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Democracia universitaria, constitución de ciudadanía

07/10/2015
Por: Marco Antonio Vélez Vélez, representante profesoral al Consejo Académico

"Irrumpe de nuevo la discusión sobre la democracia universitaria, dado el contexto de transformaciones a las  que se supone se enfrentará la Universidad de Antioquia con la administración de Mauricio Alviar..."

Irrumpe de nuevo la discusión sobre la democracia universitaria, dado el contexto de transformaciones a las  que se supone se enfrentará la Universidad de Antioquia con la administración de Mauricio Alviar. Y es que la democracia o su ausencia, define el tipo y la concepción de los cambios anunciados. Ella es en sí misma una forma de orientar el cambio a partir de la participación de los miembros de la comunidad universitaria, esta es por lo menos la versión contemporánea de una democracia de participación.

Sin embargo, hay voces que piensan que la universidad no es un espacio propio para lo democrático, ya que esta jugaría sus alternativas en el espacio de lo político-estatal, que en principio no concerniría a una institución consagrada al ejercicio de la academia, del conocimiento especializado. Esta posición ha sido reiteradamente sostenida en la Universidad de Antioquia, por el Director del Instituto de Filosofía, Doctor Francisco Cortes. El campo de lo político sería así específico para la acción ciudadana en los dominios donde la acción política tendría sentido, es decir, el dominio de lo público-político.

Esta posición refleja más bien una idea limitada del ejercicio democrático y de su gramática específica. Estamos en una fase que algunos autores denominan, la “tercera ola de la democratización” (De Sousa Santos, 2004), siendo las anteriores la de la democracia liberal clásica y la segunda adviniendo luego de la Segunda Guerra Mundial que sería caracterizada como la de la democracia elitista. Hoy estamos en la fase de la democracia de participación y de su extensión a otros dominios de la vida social, más allá del espacio político.

La versión del profesor Cortes privilegia la idea de unos códigos sociales sistémicos repartidos según lógicas de acción excluyentes. Al parecer la universidad como institución entra en la esfera de los códigos del saber cuyo principio sería la meritocracia y por lo mismo la separación del principio democrático. Una visión muy Luhmanniana de la vida social. Es sabido como este sociólogo alemán separaba esferas sistémicas con principios o códigos determinados para ellas. No era posible pensar en traslapamientos de códigos. El código del sistema político sería el del poder, excluyente del código del sistema académico regido por la verdad.

Pero la vida social y la lógica de la acción social y política son más complejas y menos sistémicas. De hecho, el movimiento universitario ha realizado históricamente acciones que fungen como reclamos de democracia, de ampliación de espacios de participación en la vida académica que no pueden ser desconocidos. El Manifiesto de Córdoba, el Programa Mínimo de los estudiantes colombianos de 1971, el mismo Mayo de 1968, y más recientemente, las luchas de la MANE-Mesa Amplia Nacional Estudiantil- reivindicando una Educación Superior para la Democracia, la soberanía y la paz. Son estos, hitos representativos de la confrontación con poderes institucionales en pro de la democratización del espacio universitario, de la vida de las universidades. Y es que los movimientos sociales no se avienen a pedir permisos a los sistemas sociales para generar sus formas de acción. Los movimientos históricos citados han tenido como referentes de su acción la lucha contra los autoritarismos institucionales y la exclusión de las mayorías universitarias de las decisiones fundamentales.

Podemos acordar que la ciencia y el conocimiento no son democráticos, como lo reconocía Max Weber en su famoso texto “El político y el científico”, pero, ello no debe llevarnos a inferir que la universidad como institución gobernable,  no está sometida a las condiciones y las formas de acción de lo político. Que lo político, como espacio de relación entre sus miembros, hace su entrada por más que lo queramos negar. Los miembros de la comunidad universitaria, en tanto ciudadanos y en tanto estamentos definen entre sí relaciones de poder y autoridad que no pueden ser calificadas de otro modo que como relaciones políticas. Allí el tema esencial, es qué tipo de relación construyen entre ellos en la trama universitaria. Hay, pues,  “constitución de ciudadanía” (Balibar, 2013) en el ámbito universitario. El sujeto de la universidad se hace ciudadano, construyendo, también, democracia universitaria.

Como espacio gobernable la universidad debe determinar, desde sus reglamentos mismos a qué tipo de gobernabilidad le apuesta, si a una de tipo autoritario y vertical, a un ejercicio burocrático que procede “desde arriba”, según cadenas de mando, o si por el contrario, hace una apuesta por la configuración “desde debajo” de sus formas de gobierno, es decir, si da participación a sus estamentos en la construcción institucional. No es quizá necesario hacer el recuento de una forma histórica de gobernabilidad de la universidad colombiana que ha reivindicado el ejercicio excluyente del poder, desde la configuración de los Consejos Superiores Universitarios. En su mayoría miembros no universitarios que pertenecen a las alturas de la burocracia del Estado y de la sociedad presiden esta gobernabilidad con exclusión.

La democracia es hoy, en tanto participativa y representativa, una gramática social incluyente y no solo una forma de gobierno atada a la sistematicidad de lo político. Democratizar la universidad es aún una tarea pendiente del movimiento universitario, por ello insiste y persiste en las diversas coyunturas históricas. Reemerge como el Fénix que aspira a una realización definitiva. Y la Universidad de Antioquia no puede ser extraña a esta urgente democratización. Cualquier reforma de su estatuto general-como aquella que nos aboca a cambiar la reglamentación para la elección del rector-, deberá para el tamiz de la idea de democracia tanto participativa como representativa. Lo demás son solo artilugios para camuflar el histórico y ya desvencijado ejercicio de gobernabilidad autoritaria que hace agua por todos lados.

En el parágrafo 4 de la declaración de la Conferencia Mundial sobre Educación Superior-2009,Paris-,se dice: “4. La educación superior debe no solo proporcionar competencias sólidas para el mundo de hoy y mañana, sino contribuir además a la formación de ciudadanos dotados de principios éticos, comprometidos con la construcción de la paz, la defensa de los derechos humanos y los valores de la democracia”. Según este enunciado la educación superior es algo más que aportar conocimientos específicos o especializados, es también, un ejercicio de ciudadanía, de construcción de la democracia y de defensa de los derechos humanos. La meritocracia del saber no puede sustraerse a la ola de democratización contemporánea, en el aporte a la búsqueda de la democracia y la ciudadanía en el espacio universitario. Situarse solo en el ejercicio cognitivo limita y reduce las potencialidades del ciudadano universitario de hoy.  

Referencias bibliográficas
Balibar, Etienne (2013). La ciudadanía democrática. Buenos Aires: Adriana Hidalgo editora.
De Sousa Santos, Boaventura (2004). Democratizar la democracia. México: FCE.


Nota

Este es el espacio de opinión del Portal Universitario, destinado a columnistas que voluntariamente expresan sus posturas sobre temáticas elegidas por ellos mismos.  Las opiniones aquí expresadas pertenecen exclusivamente a los autores y no reflejan una opinión o posición institucional de la Universidad de Antioquia.


 

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