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Una reflexión sobre el porvenir

06/03/2018
Por: Alexánder Arbey Sánchez Upegui, docente de cátedra, Trabajo Social, Bibliotecología y Cátedra III

"...Parafraseando a Cavafis, los seres humanos conocemos el presente, mientras que el futuro sólo los dioses, dueños absolutos de todas las luces; no obstante, las personas sabias conocen lo que se avecina, es decir, lo que viene a su encuentro..."

“Los sabios saben lo que se avecina”. Este es el título de uno de los poemas de Cavafis. La sabiduría es un conocimiento profundo de algo, por ejemplo, de nosotros mismos; y a la vez, es un modo de proceder y de saber qué cosas y circunstancias debemos dejar pasar por alto y cuáles no. Sabiduría: sustantivo y substancia inherente a todo ser humano.

Parafraseando a Cavafis, los seres humanos conocemos el presente, mientras que el futuro sólo los dioses, dueños absolutos de todas las luces; no obstante, las personas sabias conocen lo que se avecina, es decir, lo que viene a su encuentro producto de sus propósitos, sueños, decisiones y actos de lenguaje; en palabras de Borges: “El futuro no es lo que va a pasar, sino lo que vamos a hacer”.

Esto último (saber lo que se avecina) es posible a partir de una profunda reflexión sobre sí mismo, sobre las implicaciones de una visión de la vida futura; o como lo han expresado a su manera diferentes poetas: recordar el futuro, que junto con el pasado y el presente, constituyen fuerzas y potencialidades. A eso se refiere este verso de Milosz: “Hasta que pasó. ¿Y qué pasó? La vida”. O este otro verso de Gil de Biedma: “Que la vida iba en serio, uno lo empieza a comprender más tarde”.

“Los sabios saben lo que se avecina” nos habla de anticipación, reorientación y renovación a partir de una serie de preguntas (y versos como los anteriores) que diferentes místicos y pensadores nos han compartido a lo largo de la historia.

Entre otras, algunas de estas preguntas son: ¿quién soy?¿qué quiero?, ¿cuáles son mis relatos dominantes?,¿hacia dónde voy?, ¿cómo me quiero sentir?, ¿qué quiero hacer?, ¿qué quiero cambiar?, ¿qué puedo saber?, ¿qué puedo hacer?, ¿qué puedo esperar?, ¿qué va a pasar?; ¿cuál es el cambio de lenguaje, visión y actitud que requiero según mi llamado interno o mi proyecto de vida? Pregúntate por el sentido de aquello que estás haciendo, y además: ¿qué dejé de hacer hoy?, ¿en qué me equivoqué?, ¿en qué acerté?

La poeta polaca Wislawa Szymborska, Premio Nobel de Literatura en 1996, en su poema titulado: “Falta de atención”, expresa de manera profunda lo anterior: “Ayer me porté mal en el cosmos. Viví todo el día sin preguntar por nada, sin sorprenderme de nada”. Fernando Pessoa, poeta portugués, lo plantea así: “Me siento nacido a cada instante a la eterna novedad del mundo”.

Otros cuestionamientos importantes son: ¿cuál es el contenido y el estilo de mi lenguaje interno y externo? ¿Cuáles son las metáforas que recurrentemente utilizo en mi vida cotidiana y por qué? ¿Sabías que cambiar de pensamiento y de lenguaje es cambiar de destino? ¿Cómo innovar en mi propio ser? Esta última pregunta es prerrequisito para mudar, alterar o introducir novedades en el contexto familiar, social, institucional y académico.

Ciertamente, cambiar de pensamiento es cambiar de destino. Si asumimos la perspectiva de George Lakof de que los marcos son estructuras o ensamblajes mentales/cognitivos que moldean nuestra visión del mundo, entonces para “establecer nuevos marcos se requiere un nuevo lenguaje. Para pensar distinto hay que hablar distinto”.  El ser humano es siempre la posibilidad de ser diferente. Predecir la acción futura en la manifestación del propósito, decía Wittgenstein. Y todo comienza con las preguntas adecuadas, con un nuevo lenguaje interno y persistencia en esta visión (acto de ver) de lo que vendrá a nuestro encuentro, también como resultado de recorrer el camino hacia atrás.

Con respecto a ser firme o constante en algo, nos dice el poeta Milosz, Premio Nobel de Literatura en 1980: “Sólo de la persistencia nace la persistencia. De mis actos trenzaba la invisible soga, y subía por ella, y ella no me dejó caer”. 

Recordemos que las palabras son potencialidades y acciones; en suma, virtualidades.


Nota

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