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Siria y Afganistán, nuevos fracasos para las grandes potencias

10/12/2024
Por: Carlos Olimpo Restrepo S. Periodista de la Dirección de Comunicaciones UdeA. Magíster en Estudios Internacionales.

«Los gobiernos de Estados Unidos y Rusia nunca mencionaron abiertamente que esas guerras eran puntas de lanza para ampliar su influencia geoestratégica en dos puntos clave del planeta, Asia Meridional —Afganistán— y Oriente Medio —Siria—, donde cada una de las superpotencias y sus aliados disputan el control de cada centímetro, no solo con los locales, sino también con las fuerzas de otros poderosos vecinos».

Durante los veinte años de la invasión de Estados Unidos a Afganistán —2001-2021—, más de 176 000 personas murieron en acciones directas de guerra, más de 46 000 de ellas civiles, según Costs of War Project, un tanque de pensamiento independiente asociado a la Universidad Brown, en Rhode Island, EEUU. 

La guerra en Siria —iniciada en 2011— deja hasta ahora, recién caído el cincuentenario régimen de los Asad, apoyado abiertamente por Rusia desde 2015, cerca de 400 000 civiles muertos, según las cifras de la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos.

En ambos casos, la excusa esgrimida desde Washington y Moscú fue detener la expansión de grupos islámicos extremistas que proclaman una guerra santa —yihad— contra los «infieles», y fortalecer o instaurar gobiernos aliados que les ayudaran en el propósito de la guerra global contra el terrorismo, así como liberar a los pueblos asentados allí de la opresión representada en esas facciones extremistas.
 
Los gobiernos de Estados Unidos y Rusia nunca mencionaron abiertamente que esas guerras eran puntas de lanza para ampliar su influencia geoestratégica en dos puntos clave del planeta, Asia Meridional —Afganistán— y Oriente Medio —Siria—, donde cada una de las superpotencias y sus aliados disputan el control de cada centímetro, no solo con los locales, sino también con las fuerzas de otros poderosos vecinos.

Pero ninguno de los objetivos explícitos—frenar la expansión del terrorismo, defender a la población civil, fortalecer los gobiernos locales o ayudar en la reconstrucción física, económica y social — o velados —aumentar su influencia política regional e interna y mantener fuerzas en zonas estratégicas—, se cumplió. 

Tanto los talibanes como las fuerzas encabezadas por el grupo Hayat Tahrir al Sham —HTS, Organización para la Liberación del Levante—, que en sus comienzos fue aliado de Al Qaeda, sufrieron duros reveses al comienzo de los conflictos, pero aguantaron, se reorganizaron y recuperaron la iniciativa bélica, que terminó con la salida del poder de sus enemigos.

Estados Unidos y sus aliados terminaron su retirada de Afganistán, de manera desorganizada, en agosto de 2021, mientras el gobierno aliado escapaba y dejaba el poder a los talibanes. En Siria, en este momento de diciembre de 2024, aún no está claro cómo será la salida de las tropas rusas, algo casi seguro luego de la fuga de Bashar al-Asad a Moscú y la toma del poder por parte de la alianza rebelde.

Es decir, en el poder en Kabul y Damasco quedan dos organizaciones denominadas terroristas por Estados Unidos, la Unión Europea y Rusia, sobre cuyos jefes pesan sanciones y se ofrecen recompensas por algunos de ellos, por estar relacionados con ataques indiscriminados dentro y fuera de sus zonas de influencia.

En cuanto a la situación de la población civil, además de los cientos de miles de asesinados en medio del conflicto, se deben sumar muchos más heridos, millones de desplazados, una mayor afectación a infraestructura hospitalaria, de servicios básicos —agua y energía—, cuya reconstrucción es solo un sueño en este momento, y un incremento de la inseguridad alimentaria. Es decir, las personas quedan peor que antes de las intervenciones rusa y estadounidense.

Estas derrotas, además de serlo en términos militares, significan también fuertes reveses políticos para la dirigencia de Washington y Moscú, y demuestran una vez más que la capacidad bélica no es suficiente para mantener el control de un territorio y menos si se tiene que ayudar a imponer y sostener regímenes corruptos, violadores de derechos humanos, con poco apoyo popular.

En el plano internacional, además de perder a sus aliados locales en Siria y Afganistán, es evidente la disminución de influencia de Rusia y Estados Unidos en los países cercanos a las zonas sobre las que se desarrollaron estos acontecimientos, algunos de los cuales se vieron afectados por la guerra y cargan con un gran peso económico, social y político, que afecta su estabilidad.

En cuanto a la relación con las potencias aliadas en estas aventuras bélicas, la situación es diferente para cada superpotencia. Estados Unidos llevó a Afganistán a la Otan —Organización del Tratado del Atlántico Norte— muy lejos de su zona de influencia y aumentó los señalamientos desde Rusia de que, desde Occidente, se busca aislarla. Hoy, tanto Washington como la alianza atlántica colaboran de manera estrecha en su apoyo económico y militar a Ucrania, en respuesta a la agresión ordenada por Vladimir Putin.

Moscú, por su parte, trata de consolidar su relación estratégica con Irán —otro de los grandes derrotados con el cambio de régimen en Siria—, que ha sido un aliado fundamental para su guerra de ocupación en Ucrania, al convertirse en un proveedor de drones y otros sistemas de armas que la industria militar rusa no produce al ritmo que le exige el gasto en el campo de batalla.

En lo interno, Joe Biden, presidente de Estados Unidos, fue muy criticado por la manera como sus fuerzas salieron de Afganistán y el avance del talibán. Sobre el mandatario ruso, Vladimir Putin, hay pocas opciones de saber lo que piensan los ciudadanos de su país sobre los acontecimientos en Siria, por el control y censura impuestos a los medios de comunicación y a los grupos políticos disidentes internos.

En general, se puede asegurar que las intervenciones en Afganistán y Siria representan otro sonado fracaso de la pugna histórica de Estados Unidos y Rusia, heredadas de la guerra fría, donde también ha habido triunfos de ambos lados, pero los reveses, en muchas ocasiones, suelen resonar más que los éxitos.
 


Notas:

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