Causas y efectos de las tormentas solares en la atmósfera superior de la Tierra
Causas y efectos de las tormentas solares en la atmósfera superior de la Tierra
Las fascinantes imágenes de auroras boreales que se registraron recientemente en diferentes países del mundo ocurren debido a un fenómeno estelar en el cual el sol arroja chorros de materia hacia diferentes lugares de la Vía Láctea. Sin embargo, el campo magnético de la Tierra, impactado por esta actividad solar, puede interrumpir o anular el funcionamiento de las redes eléctricas y los sistemas de localización —GPS—
Detrás de los coloridos espectáculos nocturnos, las tormentas solares pueden afectar las redes eléctricas. Foto: Cortesía: Luis Muñoz.
Algunos habitantes de las regiones tropicales y ecuatoriales viajan hasta Islandia o Dinamarca para ver las coloridas auroras boreales o polares; un fulguroso espectáculo en el que el cielo nocturno se llena de colores como si fuera un arcoíris extendido. Saben que este fenómeno solo se da en zonas cercanas a los polos norte y sur de la Tierra, ya que no es usual en sus países de origen. Hace unos meses, las redes sociales se llenaron de fotografías de personas que reportaban con sorpresa cielos teñidos de rojo, azul, verde y amarillo en ciudades de España, Francia y México.
«El Sol no solo lanza luz a la Tierra y a todo el sistema solar —entendiendo que tal uso de la palabra “luz” es nuestra manera de nombrar lo que vemos y sentimos de él—, sino que, con ella, y en ella, viaja materia, es decir, partículas, electrones y protones. Esos “chorros de partículas” son nombrados por los astrónomos como viento solar. Cuando este interactúa con el campo magnético de la Tierra lo modifica o estresa y por eso se genera una tormenta en la alta atmósfera de la Tierra que afecta nuestro campo magnético», explicó Mauricio Arango, astrónomo, investigador y egresado de la Universidad de Antioquia.
No es la primera vez que se presenta este fenómeno. Entre el 28 de agosto y el 2 de septiembre de 1859 la Tierra vivió una tormenta solar de tal magnitud que generó auroras, incluso en territorio colombiano y entornos tropicales del Caribe. Fue denominado Evento Carrington por el astrónomo inglés Richard Christopher Carrington, estudioso de las manchas y los vientos solares y quien pasó a la historia como aquel que reportó por primera vez dicho fenómeno. En tal ocasión, se dio una tormenta tan grande —grado 4, véase recuadro—, que las líneas de corriente de los telégrafos se saturaron y dejaron de funcionar.
Tipos de tormentas solares
Auroras boreales vistas el 12 de agosto de 2024, cerca de las 2:30 a.m. cerca de Mont Tremblant, municipio de la provincia de Quebec, en Canadá. Cortesía: Juanita Andrea Agudelo, estudiante del pregrado en Astronomía UdeA.
La Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos —Noaa—, por sus siglas en inglés— utiliza una escala de 1 a 5 para clasificar la intensidad de las tormentas solares, basada en el índice geomagnético Kp, que mide las fluctuaciones que se dan en el campo magnético de la Tierra, siendo G1 la menor, que puede generar efectos leves en los sistemas, y G5 la extrema, que puede interrumpir las telecomunicaciones de manera completa.
Las fuentes consultadas en este artículo advierten que volverá a pasar, aún no se sabe el momento exacto, ya que el estudio de los ciclos solares ha mostrado que el Sol es una estrella impredecible. Las fuentes coinciden en que a partir de julio de 2025 se podría dar el pico de actividad solar más grande de los tiempos recientes.
Pero ¿qué sucedería si tal tormenta se da en mayores magnitudes? «Si se repitiera en esta época, colapsarían las redes de internet y gran parte de la tecnología de la que disponemos. Las consecuencias serían más duras que las de una pandemia, porque nuestro mundo hoy está dominado por la electrodinámica», aseguró Maryory Loaiza Agudelo, astrónoma y docente del Instituto de Física.
