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¿Germán Arciniegas, un anticorrosivo para las universidades públicas hoy?

21/10/2024
Por: Rafael Rubiano Muñoz. Profesor de la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas de la UdeA.

«Perteneciente a la generación de Los nuevos, Arciniegas fue un insobornable agitador estudiantil en los años 20, además un persistente empresario cultural y un incansable editor en el país. Se desempeñó como diplomático, parlamentario, ministro de educación, pero lo más relevante fue docente universitario, lo que permite catalogarlo como un autorizado conocedor de los intríngulis del mundo de la educación superior, sus vicios y bondades, sus defectos y sus cualidades».

La lectura de la obra del intelectual bogotano Germán Arciniegas ofrece ante la crisis de la educación superior en el país en los actuales momentos un eficaz anticorrosivo mental y brinda al público universitario en general un estímulo incalculable, de reflexiones, análisis y argumentos —no exentos de polémicas y de disentimientos—, muy enriquecidos para comprender las encrucijadas que nos aquejan. 

Perteneciente a la generación de Los nuevos, Arciniegas fue un insobornable agitador estudiantil en los años 20, además un persistente empresario cultural y un incansable editor en el país. Se desempeñó como diplomático, parlamentario, ministro de educación, pero lo más relevante fue docente universitario, lo que permite catalogarlo como un autorizado conocedor de los intríngulis del mundo de la educación superior, sus vicios y bondades, sus defectos y sus cualidades. En 1933 como parlamentario propuso una reforma educativa que en lo esencial procuraba la autonomía como la modernización de dicha institución, dos asuntos hasta el día de hoy inconclusos e irresueltos, porque por el contrario factores internos y externos manipulan la vida universitaria; ni rastros de modernidad, por la hegemonía de formas rancias, envejecidas y caducas, tales como el dogmatismo, las idolatrías y los fanatismos, carcomen en el día de hoy, la lacerada institucionalidad educativa. 

Como intelectual orgánico a carta cabal, Arciniegas y hay que mencionar otros adalides latinoamericanos, Alfonso Reyes, Pedro Henríquez Ureña, José Luis Romero, quienes fueron quizás la más valiosa inteligencia universitaria que tuvieron nuestros pueblos, invirtió su vida y existencia convencido que si se renuevan los claustros progresaban nuestras gentes y nuestras naciones, ¿acaso una vana ilusión frente a lo que sucede en la actualidad? No es extrañeza, ni avergüenza ya a nadie, que esos letrados comprometidos —ni qué hablar de las letradas, Gabriela Mistral, Victoria Ocampo, Teresa de la Parra, María Cano, Virginia Gutiérrez de Pineda, quienes deben incluirse— con las causas sociales y educativas no se lean hoy, menos aún es asombroso comprobar que profesoras y profesores de la educación superior del país, quienes se desgarran oral y mentalmente exigiendo democracia, participación, justicia, igualdad, inclusión y otras demandas, no los refieran, ni citen. 

Esa recurrente crisis de sentido se ha debido a una inexistente orientación intelectual, ya no hay liderazgos ni administración universitaria como antaño, con letrados y letradas honestos y francos, porque las instituciones universitarias nacionales las ha invadido una carcoma, la peor, aquella que antepone una concepción antihumana e invade los cerebros de docentes, administradores, empleados, estudiantes y la comunidad en general, con modo de ejecutar, la acción científica con un pragmatismo insulso, o sea, ejecutar, mas no pensar, lo perentorio es resolver, no contemplar cómo se resuelve, lo esencial es actuar de modo inmediato y voluntario, no reflexionar sobre la coherencia de la acción y lo actuado.

Valga decir que, en 1921, Arciniegas creó la revista Universidad publicada hasta el año de 1931, el impreso se constituyó en un proyecto político cultural del movimiento estudiantil colombiano en esos años, fue una publicación que en sus 150 números de existencia vertió el ímpetu rebelde e inconformista, la insumisión, claro está con altura y calidad, de una generación que con su pensamiento y acción, alteró las caducas y envejecidas instituciones educativas, políticas y culturales de nuestro país. 

