La hermana. Novela con variaciones
La hermana. Novela con variaciones
Son diversas las formas mediante las que se pueden conmemorar fechas como la que hoy recordamos. Pensar en los nombres que han otorgado grandeza a una lengua o al universo de la literatura puede ser una forma de celebrar.
Pero también se puede rememorar con el acercamiento a un libro cuyo contenido, por obra de la traducción, fue hecho próximo a lectores de habla castellana. Bella manera de hermanar las vocaciones literarias y los siglos de autores que siempre celebraron la palabra.
El caso del escritor húngaro Sándor Márai, de quien gran parte de su obra ha sido traducida al idioma legado por los españoles, es motivo de celebración este 23 de abril. Otras razones de gran vigencia explican por qué la pertinencia de escribir estas páginas dedicadas a su novela La hermana.
En La hermana (2007), la enfermedad sume a su protagonista Z. en el silencio. Compositor musical y hábil intérprete del piano, al ser sorprendido por una extraña dolencia se ve privado del movimiento de los dedos meñique y anular de su mano derecha; situación que lo lleva a internarse durante tres meses en un hospital.
Así se referencia al hombre “cuya mano, pulsando admirablemente las teclas, hechizaba antes al mundo y luego había desaparecido tan misteriosamente de la vista de las gentes como si por un escotillón misterioso lo hubiesen arrastrado hacia otro mundo” (Márai, 2007, p. 24). El músico enfermo desapareció de modo enigmático, buscó albergue en un hotelito en la nevada tierra de Transilvania.
Un retiro que transcurría mientras afuera la dura guerra orientaba con su brújula desquiciada el acontecer del orbe. La cita ordenada por el tiempo era entonces con la enfermedad y la guerra. La primera, metáfora de la ley oscura escrita por la confrontación irracional; la segunda, el cuerpo de Z., contraído, agarrotado, rígido, es el cuerpo de Europa abrazada por la guerra.
En su introducción, La hermana relata el encuentro de dos hombres conocidos de tiempo atrás, ordenado por una tormenta de invierno que los lleva a refugiarse en un hotel aislado entre las montañas húngaras. Allí, en medio de las dos presencias, se da la primera parte de la novela, que bien puede nombrarse como obertura.
La segunda parte corresponde a la lectura de un manuscrito, un diario donde han quedado consignados los pormenores acerca de la enfermedad, tratamientos y recuperación del protagonista de La hermana. Esta segunda parte es la novela propiamente dicha.
Se trata de dos historias contadas en una misma novela; la primera opera como coartada de la segunda. Es una singular obra de ficción con dos historias diferentes, dos narradores y dos temas distintos.
La denominada obertura de la obra contiene referencias a temas que serán tratados luego: la música, la fama, el aislamiento, la muerte —el doble suicidio— del que son testigos los dos narradores, la guerra… (en lo cual se confirmaría el carácter de obertura de esta primera historia presente en la novela).
La hermana, escrita por Sándor Márai en 1946, es una obra levantada sobre un trípode singular de arte, vida y muerte. Estos tres elementos conceden brillo a unas páginas atravesadas por el acontecimiento inesperado de la enfermedad instalada en el cuerpo, aunque con manifestaciones claras en el alma.
Una afección, un síntoma en dos de los dedos de la mano derecha de Z. —recordemos, compositor y pianista—, quien se dispone a la obediencia impuesta por la quietud, que lo arrastra hasta la desesperación y hasta la carencia casi total de la clemencia.
Hora por hora, el autor construye en un ambiente urbano una realidad infaltable en la existencia: la de la enfermedad desde la cual logra una narración con una estructura psicológica, llena de introspección.
Esto se nota en cada palabra, en cada frase, en todo diálogo establecido, seguramente con el mayor cuidado, por el escritor; y en tal elección parece completar luego de cada línea la más armoniosa pieza musical desarrollada gracias a una sucesión de movimientos que van del adagio al allegro cantabile. En su conjunto, movimientos en sordina para procurar que el personaje Z. encuentre el alivio en la nota en fuga y, posteriormente, en la palabra dirigida a su médico.
La enfermedad y el sacrificio son sustancias cristalinas de esta novela. Una u otra llevarán a que el músico, antes celebrado y luego sombra por causa del miedo a la guerra, se aferre a la vida, se disponga a redescubrir en él mismo los motivos que le sostengan su razón de vivir; y a conservar un aliciente para ello.
Es lo que lleva al pianista enfermo a hacerse cargo de sí cuando expresa: “Los días y las noches pasaban y poco a poco había comprendido que detrás del ‘tratamiento’ y la ‘curación’ sucedía algo que poco tenía que ver con los médicos, aquello sólo tenía que ver conmigo” (p. 145).
Un envite por la responsabilidad de estar sano es quizá uno de los sentidos ocultos de esta conmovedora y serena novela en la que se dan cita el recuerdo olvidado, la mirada cubierta de ceguera —pues mirar exige ver con toda responsabilidad—, el amor agotado y el temor por recuperarlo.
La hermana es un homenaje al destino del que no hay que huir; al contrario, hay que continuarlo, sin desviar el camino trazado por él. En esta novela la palabra emerge como una ciudad sepultada por un tiempo en el que todo parece demarcado por el rumbo del descendimiento: el amor, el triunfo, la enfermedad y la muerte.
La hermana. Sándor Márai; 2007, Salamandra, Colección Narrativa, 253 p. Barcelona
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