Opinión

Los argumentos de la renuncia de Miguel Ceballos a su cargo de alto comisionado para la paz agravan la crisis del gobierno de Duque. El funcionario, por un lado, dice que desde diciembre había advertido al presidente de su intensión de dejar el cargo en este semestre y, por el otro lado, manifestó su malestar porque el jefe político del presidente, es decir Uribe, adelantó acercamientos con la guerrilla del ELN sin el consentimiento del comisionado, pero sí —al parecer— con el consentimiento de Duque.

Sin embargo, Ceballos advierte que dicho “incidente” pudo sobrellevarse gracias a las labores de mediación de Duque. No obstante el aparentemente superado impase, la renuncia de Ceballos fue presentada de manera irrevocable. Entre las reacciones a su dimisión —especialmente a la mención del “incidente” con Uribe— están las del partido del jefe político de Duque, quienes manifestaron que era desleal la renuncia de Ceballos por abandonar al Gobierno en estos momentos de crisis y, además, exponiendo como uno de los argumentos el “incidente” con el jefe natural de ese partido.

En respuesta, para Ceballos resulta más desleal que lo hayan pasado por alto, justo a él, encargado de adelantar los diálogos de paz y que ha demostrado lealtad a Duque y su sector político: fue un funcionario —no hay que olvidar— que participó en el gabinete formulando las objeciones a la JEP, también aprovechó el regreso de Márquez y Santrich a las armas para afectar negativamente el Proceso de Paz.

Además, adelantó el cierre de los diálogos con el ELN, escenario que ahora quieren presentar como abierto más por la necesidad del Gobierno de sobrepasar la coyuntura política que por un compromiso con la negociación de la paz. Por eso, estos y otros de los esfuerzos de Ceballos lo llevaron a ser catalogado como el Comisionado de Guerra. 

Para Ceballos, Duque tiene entre sus problemas la injerencia de Uribe en el Gobierno. Sin embargo, no deja de llamar la atención que Ceballos renuncie justo en tiempos que le permiten legalmente tener aspiraciones presidenciales y sugiriéndose como un hombre de centro.

Resulta poco creíble que Ceballos, cercano a Uribe, y que ha demostrado su talante de desconfiado y audaz, solo ahora se dé cuenta que Uribe es quien manda. Que lo ventile en estos momentos para señalar que ese es uno de los elementos de la crisis de Duque, por supuesto que deja mal parado a Uribe; de allí la protesta de su partido. Pero, a la vez, queda pésimamente el presidente, al que Ceballos dice admirar. Qué tal el aprecio.

La salida de Ceballos profundiza la crisis del Gobierno Duque, pero no afectará el desarrollo de la política de paz. En el año de gobierno que tiene Duque no habrá un proceso exitoso de paz con el ELN porque es un corto plazo de tiempo para la negociación y porque la negociación misma tiene que retomar entre las tareas principales el crear las condiciones para poder desarrollarse. Condiciones que fueron seriamente minadas por el Gobierno Duque y su comisionado de paz al cercar diplomáticamente a la guerrilla.

En esa vía, quizás el Gobierno tenga que empezar por cambiar las relaciones con Cuba para así resolver el problema que él mismo creó al maltratar a un Gobierno que fue invitado a jugar el papel de país garante. En el marco de la negociación que adelantó el anterior Gobierno con el ELN, Cuba ha cumplido su función, especialmente en el la situación de ruptura de la negociación, tal y como pasó.

La arremetida de Duque contra la isla, al tratarla como un Gobierno que protege terroristas porque —una vez rota la negociación— Cuba no le entregó a los miembros del ELN, demostró que efectivamente en la negociación es necesaria la función del garante. Después de la experiencia de Cuba, ¿cuál país aceptara la invitación de Duque para que sea garante si corre el riesgo de ser tratado como terrorista si la negociación fracasa? 

En el caso de la implementación del Acuerdo de Paz, que el Gobierno de modifique algún aspecto a favor de un mayor desarrollo de lo acordado será —ante todo— resultado de la presión de Estados Unidos. La administración Biden ha señalado como prioritario en la agenda binacional la implementación del Acuerdo y posiblemente también pueda incidir en el asunto la agenda de negociación que —tal vez, en algún momento— adelantará el Gobierno con el Comité Nacional del Paro. 

Como puede apreciarse, la salida del comisionado Ceballos salpica a Duque y a Uribe, pero deja intacta la política de paz que pocos resultados ha dado en tres años y que difícilmente arrojará grandes logros en la etapa final de un Gobierno altamente cuestionado con su compromiso con la paz y los derechos humanos.

Este texto fue publicado en La Silla Vacía el lunes 24 de mayo de 2021

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