Elogio de nuestra lengua de señas
Elogio de nuestra lengua de señas
«... En ese lenguaje sin palabras la especie humana se reconoció en dignidad y sabiduría con todas las especies. El cuerpo en sus unidades mínimas, en colores y movimientos, hizo posible el registro, la memoria y el encuentro de saberes insospechados. Antes de hablar, la humanidad aprendió a sentipensar su tejido con el mundo y lo comunicó con las manos, las expresiones faciales, los gestos orales y los signos no manuales...»
La lengua de señas constituye uno de los mayores logros cognitivos, comunicativos y estéticos de la especie humana. Testimonia la ancestralidad del lenguaje en sus raíces más profundas del ser en tanto diálogo escenificado y manifestación de la naturaleza. Expresa la experiencia de mundo sin emplear palabras escritas o verbalizadas, haciendo uso exclusivo del cuerpo como significante, discurso, escenario y vivencia. Su descubrimiento dio lugar, sin duda, a una de las más significativas comprensiones de la existencia en relación directa con su entorno.
En ese lenguaje sin palabras la especie humana se reconoció en dignidad y sabiduría con todas las especies. El cuerpo en sus unidades mínimas, en colores y movimientos, hizo posible el registro, la memoria y el encuentro de saberes insospechados. Antes de hablar, la humanidad aprendió a sentipensar su tejido con el mundo y lo comunicó con las manos, las expresiones faciales, los gestos orales y los signos no manuales.
Este invento maravilloso nos dotó de una lengua visual, gestual y espacial que no suena ni se escucha, pero alcanza los niveles más íntimos del saber y el afecto. Esta lengua es anterior a todas las lenguas y las antecede en su capacidad para inventar una gramática, una sintaxis y un vocabulario. Que haya sido desdeñada y olvidada por las culturas orales y escritas no significa, por supuesto, que haya dejado de existir y que no sea valiosa. Solo significa que la sociedad mayoritaria debe hacer memoria del origen y de la pertinencia de la lengua de señas para el cuidado de la vida.
Por estas razones, desde hace quince años, maestras, maestros y estudiantes, en respuesta a las solicitudes de la comunidad, empezaron a construir y preparar un escenario de acogida y hospitalidad pedagógica para la comunidad sorda señante. No solo para defender su derecho a la educación superior pública. También para superar una deuda histórica con los múltiples lenguajes que nutren nuestro cuerpo. La experiencia de mundo y el conocimiento elaborado no han sido fruto exclusivo del lenguaje oral y escrito. Prueba de ello es que millones de especies han producido sus propias formas de procesar y comunicar su saber sin el lenguaje alfabético. Todas ellas aún poco comprensibles para la academia.
Por tanto, excluir la lengua de señas del ámbito universitario representa un retroceso monumental frente a la memoria ancestral. Cada especie ha sabido comunicar en ausencia de palabra. Y hoy podríamos ser testigos de la potencia, agudeza y vitalidad de la lengua de señas si estuviéramos dispuestas a utilizarla como una lengua complementaria para las ciencias, las artes y la resolución de conflictos. No hablamos de hacerle un favor a quienes no pueden hablar o escuchar. Hablamos de hacernos un favor a nosotras mismas en cuanto ampliaríamos nuestra capacidad para sentirnos, expresarnos, en esas dimensiones anteriores al lenguaje verbal, y sus restrictivas categorías.
En este camino, hemos transitado hacia una visión socioantropológica, centrada en el saber pedagógico y la práctica educativa de la lengua de señas colombiana (LSC) a partir de una visión bilingüe e intercultural. La LSC no es ni una lengua sucedánea del español ni tampoco una forma inferior de la cultura. Todo lo contrario, hace parte del patrimonio pluricultural del país y, en tal sentido, es equiparable a las lenguas ancestrales afrodescendientes e indígenas. Tiene la misma importancia y utilidad de cualquier lengua del planeta.
