcotraficantes y terroristas por EE. UU. Cartel de Sinaloa, el Tren de Aragua o el ELN y la Segunda Marquetalia.  Asimismo, podría mostrar como resultado una purga de sus fuerzas militares conducentes a sanciones ejemplarizantes de los militares comprometidos en esa actividad ilícita.

En todo caso, el papel del ELN en este conflicto no es estático ni se debe únicamente a los intereses del Gobierno de Maduro. Si esta guerrilla está dispuesta a asumir los costos de terminar siendo el comodín del gobierno de Miraflores es porque en esa relación las ganancias siguen siendo mayores a las eventuales pérdidas. De usos y traiciones sabe bastante una guerrilla casi centenaria como el ELN, pero solo el desarrollo del conflicto venezolano dará las pautas para saber si la relación entre el ELN y el gobierno venezolano es tan íntima y leal como algunos aseveran que es o solo funcional según los intereses del momento.

• Esta columna fue publicada en el sitio web La Silla Vacía.

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Notas:

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