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El acto más disruptivo contra el poder: renunciar a tener hijos

23/09/2024
Por: Luis Miguel Ramirez Aristeguieta. Profesor de la Facultad de Odontología de la UdeA.

«La élite se beneficia de una base demográfica en constante crecimiento que garantiza mano de obra barata y consumidores. Utilizan políticas corruptas que desprotegen los derechos de la población, haciendo que los países sean más vulnerables a su explotación. Algunos logran escalar a niveles intermedios, convirtiéndose en parte del sistema, pero nunca alcanzan la cima, ya que el poder fluye hacia abajo».

Los supremacistas malinterpretan el término «humanoide» para descalificar a los diferentes: aquellos que no se ajustan a sus normas de género, raza, religión o ideología. Un humanoide, por definición, es una máquina que imita al ser humano, lo que irónicamente se ajusta mejor a estos hegemones que carecen de emociones y empatía. Entender el ecosistema y las tensiones geopolíticas y es imperativo para lograr acomodarnos. ¿Dónde nos ubicamos en este sistema jerárquico excluyente?

En la cima se encuentran los concentradores de riqueza, dueños de grandes capitales en industrias clave. Controlan no solo sus empresas, sino también los gobiernos, manipulando decisiones políticas. El poder es adictivo y puede llevar a la discapacidad —soberbia—. Estas élites crean crisis económicas y militarizan países iniciando dictaduras que los hacen inviables. Incordian a los vecinos, estimulan golpes de estado, inician crisis económicas y burbujas inflacionarias, imprimen dinero sin respaldo; y lo hacen sin sonrojarse. 

Los mega plutócratas —el poder económico heredado por generaciones en monarquías e imperios—, llamados «los influyentes», organizan el mundo en acrónimos como Brics, Otan, OEA, FEM, ONU, OMS y FMI entre otros, pero el Club Bilderberg —Retinger 1954— representa el verdadero gobierno oculto del planeta. En este exclusivo foro —convocado secretamente—, se reúnen las élites para discutir estrategias que aseguran sus intereses a expensas del bienestar global, cueste lo que cueste: el planeta, la paz, la vida, la salud, los derechos ganados, el contrato social, las prerrogativas de la mayoría y cualquier cosa que se interponga a su inacabable codicia. Controlan todo: la información —sus medios noticiosos—, los mercados, la paz, los paraísos fiscales, las guerras y hambrunas. Esto se llama «el sistema», un modelo de negocio que experimenta con nosotros. Por esto eventualmente invitan a los «nuevos» ricos y poderosos: presidentes, senadores, ministros, militares, el conglomerado mediático, millonarios y la banca. Saber qué opinan las personas del estrato medio piramidal de reciente poder, deja réditos de dominio impensables.

La élite se beneficia de una base demográfica en constante crecimiento que garantiza mano de obra barata y consumidores. Utilizan políticas corruptas que desprotegen los derechos de la población, haciendo que los países sean más vulnerables a su explotación. Algunos logran escalar a niveles intermedios, convirtiéndose en parte del sistema, pero nunca alcanzan la cima, ya que el poder fluye hacia abajo. Todos hemos tenido que sufrir a una ralea de megalómanos gobernantes que estos aprueban y aplauden: obedientes dictadores tropicales, delirantes y dislates que hablan con su perro muerto, choferes necios y obnubilados por el poder, comerciantes forajidos y disparatados, estultos, clasistas y hasta actores cómicos y payasos —ad litteram— que sacrifican a su juventud.

Estos síndromes de Hubris, representados por narcisos con riqueza heredada, promueven la reproducción como un «derecho» —ingeniería social con dinámicas demográficas multiplicativas—, ignorando el crecimiento poblacional diario disparatado —+200 mil personas diarias—. Hoy cualquier discusión al respecto es tildada de eugenésica y fascista, convirtiendo la demografía en un tema tabú en foros internacionales y deformando la verdad al sugerir que un control demográfico es que algunos merecen sobrevivir y reproducirse, pero otros no. Analicemos las cifras: países como India y China tienen 1.4 billones de habitantes, mientras África suma 1.3 billones. En contraste, naciones ricas cuentan con poblaciones mucho menores —Suiza 8.7 millones, Dinamarca y Finlandia cerca de 5.9 millones, Noruega 5.4 millones, Luxemburgo 0.6 millones, Mónaco con 0.03 millones—. Las élites viven en estos países y son discretas en cuanto a sus descendientes. 