De tal modo que solo nos falta aceptar que ella comporta nuevos sentidos de vida. Ella transformaría la comprensión del escenario y de la vida en la universidad. Pensamos que el sentido, el reconocimiento y el valor de la LSC y de las distintas lenguas del país contribuirían a la comprensión de la diversidad epistémica, cultural, social y política de los pueblos. Es apenas en este diálogo de saberes que podríamos apostarle a una sociedad para la paz y la justicia.
Sentipensar la LSC como propia y natural de la comunidad universitaria implica superar el oyentismo1 y la escritura alfabética como ideologías de la dominación, la homogenización y el racismo. En un país que anhela la paz, no podemos defender la hegemonía de una lengua sobre otras, de un saber oyente y escrito sobre un saber silente y encarnado. El uso de la LSC en la universidad es a todas luces un ejercicio de justicia epistémica y democracia. Una vacuna contra la colonización cultural, lingüística y política. Sus manos en movimiento son acciones de paz.
Por eso hemos diseñado un examen de admisión que responde a principios de equidad y justicia educativa para y con la comunidad sorda señante. De hecho, se cuenta ya con el respaldo del Acuerdo Académico por el cual se establecen las directrices para el examen de admisión de aspirantes sordos señantes usuarios de Lengua de Señas Colombiana (Dirección Jurídica, Oficio 0312, caso 5399 agosto 31 de 2020). Lo que hace suponer su aprobación en próximos días por el Consejo Académico.
Con estos instrumentos jurídicos, la Universidad actuaría en coherencia con el reconocimiento como Universidad Inclusiva que nos fue otorgado por el Ministerio de Educación Nacional. Ha llegado el momento en que la LSC deje de ser apenas una discusión académica y se convierta en un ejemplo de la convivencia. Es decir, que existan estudiantes, profesores y administrativos sordo señantes en todas las sedes de la universidad y que puedan compartir sus saberes, al tiempo que aprendan en medio de un gran diálogo intercultural.
Esa admisión no significa una autorización para que la comunidad sorda entre a la universidad. Ese sería el comienzo de una recolonización. Se trata de que la comunidad sorda pueda enseñar y compartir su sabiduría, su experiencia de vida en igualdad de condiciones, en dignidad. ¿No es hora de que hablemos de las ciencias desde estas otras orillas del ser? ¿O todavía nos resistimos a aceptar que es posible conversar sobre la poesía, la matemática, la biología, la resolución de conflictos empleando nuestra lengua de señas colombiana?
¿Qué tal un diálogo en lengua de señas colombiana sobre las diferencias culturales, étnicas, sexuales, lingüísticas, de género y de capacidades humanas? Queremos cohabitar, promover y defender la interculturalidad en todas sus formas. La LSC, la cultura sorda y la comunidad sorda, sus familias tienen mucho que aportarle a la reconciliación de este país.
Queremos que la LSC esté presente en nuestras propuestas de formación, en nuestros currículos y planes de estudio, en la investigación, la comunicación y en nuestras futuras maneras de convivir y amar. Comprender que la LSC es parte constitutiva de nuestra maravillosa historia vital nos ayudaría a valorar el papel que han jugado las culturas ancestrales, las mujeres, las personas con discapacidad, la comunidad sorda, las comunidades LGTBIQ+, las culturas afrodescendientes y raizales, las personas desplazadas por la violencia, las víctimas del conflicto armado y los migrantes. Somos orgullosamente plurales y celebramos la vida en esta diversidad de tonos y colores que no se escuchan ni se ven.
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1Neologismo creado por el profesor sordo Tom Humphries (1970). https://cultura-sorda.org/el-audismo/
Mariela Rodríguez Arango, profesora Facultad de Educación, Universidad de Antioquia, Departamento de Educación Infantil, Licenciatura Educación Especial, Grupo de Investigación Unipluriversidad. Semillero Discapacitismo, Discapacitación, Sociedad y Educación
Selnich Vivas Hurtado, profesor de Literatura, Facultad de Comunicaciones y Filología, Universidad de Antioquia, escritor y director de la Revista Universidad de AntioquiaSemillero Diversidades y saberes ancestrales, GELCIL.
Notas:
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