Bajo el apoyo y auspicio de renombrados pensadores latinoamericanos, José Ingenieros, Deodoro Roca, José Vasconcelos, Carlos Pellicer, Héctor Ripa Alberdi, entre otros, la revista juvenil, tuvo una repercusión continental y además propició desde su tribuna plural, diversa y reflexiva, a partir de la exposición y la opinión pública, algunas de las reformas de la educación entre otras, alcanzó la posibilidad en parte de un gobierno cuasi propio universitario, la libertad de cátedra, la elección profesoral y administrativa —la burocracia académica— por méritos y no por relaciones de amistad y parentesco —que hasta el día de hoy no se ha desterrado valga decir de las universidades del país—, la admisión de las mujeres a la educación superior, entre las más avanzadas innovaciones y transformaciones culturales.

Universidad entonces, se convirtió en un espacio en la que jovencitos precoces se ensayaron en las letras y con el amparo de curtidos y encumbrados intelectuales, valga mencionar al rionegrino Baldomero Sanín Cano —quien fungió como editorialista y casi codirector— asumieron los desafíos que les propuso la sociedad colombiana y el mundo en general en los años 20. Desmitificar, destruir prejuicios y desterrar dogmas, frente a la manera como se concebía la educación superior, fue la misión que Arciniegas y algunos estudiantes de esos años asumieron con decoro, con ética y responsabilidad, porque para esa época la universidad estaba supeditada al monopolio de un estado conservador descompuesto, pero sobre todo, las instituciones educativas estaban supeditadas, subordinadas y sometidas bajo el poder de la iglesia, la horma clerical con hermetismo apresó la U, dominada por fanáticos y delirantes demagogos o profetas. Los astros y los hombres vuelven cíclicamente, los fanáticos, demagogos y delirantes, también vuelven en las universidades.

Resultado de esos avatares, Arciniegas publicó en 1932 su primer libro, El estudiante de la mesa redonda, traducido a varios idiomas y curiosamente, leído con fervor por el austríaco Stefan Zweig, quien en sentida epístola le comentó brevemente al colombiano la impresión que le causó la obra. En el libro, Arciniegas de cuerpo entero editado por Juan Gustavo Cobo Borda se puede juzgar y divisar la incidencia y repercusión que tuvo este librito con relación al carácter revolucionario, progresista y transformador que el estudiantado a lo largo de los siglos tuvo en el mundo centro europeo, pero especialmente y esencialmente en el ámbito latinoamericano. La característica primordial del espíritu universitario estudiantil, según se concluye de la lectura del libro de Arciniegas, es el desfanatizarse, destruir ídolos y ante todo luchar por la libertad contra todo lo que se le oponga; formar y divulgar el espíritu estudiantil universitario como un alma colectiva, esa es la Alma Mater, que no es exclusivo propiamente de alumnos y estudiantes, porque ese espíritu —visión de mundo y de sentido— cobija a toda la comunidad universitaria.

No obstante lo anterior y pese al transcurrir del tiempo, por ciertas formas de secularización en el país, en casi un siglo, la degradación y la decadencia por razones que son explicables debido al dogmatismo y al fanatismo que aun reina en los recintos de la universidad, han impedido cualquier renovación, reforma y transformación de la vida universitaria. Las creencias en la comunidad que quienes dirigen la universidad y fungen —¿o fingen?— como administradores académicos no deben tener un horizonte intelectual; la normalización que se ha extendido según aducen la mayoría que las prerrogativas de la formación universitaria hoy son técnicas, digitales y de inteligencia artificial más que de cierto humanismo y digámoslo cierto carácter filosófico, es decir, la comprensión de las tensiones conflictivas de ser y deber ser, de vida interior y exterioridad, de experiencia y acción. Se ha impuesto la arraigada concepción según la cual, la vida académica, la cientificidad, la acción política y la vida cotidiana —dentro y fuera de la U— riñen y rehúyen como el agua y el aceite, se ha cristalizado en la U. la pertinaz y destructiva noción, idea, opinión que la formación intelectual se contradice con los asuntos burocráticos, administrativos e incluso con las decisiones prácticas.

