El barco de los tontos
El barco de los tontos
«... El barco de los tontos, si bien se ha dado en tantos años de historia política en Colombia —y por eso ha sido necesario reescribirla tantas veces—, hoy se presenta como un horizonte poco deseable, y donde el miedo ya no funge como distracción del cambio, sino que, en medio de este caos, emergen puramente otras herramientas para buscar tierra firme.»
El barco de los tontos es una antigua alegoría usada en la cultura, en la literatura y las artes visuales occidentales para describir, en un sentido crítico, el mundo y sus habitantes humanos como un barco, cuyos pasajeros con distintos problemas, no saben nada del lugar al que se dirigen.
En las composiciones literarias de los siglos XV y XVI, el motivo de “El barco de los tontos” era una parodia del arte de la salvación. Además, esta idea también está presente en la alegoría presentada en el Libro VI de la República de Platón [que también se encuentra como El barco de los necios o La nave de los tontos, según la traducción], y que se refiere a un barco dirigido por una tripulación disfuncional. En Platón, esta alegoría apunta a representar los problemas de gobernabilidad que prevalecen en un sistema político que no se basa en conocimientos, tales como las democracias demagógicas.
Así, desde el libro VI de La República de Platón, se puede comprender lo peligroso de navegar en un barco capitaneado por alguien sin experiencia en las artes de la navegación, y donde se debe ser muy sagaz para prever que, aconteciendo esto, pronto se presentarán grandes dificultades de las que sus tripulantes se verán sometidos a ellas. Esta alegoría emerge del diálogo que sostiene Adímato con Sócrates mientras planeaban la organización del gobierno, donde comparaban este con una embarcación, “una nave en la que, en lugar de gobernar el capitán, lo hacen los marineros aun sin tener conocimiento del arte de la navegación".
Estos marineros defienden, además, que ese arte no es enseñable y se pasan la vida buscando la manera de persuadir al piloto para dirigir el barco donde les plazca. No se dan cuenta que para navegar hay que conocer bien los astros y los vientos”. En una nave tal, ¿Qué se podrá decir del verdadero capitán, sino que es solo un observador de las cosas que están en lo alto, un charlatán e inútil, casi ciego y además sordo?
Así pues, la situación en Colombia en los últimos días, nacida en medio del descontento de muchos sectores de la sociedad por la llamada “Ley de Solidaridad Sostenible”, e iniciada con las manifestaciones del 28 de abril, es una muestra tácita de la incapacidad del gobierno para reconocer las voces de miles de ciudadanos y ciudadanas que rechazan un proyecto tributario que perjudica en gran manera a la clase media y baja. Una nave sin rumbo y sin dirección, al mando de un capitán al que muchos le han abandonado y otros han desistido de formar parte de la tripulación.
Sin embargo, algunos de los marineros más insensatos y aferrados a su idea de poder político absoluto, siguen viajando en una embarcación que no les lleva a ningún lado y siguen discutiendo con el capitán sobre nuevas formas de represión y exacerbación de la violencia sobre quienes desafíen y cuestionen su imposición de mando, dejándoles en un naufragio del que a lo mejor no tengan salvación. Una idea de gobernabilidad en pleno siglo XXI que es muy parecida a las que exponen Sócrates y Adímato.
Este barco de los tontos sigue vigente y toma importancia cada vez con más fuerza. Hoy en Colombia se puede decir que se ha reescrito y retomado una infinidad de veces, en cada una, cambiando un tanto con el tiempo que se vive en cada época y dejando de ser solo una anécdota para constituirse como un discurso real de lo que le sucede al país en un viaje en barco con destino a la tiranía, la acumulación del poder político y el no reconocimiento del Estado Social de Derecho.
Parece incluso que, El barco de los tontos sea una completa obra elaborada para los capitanes y marineros menos idóneos para apuntar la veleta hacia el sentido deseado por otros, pero que ha ido fallando porque afuera de la embarcación, otros tiran más fuerte en dirección contraria, a pesar de tener en contra hasta el viento.
Como quiera que sea, la multiplagiada obra de la nave de los tontos es un referente de gran importancia para todos los acontecimientos ocurridos en los últimos años no solo en Colombia, sino en gran parte del cono sur de América y algunos países del Caribe como Haití, los cuales han tenido que aventarse un clavado al mar entre las olas embravecidas de la corrupción, donde incluso el miedo es de valientes y donde, siguiendo las palabras del poeta haitiano Jacques Viau Renaud “ya no es necesario atar al Hombre para matarlo, basta con apretar un botón y se disuelve como montaña de sal bajo la lluvia”. Así entonces, en El barco de los tontos, la inteligencia y la sagacidad de los navegantes es lo único a lo que el gobierno teme.
El barco de los tontos es, como señala el filósofo surcoreano Byung-Chul Han (2020) “un estrechamiento suicida del ámbito de lo posible”. Entonces, si se desea abandonar un barco en el que ninguno pudo ser capitán, y pasar a alguna forma de ofensiva —en el sentido de tomar las decisiones con respecto al pensamiento y la acción—, si se quiere, en suma volver a hacer deseable el cambio social hay que re-imaginar la nave.
Esto es, en concordancia con las palabras de Agamben (2020) “re-concebir la transformación de poder político por fuera de los modelos fabricados heredados”. Modelos fabricados por algunos que desconocen los astros y los vientos y hacen a todos naufragar, y donde a veces, un capitán al lado de la quilla, al sentirse amenazado, encierra a todos sus tripulantes para hacerles perecer con él.
El barco de los tontos, si bien se ha dado en tantos años de historia política en Colombia —y por eso ha sido necesario reescribirla tantas veces—, hoy se presenta como un horizonte poco deseable, y donde el miedo ya no funge como distracción del cambio, sino que, en medio de este caos, emergen puramente otras herramientas para buscar tierra firme.
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Nota: Este artículo fue construido en el marco del Diplomado en Filosofía cursado en la Facultad de Humanidades de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (República Dominicana) en abril de 2021.
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