Es claro que la humanidad no está ni estará preparada para la caída de sus sistemas satelitales, y que ante un probable colapso de sus redes de telecomunicaciones se daría una pérdida histórica de información. Por ahora, astrónomos y físicos advierten sobre las derivas de un coletazo solar que puede desconfigurar o reconfigurar completamente la realidad como la conocemos.
El sol, estrella poco conocida
Akenatón recibiendo rayos solares. Imagen de uso libre del Museo Egipcio de El Cairo.
En Historia de los egipcios —1993—, el divulgador científico Isaac Asimov caracterizó a los faraones egipcios según su relación con esta estrella, que era central en su cosmovisión: «Su dios era el glorioso sol, que adoraba de un modo distinto al de los egipcios. Lo adoraba no como a un dios, en el sentido habitual de representarlo bajo forma humana o animal, sino que era el mismo disco del Sol lo que veneraba, el fulgurante y redondo Sol, que imaginaba emitiendo rayos que terminaban en manos; manos que derramaban los favores divinos de la luz, del calor y de la vida sobre la tierra y sus habitantes —lo que, desde un moderno punto de vista científico, no es una idea del todo equivocada—. El rey llamó Atón al disco solar, y se nombró a sí mismo Ajenatón, que significa “agradable a Atón”».
Sin embargo, el Sol aún es una estrella de la que queda todo por saber. «La mayoría de las personas no han visto jamás el sol. Resulta sorprendente, pero es cierto. Con los ojos no se puede ver el sol, es invisible a simple vista, lo que uno ve de él es su reflejo en la atmósfera. Los egipcios describieron en sus narraciones un “disco solar” porque veían un objeto que se asemejaba a un disco, pero el Sol tiene tanta luminosidad que a los ojos solos les costaría mucho verlo. Solo hasta el siglo XVI aparecieron los primeros instrumentos ópticos que permitieron ver la superficie solar en Occidente. Sin embargo, existen registros de narraciones en las grandes estepas de Mongolia, en el antiguo Oriente, en las que se narraban las apariciones de grandes tormentas de arena que apantallaban la luz del Sol y a través de las cuales se lograba ver las manchas solares», narró Arango, quien en la actualidad es también divulgador del Planetario de Medellín.
El estudio objetivo del Sol comenzó en el siglo XVI. Antes de ello, se creía que todo lo que estuviera fuera de la Tierra estaba hecho de éter —elemento divino—, pero en 1611, Thomas Harriot logró ver a través de instrumentos ópticos lo que denominó «manchas solares», y al descubrirlas la humanidad supo que el Sol no era una bola gigante homogénea e inmaculada, como se creía, sino que sus manchas cambian, aparecen y desaparecen. Esto repercutió en la perspectiva física del Sol como objeto celeste que ya no era divino, sino una esfera con imperfecciones y asimetrías, lo cual también cambió la perspectiva física de la humanidad en el mundo.
Desde entonces, «lo que se estudia del Sol son los “granos” que le salen y que anuncian su actividad. A través de esos granos o manchas se descubrió que gira o rota, que tiene cambios de humor, que tiene unos periodos —de once años, en promedio— en los que pasa de un mínimo a un máximo de actividad. A través de ellas los astrónomos hemos podido conocer el estado del Sol», explicó Loaiza Agudelo.
Hasta hoy, el Sol es la única estrella —de los cientos de millones de estrellas que hay en la Vía Láctea y de las 2000 que vemos con el ojo— a la que se le ha podido estudiar la superficie.
Portal U de A - Redes Sociales - WCV(JSR 286)
Portal U de A - Datos de Contacto (Noticias) - WCV(JSR 286)
Portal U de A - Comentarios de Facebook - WCV(JSR 286)
Listado Lo más popular
-
Academia Sociedad Cultura
Biblioteca de la UdeA se enriquece con herencias de intelectuales
19/05/2025