El hombre, un signo. La parábola del señor Sigma
El hombre, un signo. La parábola del señor Sigma
"... Dejó para el mundo de las letras una de las obras más completas y exitosas de las últimas décadas. Legó al mundo de la crítica (literaria y del arte) títulos ineludibles como Opera aperta. Mostró caminos en la interpretación de la comunicación, la cultura y los procesos lectores..."
Eres la tierra y la muerte.
Tu estación es la oscuridad
y el silencio. No existe
cosa que, más que tú,
esté tan lejos del alba.
Cesare Pavese
A Umberto Eco, In memoriam
Siempre me lo imaginé de estatura corta, con su barba rala, caminando, pensando en esas cosas que llamamos signos. Él era el señor Sigma, ese hombre desconcertante que, en un viaje a París, sintió una molestia en el “vientre”. Era ese personaje hecho de palabras, de ficción, de esas cosas que nos muestran la realidad, esa que no podemos alcanzar de forma directa, y que aprehendemos gracias a la mediación del signo.
Caminó por los pasillos de muchas universidades. Nos hizo creer en un mundo de ficción en El nombre de la rosa, y también nos demostró la veracidad de los hechos en Arte y belleza en la estética medieval. La arquitectura de su novela parecía fabricada por las manos de un demiurgo, pero luego nos sorprendió con las revelaciones de su construcción en Apostillas a «El nombre de la rosa». Como buen medievalista, descubrió para nuestros ojos lectores la interpretación cristiana de Aristóteles, el recelo de Jorge de Burgos ante el desamparo de un Dios que agencia la risa a través de uno de los pilares del pensamiento occidental, y la inteligencia y sagacidad peirceana para revelar los más obscuros secretos de la laberíntica biblioteca de la abadía.
Dejó para el mundo de las letras una de las obras más completas y exitosas de las últimas décadas. Legó al mundo de la crítica (literaria y del arte) títulos ineludibles como Opera aperta. Mostró caminos en la interpretación de la comunicación, la cultura y los procesos lectores. Supimos por él, de los sueños secretos de Superman, el hombre de hierro, la génesis de su creación y su impacto en la cultura popular.
Le enseñó a investigadores, estudiantes de pregrado y profesores Cómo se hace una tesis. Le presentó a los semiólogos una visión renovada del pensamiento de Charles Sanders Peirce, y con ello definió Los límites de la interpretación, el lindero preciso de la semiótica, del universo de las presuposiciones y de la metáfora. Y en su homenaje al filósofo estadounidense, se alió con Thomas Sebeok en El signo de los tres.
Demostró en Lector in fabula que el texto es un mecanismo perezoso que aguarda la cooperación de quien lee. Y si este libro le explicó con minucia al lector los detalles del proceso de interpretación textual, en Seis paseos por los bosques narrativos lo llevó a creer que el mundo de ficción es algo más liviano, algo tan ligero y convincente que a veces lo confundimos con la vida real; algo tan suave como esa muerte que lo aguardó a él en su casa hasta que cerró sus ojos el pasado viernes a las 22:30 horas locales.
La noticia de su muerte me sorprendió con el frío y la extrañeza que a veces genera el azar, con la inquietante coincidencia de habernos encontrado con él, el señor Sigma, ese mismo día en una clase de semiótica. Los signos dicen algo sobre otra cosa para alguien, pero también son una red, una malla, un bosque, un mar infinito, lógico y azaroso. El señor Sigma sabía esto muy bien.
Él nos enseñó, siguiendo a Peirce, que no hay nada ininteligible y que en cada ser humano lo más importante es el poder de la mente creadora, su voluntad para construir y hacer posible una mejor sociedad. Él, el señor Sigma, supo desplegar su mente creativa en los textos literarios y supo, también, analizar en detalle los objetos de estudio más intrincados, esos que embelesan a los académicos en las aulas de clases o en los laboratorios.
Dice Peirce que la cadena de signos se rompe cuando el Interpretante llega a su fin. Y bien si este llega con una hoz que atraviesa el alma, con un hilo que se rompe o en el gesto de un corazón que cesa de palpitar, la cadena de signos se quiebra, en el momento menos esperado,en su movimiento perpetuo.El señor Sigma no pudo hacerle el quite a la muerte. Ella lo aguardó con cautela para segar la cadena de signos y conducirlo por otro bosque, más espeso y enigmático.
Nota
Este es el espacio de opinión del Portal Universitario, destinado a columnistas que voluntariamente expresan sus posturas sobre temáticas elegidas por ellos mismos. Las opiniones aquí expresadas pertenecen exclusivamente a los autores y no reflejan una opinión o posición institucional de la Universidad de Antioquia.
Portal U de A - Redes Sociales - WCV(JSR 286)
Portal U de A - Datos de Contacto (Noticias) - WCV(JSR 286)
Portal U de A - Comentarios de Facebook - WCV(JSR 286)
Listado Lo más popular
-
Academia Sociedad Cultura
Biblioteca de la UdeA se enriquece con herencias de intelectuales
19/05/2025