Amar la vida... por la paz
Amar la vida... por la paz
«Amar la vida… debe ser el primer paso hacia la autovaloración, la filantropía, que redundan en la lucha por los derechos humanos, el altruismo, el amor y la protección hacia la naturaleza, hacia los espacios en los cuales el ser humano se desenvuelve, y también determina el disfrute de lo que se emprende, el alcance de los logros tanto a nivel personal como grupal, etc. Esto nos demuestra que cuando se ama, se reciben cosas positivas para el individuo mismo y para quienes están a su alrededor. Amar nos invita a construir un mundo mejor, a luchar por la vida y a renovar nuestro entorno».
En definitiva ¿qué es la vida?... Etimológicamente viene del vocablo latín «vita» y la palabra griega «bios», ambos significan «vida». En biología el término está asociado con «nacer, crecer, reproducirse y morir». También se refiere a los órganos internos en estado activo y en este estado se encuentran todos los seres vivos de la naturaleza: el hombre, los animales, las plantas, etc. La ciencia nos permite entender el término como «la capacidad de administrar los recursos internos de un ser físico de forma adaptada a los cambios producidos en su medio, sin que exista una correspondencia directa de causa y efecto entre el ser que administra los recursos y el cambio introducido en el medio por ese ser, sino una asíntota de aproximación al ideal establecido por dicho ser, ideal que nunca llega a su consecución completa por la dinámica del medio —Lynn Margulis, Captando genomas. Una teoría sobre el origen de las especies. Editorial Kairós—».
Por su parte, Sigmund Freud psicoanalista famoso, llamó a los instintos de vida y muerte utilizando el nombre de dos dioses mitológicos griegos «Eros» significa «vida» y «Thanatos» significa «muerte». Eros es el instinto de vida caracterizado por la tendencia a mantener la vida, la unión, la integridad y a conservar la unión entre todo lo animado. El instinto de la vida —Eros— posibilita el sexo como algo placentero y como generador de nueva vida. Caso contrario es Thanatos, el instinto de muerte, que distingue las pulsiones de muerte tendientes hacia la autodestrucción, para lograr un estado inanimado, la desintegración de la existencia literalmente hacia la muerte. Estos dos instintos hacen parte de los seres vivos y están presentes en cada individuo desde que nace. Con el paso del tiempo, entre ambos instintos hay una permanente lucha que genera tensión, tanto en el individuo en particular, como posiblemente también en las sociedades humanas.
Las reflexiones sobre la vida a través de la historia han sido algunas muy objetivas desde el punto de vista de la ciencia, otras muy asociadas con cada etnia, con cada región, enfocadas hacia la religión o la mitología popular, etc. No obstante, cada individuo, de acuerdo con su historia de vida misma, tiene un concepto muy particular acerca del término. En consecuencia, si bien la vida es un estado, ese mismo estado mientras exista nos permitirá hacer reflexiones y tener actitudes frente a la vida misma y la de otros. Ese simple estado de existencia nos inclinará a amar la vida o a simplemente a odiarla, según el estado individual o social de conciencia lo permita.
Amar la vida… abre nuevas posibilidades hacia nuevas razones para la conservación de la existencia, nos da motivos para agradecer el surgimiento de cada nuevo día con un frenesí, un entusiasmo que por supuesto, no siempre será el mismo, porque «cada día tiene su propio afán» frase cliché que aplica para este caso. Amar la vida… debe ser el primer paso hacia la autovaloración, la filantropía, que redundan en la lucha por los derechos humanos, el altruismo, el amor y la protección hacia la naturaleza, hacia los espacios en los cuales el ser humano se desenvuelve, y también determina el disfrute de lo que se emprende, el alcance de los logros tanto a nivel personal como grupal, etc. Esto nos demuestra que cuando se ama, se reciben cosas positivas para el individuo mismo y para quienes están a su alrededor. Amar nos invita a construir un mundo mejor, a luchar por la vida y a renovar nuestro entorno.
Por el contrario, el odio y el rencor, generan discordia, inconformismo, desigualdad, destrucción, misantropía y muerte. No pretendo con este discurso cambiar el mundo en el que estamos inmersos, el cual a través de la historia ha sido testigo de tantas diferencias sociales, del deterioro de las familias y de las sociedades, y del ser humano en general y que también ha sido testigo de tantas guerras a su alrededor. Eso no es posible cambiarlo con una simple reflexión. Sin embargo, lo que si pretendo es apostarle a un voto por un mundo mejor, un mundo cambiante, en el cual cada uno de nosotros se comprometa desde su posición individual a aportarle a la sociedad, comenzando desde su grupo familiar y su grupo social, hasta logar poder multiplicar esos cambios hacia todo el tejido social de su ciudad y por qué no decirlo, de su país. Comenzar a valorarse y analizar en qué estamos fallando, qué es lo que estamos descuidando y comencemos a enmendar los errores, para hacer eco ante las demás sociedades del mundo.
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