La autoevaluación de los programas académicos
La autoevaluación de los programas académicos
"...En la actualidad, los dos procesos que velan por garantizar la calidad de los programas académicos son el Registro Calificado (RC), de obligatorio cumplimiento, y la acreditación (AC), que no es obligatoria, con excepción de los programas de licenciaturas..."
La autoevaluación es propio de la naturaleza. Es una actividad tan cotidiana como mirarse en un espejo y sacar conclusiones. Por ejemplo, en la evolución natural de las especies, por miles de millones de años, se han evaluado aquellos elementos que puedan aportar para adaptarse a un ambiente y lograr perpetuarse.
De la misma manera ocurre con el aseguramiento de la calidad en la educación superior en Colombia, al proponer políticas e implementar lineamientos y posteriores modificaciones, en la búsqueda de encontrar las estrategias más adecuadas que sostengan la calidad en el tiempo.
En la primera mitad de la década de los 90 se hizo una reingeniería al proceso de inspección, vigilancia y control, plasmado en la Ley 30 de 1992. En la actualidad, los dos procesos que velan por garantizar la calidad de los programas académicos son el Registro Calificado (RC), de obligatorio cumplimiento, y la acreditación (AC), que no es obligatoria, con excepción de los programas de licenciaturas.
Los procesos de aseguramiento de la calidad también han sufrido modificaciones en el tiempo como producto de una búsqueda de contextualización y diálogo regional y mundial.
El RC tiene como objetivo demostrar que un programa académico cuenta con las condiciones mínimas de calidad para su oferta, mientras que el AC certifica una acreditación de alta calidad. Aunque el alcance es diferente, ambos procesos tienen un elemento común, la autoevaluación. Adicionalmente, contar con la AC de un programa logra articularse con el RC al otorgarse, este último, de oficio, lo cual no es nuevo, pues está contemplado en el Decreto 1295 desde 2010. Si bien la norma vigente es el Decreto 1075 de 2015, ha faltado claridad en su ejecución, situación que aspira ser resuelta con la aplicación de la Circular 07 de febrero de 2018.
Para la comunidad académica esto es importante, puesto que evita reprocesos, pero, a mi modo de ver, hay que prestar atención a la forma como algunos programas abordan la autoevaluación con fines de acreditación. Por ejemplo, se descansa del proceso, por un periodo similar al tiempo de acreditación otorgado; se retoma el plan de mejoramiento (PM) cuando corresponda la renovación de la acreditación (RAC) y se asignan tiempos para el proceso, pero no se entregan productos, entre otros. Una de las consecuencias es que se arriesga la RAC y se pone en riesgo la renovación del registro calificado (RRC).
Esta preocupación nos debe conducir por el camino de una autoevaluación permanente, muy fácilmente mencionada en muchos contextos, pero un poco más complicado interiorizarla en los programas e instituciones. En este sentido, el plan de mejoramiento (PM) es la clave para lograrla; dicho de otro modo, es la piedra angular que articula el resultado de una autoevaluación y la superación de muchos de los aspectos a mejorar, tanto del programa como de aquellos que requieran escalarse a instancias superiores.
El PM es uno de los productos que se evalúa en una RAC y será menos traumático cuando el tiempo otorgado sea de 4 años; sin embargo, para una acreditación con un tiempo mayor, el programa o la institución no pueden permitir este lapso sin demostrar continuidad en el proceso.
Para este caso, existen diversidad de estrategias, unas poco prácticas como la de realizar una autoevaluación con todos los lineamientos del Consejo Nacional de Acreditación (CNA) cada determinado tiempo, coincida o no con la RAC, o, por el contrario, diseñar un modelo de autoevaluación propio que permita ajustes a la naturaleza del programa y que responda a garantizar su calidad.
Lo importante, después de culminar con el balance de un PM, es iniciar un nuevo ejercicio de autoevaluación, para que de manera cotidiana se garantice un proceso de autoevaluación permanente que conduzca al mejoramiento continuo del programa y por ende a la sostenibilidad de la calidad.
Este nuevo ejercicio, no es ajeno a la naturaleza de la Universidad, que puede y debe cumplir un papel protagónico en el aseguramiento de la calidad como respuesta al compromiso que tiene con la sociedad.
Nota
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