Opinión

El pasado 25 de mayo de 2015 fue reglamentada en Colombia, mediante el Decreto 1038, la llamada Cátedra de la Paz. Que si bien es de tenor obligatorio para los niveles de Educación Básica y Media, se dejó a discreción de las entidades de Educación Superior, la definición de acciones para la implementación de ésta, en sus programas académicos y respectivos modelos educativos (Artículo 9). 

Esto es, la invitación (o directriz) para que se promueva de manera manifiesta y activa desde el punto de vista curricular, en las agendas formativas de las universidades colombianas, “la apropiación de conocimientos y competencias ciudadanas para la convivencia pacífica, la participación democrática, la construcción de equidad, el respeto por la pluralidad, los Derechos Humanos y el Derecho Internacional Humanitario.” (Art. 2 del citado Decreto).

No deja de ser por lo menos curiosa e interesante, dicha invitación o directriz legal para la educación superior, y digo por lo menos curioso, porque hemos supuesto desde hace bastante tiempo (quizá desde su misma fundación), que las universidades son de suyo espacios de formación en pluralidad, respeto a la diferencia y convivencia pacífica. Entendiéndose históricamente, que detrás de la formación de médicos, ingenieras, abogados, filosofas, artistas y maestros (entre todas las profesiones que posibilitan las universidades), se forma fundamentalmente, buenas y buenos ciudadanos, que reconocen de suyo la importancia de la vida humana y de la dignidad del otro. Y que identifican las prácticas de asesinato, tortura y genocidio, como extrañas a la condición humana.

Pero ¿qué significa todo esto? ¿Acaso se deberá implementar una cátedra distinta al curso obligatorio de Formación Ciudadana y Constitucional, presente en los programas de pregrado que se imparten en el país? ¿Se deberá agregar un módulo adicional a dicho curso, donde se promueva de manera más evidente la justicia, la resolución pacífica de conflictos, los derechos humanos, la memoria histórica,la diversidad y la historia de los acuerdos de paz nacionales e internacionales, entre otros? ¿Se deberán transversalizar dichos contenidos que promueven la paz, en los cursos de los diferentes programas que lo posibiliten o en los que se puedan “incluir” desde un punto de vista curricular?

Preguntas todas, que deberán resolverse como comunidad académica que reflexiona sobre las dinámicas curriculares que entrañan la educación superior. Donde se valore la pertinencia o no de agregar obligatoriamente una cátedra de la paz, con dichas características, a los planes de formación de todos los programas de pregrado de nuestras universidades colombianas. Vuelve a escena la necesidad de reposicionar las discusiones a nivel general sobre el currículum en educación superior, pensándolo más allá de los meros planes de estudio y posibilitando que dicho currículum sea un tema de construcción conjunta y deliberativa. En este caso con relación a la paz y su cátedra.

De momento lo que sí parece ser urgente, es que como país, debemos reforzar aquellos conocimientos sobre la paz, la violencia, la convivencia y la solidaridad, en todos y cada uno de los niveles educativos, incluida la educación superior y por supuesto nuestra Alma Máter.
 

Nota

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