Juridico

El pasado 10 de abril, durante el homenaje póstumo al maestro Gaviria, el rector de la Institución, Mauricio Alviar Ramírez, anunció que la Biblioteca Central llevará su nombre.

Una noticia con una trascendencia mayúscula, pues, como se destaca en la resolución rectoral 40005 del 9 de abril de 2015 que formalizó el anuncio, “no representa sólo un reconocimiento, sino un ejercicio pedagógico que invita a las nuevas generaciones para que, como el maestro, encuentren en los libros una manera de conocer el mundo que nos rodea, de soslayarse en los placeres de la cultura, y de formarse, al igual que él, como sujetos éticos capaces de reconocer las diferencias y ser fieles a sus propios principios”.

Por su parte, Dora Inés Villegas Londoño, directora del Departamento de Bibliotecas, manifestó que en su dependencia el anuncio se recibe con entusiasmo: “Carlos Gaviria Díaz, además de doctor en leyes, político y magistrado fue un gran lector de literatura y amante de los libros y las bibliotecas. Conversador exquisito y gustoso cultor de nuestro idioma, él mismo cultivó ricas bibliotecas personales donde vivió y fue, por lo tanto, conocedor avezado de los mejores escritores. El profesor Gaviria es digno merecedor de que su nombre sea el de la Biblioteca Central de la Universidad de Antioquia, la institución educativa y cultural más importante de nuestro departamento y una de las mejores del país”.

El legado del maestro

La rigurosidad que imprimía a la enseñanza del derecho forjó los pilares del conocimiento de varias generaciones de abogados; la trascendencia de su apostolado labró la estructura del pensamiento crítico de varias generaciones de ciudadanos.

El profesor Tulio Elí Chinchilla, quien fue alumno del doctor Gaviria, recuerda sus cátedras como espacios de discusión activa donde la participación de los estudiantes, guiados siempre por su maestro, les permitía alcanzar conclusiones que respondían a los interrogantes propuestos en la asignatura.

El profesor Chinchilla recuerda además que los alumnos, embebidos en la clase, no sentían el pasar del tiempo. Aprobar sus materias no era tarea fácil, Gaviria era un profesor exigente. Las evaluaciones daban cuenta de un razonamiento lógico y riguroso. Tal vez por esta razón muchos estudiantes debieron repetir el curso; sin embargo, esto no era visto como un fracaso, por el contrario, se tomaba como una oportunidad adicional de seguir aprendiendo de él.

Como maestro, sus aportes no se limitaban al ámbito de su profesión. De Platón a Balzac, de Wittgenstein a Borges; el profesor Gaviria recorría los pasillos de la literatura universal con la destreza propia de los grandes sabios. Su pasión por los libros lo llevó a vivir rodeado de ellos, a vivir entre ellos. Mientras estuvo en la Universidad, la Biblioteca fue uno de sus lugares predilectos: era fácil encontrarlo entre los estantes revisando las nuevas adquisiciones, repasando los contenidos de las obras clásicas y buscando rarezas literarias escondidas en las repisas.

Del Campus a la Corte y de la Corte al Senado: así el hijo ilustre de la Alma Mater incursionó en la vida pública del país. Sus tesis progresistas, que encontraron tanto receptores como opositores, enriquecieron el debate nacional poniendo sobre la mesa temas vedados para un país conservador como el nuestro. La nueva constitución necesitaba de intérpretes calificados y el profesor Gaviria, vestido ahora de magistrado, ilustró con sus conceptos los trazos del nuevo Estado social y constitucional de derecho.

Cerca estuvimos del gobierno de los sabios cuando en el 2006 presentó su candidatura presidencial. Obtuvo dos millones seiscientos mil votos; que no fueron suficientes para que el ideal platónico se implantara en nuestras instituciones. No obstante la derrota electoral, el maestro Gaviria se convirtió en uno de los contrapesos necesarios para mantener la democracia, que contrario a lo que se piensa, no es el simple poder de las mayorías.

Sin necesidad de estar vinculado formalmente como profesor, Gaviria continúo siendo maestro de las nuevas camadas de estudiantes de derecho que semestre a semestre ingresaron a la Facultad. Las sentencias en las que fue magistrado ponente son verdaderas lecciones de derecho constitucional y de formación ciudadana. La defensa de la libertad individual y del Estado de derecho, la importancia de las garantías fundamentales y la inclinación por la protección de los sectores más vulnerables de la sociedad son las pautas que marcaron su línea de pensamiento, las mismas que forjan el lema de la Facultad: “Espíritu crítico y compromiso social”.

La decana Clemencia Uribe Restrepo destacó, en su intervención durante el homenaje póstumo, la coherencia que lo caracterizaba: “Vivir como se piensa y pensar como se vive fue una norma de conducta que guió su existencia y por eso su vida también se convierte en paradigma en un país en el cual se cree tan frecuentemente que los fines justifican los medios, o que la ética es apenas un adorno para justificar ciertas decisiones, o que el derecho es apenas un dispositivo para imponer política”.

Son estos valores el legado que el maestro ha dejado para toda la comunidad universitaria, y la fidelidad a los mismos, el reto que se propone para continuar su obra. El próximo 8 de mayo, día de su natalicio, se descubrirá en una ceremonia especial, la placa recordatoria que será fijada en el primer piso de la Biblioteca y que permanecerá como testigo de su presencia intelectual en el paraíso que Borges imaginó.