Al monopolio del fanatismo y la idolatría que ahoga las universidades del país, se suman espacios educativos sin límites, sin formas de regulación y sin referentes de autoridad y el eslabón más perjudicado en este espacio delirante de formas legales e ilegales, es la del docente —profesoras y profesores— quienes en la No Mans Land, deben afrontar como se pueda —sin respaldo y apoyo de ningún lado— las agresiones, los vituperios, las calumnias y descalificativos en su proceso de enseñanza y en el de formación. A una comunidad desatada en sus resortes normativos, regulativos y hasta de tratos y de convivencias no le queda más que la fórmula hobbesiana. Sin autoridad y respeto, sin formas de regulación se desatan todas las tiranías, la peor, esa violencia subrepticia de señalar, descalificar y de negar la figura profesoral. En el espacio donde la libertad se practica sin límites y sin fronteras, se imponen las tiranías privadas, particulares, de grupos y de sectas ingobernadas e ingobernables y eso es lo que corroe lo público.

Ahora bien, sobre Arciniegas, es de valorar —y hay desacuerdos quizás— su amplia obra de más de media centena de libros dedicados a repensar la historia desde abajo, a confrontar la historia oficial de las élites, narradas por los guerreros armados, por héroes, por los vencedores quienes legitiman con sus leyendas épicas sus formas de dominación y poder. En el bogotano el pensamiento latinoamericano, utilizado como revanchismo y venganza, es un eufemismo, porque se aplica justamente aquello que se critica, discriminación y exclusión, por eso sostuvo que en la formación universitaria, el sentido de la rueda que giró bajo el arco hegemónico de la mirada europea y occidental debe invertirse, es necesario según Arciniegas, rescatar a los «don nadie», aplicar una historia de los antihéroes y antiheroínas, de la gente común y vulgar —de vulgo—, del pueblo, aquellos no nombrados, divulgar historias de la gente de a pie, siempre ignorados. Recuperar frente al olvido, a esas otredades, las otras y otros desconocidos e invisibilizados, es decir, mirar desde lo propio, de América hacia el mundo, no del mundo hacia América. 

Se han debatido sus versiones folletinescas de la historia de la conquista, la colonia, las independencias y la formación de nuestros pueblos en dos siglos, del XIX al XX. Sin duda, pese a lo controvertible, su manera de escribir y de concebir los problemas de Colombia y de América Latina a la luz de su ensayística, invitan con argumentos y reflexiones, a pensar en cómo salir de las crisis que nos carcomen y nos ahogan. Más aún hoy, con modelos universitarios de enseñanza, profundamente dedicados a trasladar miméticamente lo foráneo y ajeno en lo propio, y con docentes —profesoras y profesores— que ni leen ni entienden ¿por qué leer?, el pensamiento colombiano y latinoamericano, tenido por pobre, insulso y sin valor.

Carcomidos, valga reiterar con obstinación, con modas como las del decolonialismo o la poscolonialidad, adulando sus mercenarios intelectuales, a través de editoriales y en las aulas, nunca será posible una renovación, reforma y transformación hacia lo mejor de la universidad y de su vida universitaria. De todos modos, antes que esas modas y muchas tendencias intelectuales de ocasión, Arciniegas —como muchas otras y otros— con algunos de sus libros, valga señalar, en especial, El estudiante de la mesa redonda, nos ofrece la opción y es un faro, un anticorrosivo contra las crisis y es un referente para saber superarla ¿nos reconquistarán el desierto y la maleza?
 


Notas:

1. Este es el espacio de opinión del Portal Universitario, destinado a columnistas que voluntariamente expresan sus posturas sobre temáticas elegidas por ellos mismos. Las opiniones aquí expresadas pertenecen exclusivamente a los autores y no reflejan una opinión o posición institucional de la Universidad de Antioquia.

2. Si desea participar en este espacio, envíe sus opiniones y/o reflexiones sobre cualquier tema de actualidad al correo columnasdeopinion@udea.edu.co. Revise previamente los Lineamientos para la postulación de columnas de opinión. 

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