¿Qué es el voto?
¿Qué es el voto?
«... Rousseau sostuvo que, al votar, los ciudadanos democráticos no han de expresar sus intereses privados, sino que han de reflexionar sobre las medidas que promueven el bien común de todos los ciudadanos. Si un ciudadano no vota o vota de forma irresponsable cumple mal su papel en la empresa colectiva de tomar decisiones por medio del sistema de los derechos políticos... »
El “gran derecho de todo hombre, el derecho de los derechos, es el derecho a tomar parte en la creación de las leyes, a las que el bien de la totalidad obliga a someterse”, dijo William Cobbett. ¿Qué tipo de derecho es este y cómo se ejerce? Es el derecho a la participación política y se ejerce mediante el voto.
El voto es por tanto la expresión de una acción fundamental del ser humano, entendido como un ser dotado de razón, lenguaje, sentidos y emociones, igual en sus derechos a los demás, y poseedor de una dignidad que lo hace merecedor de respeto. El derecho a la participación política hace parte de los derechos ciudadanos que comprenden el derecho al voto, el sufragio pasivo, y la libertad de discutir y criticar la conducta de los asuntos públicos; es un derecho distinto de los derechos civiles y como derecho político sólo puede ser ejercido en comunidad con otros hombres.
El derecho al voto no puede entenderse como un derecho negativo en el sentido en que el liberalismo clásico definió las libertades negativas, que protegen a las personas de la interferencia por parte del gobierno o de los otros seres humanos. Debe entenderse como un derecho positivo que establece una base sobre la que un número considerable de miembros de la comunidad política actúa conjuntamente para controlar y dirigir sus asuntos comunes. “El derecho al voto no queda garantizado simplemente porque el Estado deje al individuo en paz para hacer esto cuando le plazca. Alguien tiene derecho al voto si se cuenta su voto y éste tiene efecto en un sistema de decisión colectiva que determine políticas concretas, elija líderes políticos e identifique quién es la autoridad”, escribe Jeremy Waldron.
Votar es ejercitar un poder que consiste en realizar una acción que, si un número suficiente de personas también la realizan, altera la asignación de derechos y deberes en la comunidad. En la participación política en las sociedades democráticas, cada individuo es solamente uno de los votantes entre una gran cantidad, pero la decisión social en la que participa afecta a millones de personas. Las decisiones políticas son siempre asuntos importantes: se debe decidir cómo se establece el sistema de impuestos, cómo se pueden financiar los derechos sociales, cómo se debe actuar frente a fenómenos como el calentamiento global, la migración, cómo se debe actuar en el plano internacional para proteger los propios intereses de los connacionales sin menoscabar los de los miembros de otros Estados, qué se debe hacer con el uso de los recursos minerales, cómo se debe proceder ante una política de paz y qué hacer frente a nuevos actores ilegales y la expansión del narcotráfico, entre otros temas.
Ahora bien, en la medida en que las decisiones políticas o votar por un determinado candidato son asuntos importantes, es sin duda irresponsable considerar el voto individual como algo que se puede ejercer sin asumirlo de forma seria y responsable. Frente a esto último es necesario decir que la sociedad es un sistema de cooperación social, “una asociación, más o menos autosuficiente, de personas que reconocen ciertas reglas de conducta como obligatorias en sus relaciones, que en su mayoría actúan de acuerdo con ellas, y que estas reglas especifican un sistema de cooperación diseñado para promover el bien de aquellos que toman parte en él”, escribe John Rawls. En la cooperación social participan personas dedicadas más o menos voluntariamente a actividades y relaciones sociales de acuerdo con términos de cooperación que aceptan y consideran como equitativos. En el marco de esta idea, la votación es una práctica, una empresa colectiva en la que millones de personas participan para garantizar algo que solamente puede ser asegurado por medio de la acción conjunta de muchos participantes.
Rousseau sostuvo que, al votar, los ciudadanos democráticos no han de expresar sus intereses privados, sino que han de reflexionar sobre las medidas que promueven el bien común de todos los ciudadanos. Si un ciudadano no vota o vota de forma irresponsable cumple mal su papel en la empresa colectiva de tomar decisiones por medio del sistema de los derechos políticos. Esa persona “no ha cumplido su parte en la acción colectiva requerida por el sistema político a fin de asegurar un bien importante o evitar un grave daño”, dice Waldron. En estas circunstancias, cada ciudadano debe considerar que su voto es algo de gran importancia en la sociedad. Y debe por esto cada uno “reflexionar con responsabilidad sobre el efecto que probablemente va a causar en la práctica (junto a otros millones de votos) en cuestiones de vida o muerte que nos afectan a todos. Por lo tanto, cada individuo debería participar tomando en consideración las consecuencias de su participación”, escribe Waldron.
