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El Holocausto del siglo XXI: Gaza y los nuevos poderes soberanos

15/11/2024
Por: Francisco Cortés Rodas. Profesor del Instituto de Filosofía de la UdeA.

«Bajo el liderazgo de Netanyahu, los israelíes han realizado bombardeos indiscriminados y destruido infraestructura esencial. Han usado armamento prohibido por el derecho internacional, como bombas de racimo y fósforo blanco. Han atacado a periodistas, personal médico y ambulancias. Hasta noviembre de 2024, el número de víctimas en Gaza ha alcanzado más de 43 000 muertos, alrededor de 101 000 heridos y más de 17 000 menores asesinados. El bloqueo israelí ha creado la peor crisis humanitaria de este siglo».

Líderes de gobiernos ultraderechistas del mundo hicieron suya la victoria de Donald Trump en las elecciones estadounidenses 

Para el filósofo italiano Giorgio Agamben, el Holocausto —la inmensa presencia de la muerte en los campos de exterminio nazis— es un acontecimiento que marcó un antes y un después en la historia de la humanidad, luego del cual se pensó que los seres humanos ya no podrían hacer muchas cosas y que el orden normativo que surgió tras la Segunda Guerra Mundial trazaría un límite a todo poder desenfrenado.

Agamben dice que Heidegger y Carl Schmitt, o bien contribuyeron a producir o bien colaboraron con ese acontecimiento nefasto y único en la historia de la humanidad que fue el Holocausto. A partir de estos autores fundamentales Agamben consideró «que el nazismo es algo así como la estructura todavía vigente en nuestras sociedades, una forma necesaria a las mismas, una necesidad», escribe José Luis Villacañas en su excelente libro Giorgio Agamben. Justitia viva, publicado en 2024 en Trotta.

La consecuencia de este argumento «es que el nazismo no ha muerto ni desaparecido en nuestra vida porque constituye el dispositivo de poder que sirve de modelo a los poderes soberanos del presente» —Villacañas, 2024—. Los poderes soberanos del presente son los que hoy están incorporados en los nuevos campos de exterminio: los que Israel ha creado en Gaza con el apoyo de las grandes potencias: Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia, Canadá y Australia. 

Bajo el liderazgo de Netanyahu, los israelíes han realizado bombardeos indiscriminados y destruido infraestructura esencial. Han usado armamento prohibido por el derecho internacional, como bombas de racimo y fósforo blanco. Han atacado a periodistas, personal médico y ambulancias. Hasta noviembre de 2024, el número de víctimas en Gaza ha alcanzado más de 43 000 muertos, alrededor de 101 000 heridos y más de 17 000 menores asesinados. El bloqueo israelí ha creado la peor crisis humanitaria de este siglo.

Poderes soberanos del presente son también aquellos lugares que produce la migración, determinada porque millones de personas de los países del Sur Global son obligadas a abandonar sus territorios debido a la destrucción de la tierra, el agua, el aire, producidas por el colonialismo, la industrialización y la crisis ecológica del capitalismo. Frente a la migración masiva ha surgido como reacción —liderada por los nuevos autoritarismos— el cambio en las políticas de refugio y asilo en la Unión Europea y los Estados Unidos. Las fronteras se han convertido de este modo en lugares donde la pretensión de millones de personas de buscar un lugar donde vivir y trabajar, es frustrada y, las vidas de una multitud de personas quedan inmovilizadas y expuestas a todo tipo de violaciones y vejámenes. «Las fronteras se han convertido en espacios de pérdida y de duelo, donde la vida de tanta gente viene a estrellarse», escribe Achille Mbembe —2022, p. 62—.

Poderes soberanos del presente, para hablar también del Sur Global, son también las megacárceles de Bukele y de Daniel Noboa, así como la práctica del paramilitarismo y de los «falsos positivos» —6402 personas— en Colombia. 

