El acoso sexual en la academia y la desmitificación de los maestros
El acoso sexual en la academia y la desmitificación de los maestros
«Deploro que alguien que durante tantos años dijo promover la lucha contra el patriarcado y la colonialidad, haya caído en la autocomplacencia de sus propias debilidades y carecido de coherencia y sentido autocrítico para luchar contra su patriarcalismo interno. Lamento además, que, en lugar de reconocer los hechos, ofrecer disculpas y reparar a las víctimas, Boaventura haya optado por la negación, el ataque y el anuncio de acciones penales»
El mundo académico se ha visto sacudido en los últimos días por las denuncias que varias investigadoras realizaron sobre prácticas de acoso sexual ejercidas por parte de Boaventura de Sousa Santos, uno de los más prestigiosos intelectuales contemporáneos en las ciencias sociales y Director Emérito del Centro de Estudios Sociales —CES— de la Universidad de Coimbra1. En una carta, Santos señaló que se trataba de una infamia y que interpondría una denuncia penal en contra de las autoras del artículo2. No obstante, las denuncias iniciales abrieron la puerta para que se conocieran nuevos testimonios que sugiero escuchar con atención.
En aras de la transparencia, aclaro que fui asistente de Boaventura hace cerca de veinticinco años, con quien trabajé en la investigación El Caleidoscopio de las Justicias en Colombia. Boaventura ha sido reconocido como uno de los académicos más brillantes e influyentes, no solo por capacidad intelectual y comunicativa, sino también por su vinculación con procesos sociales y políticos progresistas en toda América Latina. Sin embargo, considero que la admiración académica y el sentimiento de gratitud que he tenido por quien fue mi maestro, no debe obnubilar la conciencia, ni inhibir la capacidad crítica, ni, mucho menos, reproducir el silencio cómplice.
Las denuncias que se han conocido durante las últimas semanas dejaron ver situaciones graves que habían permanecido en la penumbra durante años y sobre las cuales solamente circulaban rumores y sospechas. Sin desconocer el debido proceso en las investigaciones que se inicien, las mujeres que valientemente se han atrevido a denunciar y a exponerse públicamente para contar sus experiencias, merecen, no solamente la credibilidad sino la solidaridad de la sociedad y de la academia.
Testimonios como el de la activista mapuche Moira Millán3, quien afirma que fue abusada en 2010 cuando viajó a Coimbra por invitación del propio Boaventura; y el de la actual diputada brasileña Bella Gonçalves, quien sostiene que sufrió el rigor de la furia de Boaventura cuando ella, en calidad de estudiante de doctorado, no accedió a sus invitaciones4; muestran que no se trató de casos aislados, ni de malos entendidos, ni de relaciones consentidas. Más bien, dejan ver que lo que hubo fue: i) el aprovechamiento de los sentimientos de confianza y admiración que había hacia él y hacia el CES para dar rienda suelta al deseo y a la objetualización de las mujeres bajo el manto protector del prestigio académico y político; ii) la creación de condiciones para que los hechos fueran difíciles de probar, pues ocurrían en espacios privados; iii) la generación de sentimientos de miedo e impotencia en las mujeres víctimas, al tener que enfrentar un poder tan grande como el que tenía el profesor; y iv) la producción de un profundo daño emocional en las víctimas. Al final, quienes se han atrevido a hablar, lo han hecho desafiando las estructuras de poder que han mantenido estas violencias en silencio. Yo les creo.
Toda esta situación es dolorosa por múltiples razones, pero, sobre todo, porque se ha evidenciado, una vez más, que los espacios educativos están lejos de ser escenarios seguros para que las mujeres puedan desarrollar sus proyectos de vida.
Deploro que alguien que durante tantos años dijo promover la lucha contra el patriarcado y la colonialidad, haya caído en la autocomplacencia de sus propias debilidades y carecido de coherencia y sentido autocrítico para luchar contra su patriarcalismo interno. Lamento además, que, en lugar de reconocer los hechos, ofrecer disculpas y reparar a las víctimas, Boaventura haya optado por la negación, el ataque y el anuncio de acciones penales.
Espero que él rectifique su actuar y que la Universidad de Coimbra tome en serio los protocolos de protección para las víctimas de violencias basadas en género.
Finalmente, me pregunto: ¿Qué podemos aprender de lo que ocurrió? y ¿Cómo podemos evitar que estos episodios se sigan repitiendo? Esta no será una tarea sencilla, pues los cambios normativos e institucionales debe estar acompañados de transformaciones culturales que problematicen nuestras prácticas y subjetividades machistas. Quienes hacemos parte de la academia, buscamos cultivar el conocimiento para construir una mejor sociedad, sin embargo, no podemos perder de vista que también somos sujetos ordinarios con debilidades, pasiones y vanidades, en ocasiones monumentales, que ocultamos bajo la máscara del argumento racional. Así mismo, perdemos de vista que ejercemos relaciones de poder y que nuestros abusos pueden hacer fracasar el proyecto de vida de nuestrxs estudiantes. La despatriarcalización de la academia debe comenzar por nosotros mismos. Con mucha humildad y autocrítica tendremos que reconocer la existencia de ese sujeto patriarcal que nos habita y que causa tanto daño. Ojalá Boaventura lo hubiera tenido en cuenta.
Referencias.
1. Ver: https://www.publico.es/mujer/mujeres-acusan-sociologo-portugues-boaventura-sousa-santos-acoso-sexual-decada.html/amp
2. Ver: https://www.esquerda.net/artigo/acusacoes-de-assedio-no-ces-de-coimbra/85900; ver también, https://www.publico.pt/2023/04/12/sociedade/noticia/boaventura-sousa-santos-vai-processar-autoras-alegacoes-assedio-2045854
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