Para Rousseau, cualquier ciudadano al votar: “su propia razón, debería serle sospechosa, y la única razón que debería seguir es la razón pública, la cual es ley”. La razón pública es el modo de discurso en una democracia deliberativa y esta es el foro primario dentro del cual tiene lugar el razonamiento público. De esto se sigue que los ciudadanos en una democracia no pueden participar efectivamente en el razonamiento público si el foro político y el libre flujo de información pública están corrompidos por intereses de los más adinerados o por otras concentraciones de poder, o por negarse a participar en la discusión pública. En suma, la democracia, que es un modelo complejo de la política, “es el nombre de un orden institucional y, a la vez, establece cómo se comportan los ciudadanos en la esfera política, y cómo participan en sentido amplio, en la vida política de su país”, escribe Nadia Urbinati.
El votante en Colombia no puede afirmar en estas elecciones que votar por un candidato que se ha mostrado como clasista, machista, racista, expoliador y xenófobo, es algo sin consecuencias, irrelevante, y que vota como le provoca sin ninguna consideración por los resultados, las consecuencias, o quién o quiénes salgan electos, ya que, entre otras cosas –se justifica diciendo– que su voto se perderá entre los votos de otros que participan con él en las elecciones. Al proceder de esta manera, ejerciendo así el derecho a la participación política, actúa como una persona irresponsable, frívola, preocupada solamente por sus propios intereses, alejada de los problemas de la sociedad y desinteresada frente al destino de los más pobres.
Me interesa hablar particularmente del grupo de votantes que proviene del ala derrotada de Federico Gutiérrez, que dieron, tras conocer el resultado para la segunda vuelta, un giro inmediato en favor de Rodolfo Hernández, –incluido el mismo Gutiérrez, quien mal que bien, tenía un plan de gobierno y algo de preparación–, como así mismo lo hicieron algunos seguidores de Fajardo y otros otros supuestos liberales y del centro. Respaldar a Hernández, un demagogo sin una visión del Estado y del país, sin más programa político que acabar con la corrupción, es no solo un problema del candidato, sino de aquellos millones de personas que lo están apoyando.
Estos votantes, desconociendo que las decisiones políticas son sobre asuntos que todos debemos reconocer como importantes, han decidido que van a votar por Hernández, sin importar que esté siendo investigado y haya sido imputado por corrupción por la Fiscalía, y sin importar lo que pueda hacer con la democracia y las instituciones. “La combinación de un autoritario y una grave crisis puede ser mortal para la democracia”, escriben Levitsky y Ziblatt.
El autócrata se valdrá de la corrupción como la más profunda de las crisis, lo que le permitirá, si sube al poder, justificar medidas antidemocráticas. Ya anunció que decretará la conmoción interior para cerrar el Congreso, eliminar embajadas, afectar las pensiones de los militares, despedir profesores. Es decir, gobernará buscando la concentración del poder y su abuso.
Por el contrario, el derecho a la participación política ha tenido un desarrollo distinto entre los votantes de Gustavo Petro. Su campaña conecta con las aspiraciones de una izquierda, que tuvo un giro hacia la violencia, pero que hoy es democrática, y que desde hace muchas décadas ha buscado alcanzar el poder para gobernar. Ha tenido también problemas, equivocaciones, malas prácticas, nada es excusable. Pero, los argumentos de los votantes se inscriben dentro de la idea propuesta por Jeremy Waldron, según la cual votar es un asunto importante que debe realizarse de forma seria y responsable.
El punto final de mi argumentación es qué determina que se esté produciendo este fenómeno de desdemocratización, despolitización y pérdida de responsabilidad frente al voto, que se puede apreciar especialmente en las redes sociales, las calles y en los medios de comunicación. La manipulación y el control sobre las mayorías está conduciendo a una pérdida de poder de las personas que se experimenta como alienación. Miedo, terror, esperanza, ira, soberbia y venganza representan el conjunto de emociones del que autores como Nietzsche, Freud, Weber supieron dar cuenta en otros momentos de la historia. ¿Habrá que volver a ellos?
Este texto fue publicado en la Silla Vacía el jueves 16 de junio de 2022
Notas:
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