Los gobernantes saben que, sin una población numerosa, la seguridad social, las pensiones, las guerras y el sistema económico basado en mano de obra barata y consumidores alienados colapsaría, como lo experimentará Alemania con su baja natalidad. La natalidad a la baja, la llaman «crisis de despoblación» y enciende todas las alarmas en las potencias comerciales porque no les conviene esta transición demográfica a sus economías capitalistas. La fecundidad bajo de cinco nacimientos a 2.3 desde 1950 porque las mujeres ejercen cada vez más control sobre su vida reproductiva y pueden ejercer derechos y libertades que mejoran la calidad de vida. La renuncia a traer hijos al mundo es una forma de resistencia ante este sistema opresivo.

La teoría económica del derrame —los pobres solo pueden mejorar su situación si los ricos son más ricos… y entregan sus migajas sobrantes a los pobres—, es ofensiva, insostenible y recuerda la historia del rico Epulón y el pobre Lázaro. Este desatinado enfoque no explica el crecimiento monetario en una economía de mercado porque solo produce inequidad, frustración y rabia, sin producir valor en todos, sin construir un país con crecimiento y prosperidad. Se debe lograr ver la diferencia entre un pez silvestre que crece y vive libremente en su hábitat en océanos y ríos, y uno criado en corrales, confinado, automatizado, controlado por un frío y cruel sistema de acuicultura. Asilvestrado decides, acorralado deciden otros.

Renunciar a tener hijos es una pequeña forma de liberación personal, pero representa una grave preocupación para las élites, que dependen de nosotros —aporofílicas—, para mantener su control, a pesar de la injusticia, desigualdad y opresión. Sin una masa de gente vulnerable y sometida, no podrían ejercer su dominio. Estas élites no desprecian a los pobres, más bien los necesitan, al igual que antiguas civilizaciones necesitaban cautivos para construir sus imperios y sacrificios. Hoy, los sacrificios son más crueles y lentos, pero no en honor a sádicas deidades sino a los concentradores de la economía: «Plata es plata» afirma el gran pensador y filosofo antioqueño.

Diariamente, una persona muere de hambre cada cuatro segundos, y un niño cada cinco. Según estimaciones de Unicef, el Banco Mundial y la OMS, 8500 niños mueren diariamente por desnutrición —dato discutible, quizás 20 000—. Sin embargo, estas organizaciones no educan sobre demografía, quizás porque, como la industria armamentística, necesitan la muerte para justificar su existencia: El congreso norteamericano —sin importar su afiliación— aplaude en pleno al colono exterminador Netanyahu.

Muchas personas navegan sin rumbo, lo que beneficia al sistema. Nos preguntamos cuántas decisiones son realmente autónomas: ¿decidimos sobre nuestro nacimiento, genero, familia, salud, valores o muerte?, ¿o sobre el PIB y la inflación? Y aunque algunas elecciones parecen libres, están influenciadas por la suerte, el entorno y hasta la biología. Steven Pinker afirma que, sin autoconciencia y reflexión, poco decidimos.

En esta pirámide social, algunos en la zona media, como el excandidato Hernández, ven a los pobres como un negocio, llamando a esta explotación «una delicia»… tener «pobres hombrecitos» que le pagan intereses de hipotecas. Sin embargo, la vida enseña que el dinero no es poesía —como creen los más débiles—, y la lección les llega tarde: no hay entierros con trasteos al más allá.

Ningún líder desea que su mejor empleado renuncie. Su medida del éxito son los hijos, perpetuando el ciclo de nacer, crecer y reproducirse —ojalá mucho—. La famosa propaganda de Johnson & Johnson dice en su comercial de talcos «El lenguaje del amor», que los hijos son una historia de amor —https://youtu.be/Y0OEwlEOPg0?si=kbQURnU8thXqfw6V—, pero omiten que también  de responsabilidad, sacrificio y un singular grillete de obediencia al sistema.

Plus: …nadie va a ayudar ante las decisiones no caviladas y cuando se comprende que el bien moral o humanista más importante para el progreso es la libertad de decidir —la natalidad—, eso sí que los va a contrariar. A propósito: https://www.youtube.com/watch?v=q2gO4DKVpa8.


Notas:

1. Este es el espacio de opinión del Portal Universitario, destinado a columnistas que voluntariamente expresan sus posturas sobre temáticas elegidas por ellos mismos. Las opiniones aquí expresadas pertenecen exclusivamente a los autores y no reflejan una opinión o posición institucional de la Universidad de Antioquia. Los autores son responsables social y legalmente por sus opiniones.

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