Ciencia

Fotos cortesía: Santiago Castroviejo Fisher.

“El verdadero oro de Colombia son las ranas”, dice el docente Mauricio Rivera Correa después de reflexionar sobre su compromiso como profesional en la documentación de la biodiversidad de Colombia: “nuestro objetivo es revelar la biodiversidad de nuestro país, antes de que las actividades humanas generen que las especies se extingan y aunque tarde, valorar lo que vamos a perder. Si el país se diera cuenta del gran potencial que tiene en sus recursos naturales, no tendría el modelo de desarrollo actual”. 

La descripción de esta rana colombiana del género Pristimantis hace parte de una agenda de investigación desarrollada desde la Alma Máter, “si no describimos formalmente ranas como Dendropsophus manonegra, Hyloscirtus antioquia o Hyloscirtus diabolus, estas se van a extinguir sin haberlas conocido, por cuenta de actividades humanas legales e ilegales que están arrasando consigo bosques a cambio del desarrollo económico”, señala Mauricio Rivera, profesor adscrito a la Dirección de Regionalización e investigador asociado al Grupo Herpetológico de Antioquia, GHA, quien ha descrito 10 especies de ranas durante su carrera y está trabajando en el proceso de describir más. 

Pristimantis dorado fue bautizada en alusión al color oro de su dorso y en honor a El Dorado, un tributo a esta legendaria y mítica ciudad construida en oro e imaginada por los conquistadores españoles de Suramérica. 

En la cordillera de Los Andes, el género Pristimantis es muy diverso en Colombia, principalmente entre los 1500 y 2500 metros. “En las experiencias de trabajo de campo, sobre todo en alta montaña, casi el 80% de la colecta de especies de ranas son de este género”, agrega Mauricio Rivera. Esta especie fue colectada en San Juanito, uno de los pocos municipios del departamento del Meta que se localizan en clima frío, en la zona de amortiguación de los páramos, cerca al Parque Nacional Chingaza. 

La especie fue encontrada al borde de la carretera, habita en las afueras de los bosques de alta montaña y es una rana hallada en pequeños arbustos, de hábitos nocturnos y que no requiere necesariamente de cuerpos de agua para vivir, aunque sus actividades se dan en condiciones muy húmedas: “este lugar permanece con densa neblina gran parte del año debido a los vientos dirigidos o provenientes del páramo de Chingaza en la cordillera Oriental colombiana”, comenta Mauricio Rivera.

La investigadora Faride Lamadrid Feris, coautora de la publicación, realizó una consultoría ambiental en esta zona para entender su diversidad en diferentes grupos taxonómicos, incluyendo anfibios, y así contribuir con su conservación. “Ella colectó algunos individuos y nos pareció que era una rana bastante interesante, con atributos morfológicos nunca vistos, pero los pocos ejemplares colectados no estaban bien conservados”, apunta Mauricio Rivera. 

Después, con recursos adicionales pudieron regresar a la localidad y colectar otros ejemplares para iniciar el proceso de análisis de información que se desarrolló en tres líneas de evidencia: bioacústica, morfológica y genética, con las cuales se obtuvo el soporte científico para afirmar que era una especie no descrita. A este proceso de descripción formal se unió el profesor Andrew J. Crawford de la Universidad de los Andes de Bogotá. El artículo científico fue publicado en la revista especializada Amphibia-Reptilia.

Pristimantis dorado se caracteriza por no tener renacuajos, lo que es común en todas las especies del género; en cambio, ellas ponen el huevo y todo el proceso se desarrolla allí adentro, posteriormente eclosiona una joven rana formada.

Es un anfibio relativamente pequeño, pero a pesar de su tamaño hay evidencia de que ha alcanzado la edad adulta: algunos individuos colectados disponen de un abultamiento llamado excrecencia nupcial, presente en machos, usualmente en un dedo de la mano, que se utiliza en el contexto sexual para estimular a la hembra. Mauricio Rivera explica que “en algunas especies se ha detectado que cuando el macho abraza a la hembra (técnicamente conocido como amplexo sexual) logra estimularla durante el proceso de cópula, es decir que dicha excrecencia se adquiere cuando las especies son adultas, activas reproductivamente”. 

Estas ranas también se distinguen por su canto que fue descrito a partir de una grabación, analizado y comparado con otras especies. “De Pristimantis dorado no tenemos muchos datos de su historia natural exceptuando su canto, el cual es muy tenue y en ocasiones imperceptible, si usted pasa caminando cerca de un macho que está vocalizando, fácilmente puede no escucharlo”, dice Mauricio Rivera.

El herpetólogo reitera que el gran patrimonio que tiene Colombia no es el dorado metal precioso sino los anfibios, “mejor dicho, los conquistadores no se dieron cuenta de que el verdadero oro en las Américas eran las ranas. Nosotros quisiéramos tener un equipo de trabajo gigantesco de estudiantes y colegas para poder describir toda esa diversidad que sé que está oculta ahí, en las montañas, en los valles o en las quebradas, y así poder describir y documentar lo más rápido posible el patrimonio natural de Colombia. En la actualidad tenemos muchas especies en ese proceso, lo que representa una agenda de investigación para los próximos años”.

Esta agenda se desarrolla en el marco de diferentes proyectos de investigación, en los que participan estudiantes, profesionales y profesores como Juan Manuel Daza, director del GHA, y colegas de Argentina, Brasil, Ecuador y Perú. La descripción de Pristimantis dorado fue posible gracias a la financiación parcial de Conservación Internacional Colombia, y a la colaboración de su Director Científico, José Vicente Rodríguez Mahecha, organización que ha apoyado el conocimiento y la conservación de los anfibios colombianos.

Más información de las investigaciones desarrolladas por el profesor Rivera Correa y el artículo original de Pristimantis dorado pueden encontrase en su página web.