En América Latina estamos, en consonancia con lo que está sucediendo a nivel global, frente a un giro hacia el autoritarismo —se puede denominar ultraderecha, neofascismo, nazismo, derecha que se posiciona a la derecha de la derecha— Esta nueva derecha —Javier Milei, Jair Bolsonaro, José Antonio Kast, Nayib Bukele, Dina Boluarte, José Raúl Mulino, Daniel Noboa y Álvaro Uribe (CD)— plantea la creación de una sociedad diferente. Una sociedad más autoritaria, más conservadora, nacionalista y cerrada, que toma prestadas las ideas y estrategias de la derecha neofascista a nivel global y que está estableciendo una alianza con los poderes económicos de la ultraderecha europea y norteamericana —Trump, Vox, Orbán, Meloni, Le Pen, Sebastian Kurz y Netanyahu— para sostener y profundizar un modelo de capitalismo basado en la sobre explotación de los recursos naturales y minerales en toda la región, en la mayor explotación de los trabajadores, en los controles migratorios para impedir la entrada de los más pobres y en el aumento de la riqueza para los más ricos. 

Estos regímenes de ultraderecha nacen en gran medida en virtud del soporte que les da la ideología neoliberal, y gracias a la fuerte desaprobación que están teniendo los actuales gobiernos de izquierda en la región —Chile, Colombia, Brasil— por una oposición que se engrandece en la furia colectiva y el odio generados por las redes sociales. 

Los regímenes de ultraderecha son una mezcla de fascismo y nazismo como se puede decir desde Agamben, pero son también otra cosa. Lo que los distingue del fascismo clásico es que son autoritarios en lo político y libertarios en lo cívico y lo personal. «La retórica militarista imperialista de Mussolini, Hitler y Franco ya no tiene vigencia en nuestros días, debido a transformaciones históricas mundiales del contexto general», escribe Enzo Traverso —2018—. 

Algunos de estos modelos se definen como una forma de liberalismo antidemocrático que valora las libertades y los derechos individuales casi ilimitados para las minorías, pero que restringen la autonomía democrática y la justicia social, como lo hace Javier Milei. 

Muchos procedimientos fascistas, utilizados en las dictaduras en Argentina, Chile, Paraguay y Uruguay, que nunca desaparecieron del todo, se están reactivado en la actualidad. Y, al mismo tiempo, están emergiendo nuevas lógicas —política de mano dura, ataques al progresismo social, al populismo— que se mezclan con las del pasado. Este fenómeno nuevo y viejo a la vez se puede denominar neofascismo, como lo proponen Luciana Cadaiha y Paula Biglieri en Siete ensayos sobre el populismo, publicado en Herder.

La ultraderecha propone una suerte de nacionalismo xenófobo mediante el cual afirman que las ideas y personas foráneas representan una amenaza contra la  supuesta homogeneidad de la nación y plantean, como lo hace el líder del partido de derecha chileno José Antonio Katz, la construcción de una zanja en el norte de Chile para detener la inmigración y como lo hizo la senadora del Centro Democrático Paloma Valencia, cuando propuso la idea de construir un muro en el departamento del Cauca para separar a la población blanca de la indígena y así reducir la violencia y los enfrentamientos entre grupos armados ilegales que operan en la región. 

La sagacidad de los populistas de derecha, como lo mostró Trump con su arrollador triunfo electoral, está en su capacidad para articular las diversas formas de resentimiento a través de discursos discriminadores, centrados en emociones políticas negativas, con el fin de crear la división radical de la sociedad y así llegar al poder. 

El efecto de estas nuevas orientaciones políticas para el Sur Global es que la expansión del capitalismo alcanzará un mayor nivel de destrucción de los mundos de vida locales y de la naturaleza, mantendrá a los pobres en formas de trabajo básicas y mal remuneradas, producirá efectos desoladores en las comunidades y al impedir la migración de «los condenados de la tierra» crecerá la pobreza y la desigualdad.

De la consideración de estas experiencias negativas de la política podemos decir, partiendo de Agamben, que el nazismo se ha instalado en el dispositivo de poder utilizado como modelo por los ya mencionados poderes del presente: desde Netanyahu, hasta las políticas de seguridad que imponen Trump y sus aliados europeos, las cuales con la destrucción del sistema de refugio y asilo, harán que las poblaciones más vulnerables queden estancadas en las fronteras, expuestas a la rapacidad y arbitrio de bandas criminales; y con la destrucción de las políticas sociales acabarán con el dispositivo humanista y republicano de los derechos sociales. 


Notas:

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