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Una vida dedicada a la educación en y para la diversidad

23/02/2017
Por: Juan Felipe Garcés Gómez, profesor Seccional Oriente UdeA

"...Quisiera hoy dedicarle unas letras a quien tiene aún una vida comprometida con la educación, la formación de maestros y la diversidad. No puedo creer que sigamos viendo como nuestros maestros y maestras de la Alma Máter concluyen una fructífera vida académica y pasan al retiro en silencio..."

La última imagen del portal universitario que vi el año pasado fue una foto donde la profesora Zayda Sierra estaba con el rector y aquellos que  pasaban al retiro laboral. Pocos días antes ella recorría los pasillos de la Seccional Oriente escuchando atenta los trabajos de grado de los maestros y maestras en formación de ciencias naturales. Quisiera hoy dedicarle unas letras a quien tiene aún una vida comprometida con la educación, la formación de maestros y la diversidad. No puedo creer que sigamos viendo como nuestros maestros y maestras de la Alma Máter concluyen una fructífera vida académica y pasan al retiro en silencio.

A la profesora Zayda la conocí hace ya muchos años. Primero supe de ella cuando trabajaba intensamente en el teatro infantil. Pude ver su célebre montaje en el teatro Camilo Torres. Ella viajó a los Estados Unidos a hacer su doctorado y regresó con el deseo de usar el teatro como estrategia de investigación. Así lo hizo en los lugares más vulnerables del país, Los lugares más afectados por la violencia y la pobreza. Fue así como pude ver la propuesta del juego dramático aplicado a la investigación en educación y pedagogía. En el juego dramático pude ver cómo niños y niñas, se hacían espejos implacables al devolver a maestros y maestras las imágenes que justamente no querían proyectar en sus alumnos.

En el trabajo investigativo de la profesora Zayda se imbricaron juego y diversidad de voces, producción académica y formación de investigadores. Por ello, no es de extrañar que en sus investigaciones y proyectos de extensión emergiera en la academia nuevas formas de acercarse al otro de la investigación, no como “objeto”, no como informante, no como dato, sino como sujeto cocreativo o cosujeto del conocimiento y diálogo de saberes.

Años más tarde fui testigo de la lucha denodada por tres asuntos que ahora hacen parte de la vida de la Facultad de Educación y la Universidad.

En primer lugar, ella contribuyó en abrir no pocos espacios institucionales para pensar e investigar la diversidad en la universidad. El grupo Diverser fue uno de los primeros frutos de este esfuerzo. Luego los semilleros de investigación donde podían iniciarse en la investigación estudiantes de todas las disciplinas y profesiones de la Universidad. Este semillero formó en investigación a muchos de quienes ahora son profesores e investigadores de la universidad.

En segundo lugar, quiero destacar el esfuerzo por abrir cátedras para profesores indígenas y afros. En ese contexto el profesor Abadio Green ingresó como profesor a la Facultad de Educación y con él el diálogo con los saberes ancestrales y los movimientos indígenas del departamento y el país. Esto permitió que nuestra Alma Máter incluyera a la vida académica otras formas de producción de saber mediante el diálogo intercultural.

Finalmente, todas estas acciones de diálogo con las comunidades ancestrales y afros, produjo la apertura de las líneas de maestría y doctorado en estudios interculturales en educación. De este modo la vida académica de la Facultad de Educación y la extensión solidaria ganaron espacios fundamentales para la interculturalidad y el diálogo de saberes. Las tesis de doctorado y maestría de esas líneas abrieron un espacio de diálogo con académicos de nuestra américa y latinos en Estados Unidos. Se crearon redes donde pudimos pensar la educación y la pedagogía en el contexto de los problemas de la colonialidad del ser, del saber y del poder.  

No menos importantes fueron las luchas de la profesora Zayda para que la institucionalidad no cerrará la posibilidad del diálogo de saberes y la investigación en estudios interculturales. Abrió caminos en Colciencias para la investigación inter y transdisciplinar en educación, mostrando el enorme potencial de producir conocimiento desde la interculturalidad. Esta idea se hizo eje de su vida académica y, por ello, mediante el diálogo con comunidades indígenas y sus organizaciones,  ella apoyó la construcción de la propuesta de la licenciatura en pedagogía de la Madre Tierra. Un espacio para que los maestros y maestras indígenas piensen su educación propia.

Mucho debemos agradecerle a esta maestra los espacios que abrió para pensar la educación de niños y niñas desde el juego y el arte, la educación de aquellos cuya diversidad no era aceptada ni social ni académicamente. Ella abrió el camino para el diálogo entre las diversidades sexuales, étnicas, la diversidad de género, entre otros. A ella, personalmente, debo agradecerle que propició siempre espacios para conocer los desarrollos teóricos de los feminismos, las teorías queer, el indigenismo, la interculturalidad y decolonialismo. Una voz crítica siempre fue y su capacidad disruptiva hizo que nuestra Alma Máter acogiera a aquellos que por siglos se vieron marginados. Mil gracias maestra.


Nota

Este es el espacio de opinión del Portal Universitario, destinado a columnistas que voluntariamente expresan sus posturas sobre temáticas elegidas por ellos mismos.  Las opiniones aquí expresadas pertenecen exclusivamente a los autores y no reflejan una opinión o posición institucional de la Universidad de Antioquia.

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