Poesía del amor y la locura divina
Poesía del amor y la locura divina
En Conversando con dios se compila una muestra representativa de poemas de ocho poetas de las tradiciones hinduistas y sufis: Devara Dasimayya, Allama Prabhu, Basavanna, Mahadeviyakka, Tukaram, Kabir, Rumi y Hafiz. Son poemas que encarnan un pensamiento, una visión de la vida y, sobre todo, una asombrosa y singular cercanía con lo divino
Esta es una selección de la obra de ocho poetas que escribieron entre los siglos x al xvii. Seis vivieron en la India en escenarios hindúes: Devara Dasimayya (siglo x), Basavanna, Mahadeviyakka y Allama Prabhu (siglo XII), de la tradición shivaíta de la región de Karnataka, del sur de la India; Tukaram (siglo XVII) de la tradición vaishnava, en el actual estado indio de Maharashtra; y Kabir (siglos XIV-XV) —cuyo origen hindú o musulmán todavía se disputan estas tradiciones religiosas—, quien nació y vivió en la ciudad de Kashi (Benarés). Incluye también a dos poetas sufís, Rumi (siglo XIII) y Hafiz (siglo xiv), nacidos en la antigua Persia dentro de la tradición islámica.
Estos poetas son poco conocidos en castellano. Sus versos, escritos en idiomas vernáculos, pertenecen a tradiciones que se han mantenido vivas en los relatos orales y los cantos populares de la India y de los países musulmanes. Se recitan y cantan en ciudades, aldeas y campos, acompañados de narraciones sobre episodios heroicos, cómicos y sagrados de sus vidas. La imaginación popular les ha dado una dimensión mítica a las vidas de estos poetas.
La suya es una poesía de la unidad a través del amor, que hace parte de tradiciones milenarias, tanto en culturas en las que ha dominado el hinduismo, como en los pueblos islámicos. En estas tradiciones, el lenguaje poético es una de las formas privilegiadas de práctica espiritual y de comunicación del pensamiento y la experiencia mística. Constituye una corriente literaria y espiritual, al margen, y muchas veces explícitamente en oposición a los textos, rituales y dogmas de las religiones organizadas (institucionalizadas).
Estos poetas criticaron con pasión lo que el poeta inglés William Blake denominó con desdén y burla la religión organizada. Criticaron su dogmatismo, su exclusivismo y su ritualismo. Criticaron también las formas en que las prácticas prescritas por las religiones organizadas establecen una relación infantilizada de los creyentes con dios: una relación de reverencia, obediencia, temor, vergüenza, humildad, sumisión y de solicitud de favores mundanos. Una relación con un ser cuya realidad sería un misterio inaccesible o prohibido para los humanos. Como Blake, consideraban que es, a todas luces, errado y poco menos que absurdo concebir que el modo de relacionarse con dios (con uno mismo) fuese mediado y normado institucionalmente. Para nuestros poetas, solo hay una relación posible con dios: el amor, y este amor es sabiduría, libertad, dicha, belleza y diversión divina.
Pero contra la imagen dominante en “Occidente” y las sociedades cristianizadas, del místico como un sujeto aislado del mundo, de diversas maneras todos nuestros poetas pertenecieron a, o contribuyeron a crear, comunidades culturales y espirituales, y estuvieron en el mundo, sin ser del mundo. En palabras de Abusaid Abulijair, poeta sufí de los siglos X y XI: “El verdadero santo entra y sale entre las gentes, come y duerme con ellos, compra y vende en el mercado y participa de la vida social, y no olvida nunca a Dios ni un solo momento”.
Las suyas son voces, a la vez, personales y colectivas, que dan el salto de la experiencia cotidiana a la impersonalidad de la unidad. Voces que hablan de una relación de amor que es, al tiempo, humano y divino, personal e impersonal: una relación de hilaridad, de cercanía, de confianza, de complicidad, de amistad, de unión. Hablan de ese juego sagrado en el cual nada queda por fuera y que en sus poemas interpela a dios como amante, amado, esposo, amigo, huésped, jefe, contrincante, compañero de juego, sí mismo. Voces que hacen parte de las tradiciones místicas, tanto las del escenario cultural de la India —el yoga— como del islam —los sufís— cuyo fin es la plenitud, que no la perfección.
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Fragmento del prólogo de la obra, pp. XI-XIII.
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Muestra de cada uno de los poetas compilados:
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La tierra es tu regalo,
la cosecha es tu regalo,
el viento que sopla es tu regalo.
¿Cómo llamar a estos perros callejeros
que comen de tu mano
y alaban a todos los demás?
Devara Dasimayya
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Cuando el yo levanta su cabeza,
llega la tempestad de la traición, la trampa, el engaño.
Tan pronto como llega la tempestad,
se apaga la luz del conocimiento.
Cuando se apaga la luz del conocimiento,
quienes se creen sabios y cultos
caen bajo la influencia de la molicie,
quedan perdidos y derrotados,
oh señor de las cuevas.
Allama Prabhu
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¿El dueño está en casa?
Pasto en la puerta,
mugre en la casa:
¿está el dueño de casa o no está?
Mentiras en el cuerpo,
lujuria en el corazón;
no, el dueño de casa no está,
oh señor de los ríos que se juntan.
Basavanna
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Eres el bosque,
y todos los árboles del bosque.
Eres pájaro y animal,
jugando entre los árboles.
Oh señor blanco como el jazmín,
tú llenas y estás lleno de todos,
¿por qué no me muestras tu rostro?
Mahadeviyakka
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No soy nada,
un don nadie,
nativo de ningún lugar.
Estoy solo, en mi propio sitio.
No visito ningún lugar,
ni vengo ni voy.
Le hablo al vacío.
Nada es mío,
no pertenezco a nadie,
nadie me pertenece.
No tengo que vivir,
no tengo que morir.
Soy indivisible.
Tuka dice,
no tengo nombre ni forma,
estoy lejos de lo bueno y lo malo.
Tukaram
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Amigo, así es el conocimiento verdadero:
los que van en barca
se hunden a mitad del río;
los que no tienen nada
llegan a la otra ribera.
Los que toman el camino difícil
llegan a la ciudad;
los que toman el camino real
son asaltados.
En una cuerda todos se enredan,
los mundanos y los renunciantes.
Los que se refugian en la casa
de formalismos y rituales,
son sacudidos y empapados por el temporal;
los que se quedan en la intemperie
permanecen secos y seguros.
Los heridos por la flecha
alcanzan la dicha eterna;
a los que no les pasa nada
sufren dolores y miserias.
Los que no tienen ojos
ven toda la creación;
los que tienen ojos
siguen ciegos.
Dice Kabir:
cuando descubrí la verdad,
vi lo extraño del mundo.
Kabir
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Amado, el cuerpo es una casa de huéspedes,
cada mañana llega alguien nuevo.
No digas, ¡otra tarea!
o el huésped volará a la nada.
Todo lo que entra a tu corazón
es un huésped del mundo invisible. Atiéndelo bien.
Cada día, cada momento,
llega una emoción, un pensamiento, a tu corazón.
Alma mía, mira todo lo que llega como a un huésped,
el valor de la persona está en lo que acoge.
Si una pena entra a tu corazón,
le está abriendo el camino a la dicha.
La pena barre con furia tu casa
para que pueda llegar una nueva alegría.
La pena deja caer las hojas secas del corazón,
para que las verdes puedan crecer.
Arranca de raíz la vieja dicha,
para que una nueva entre del más allá.
La pena arranca la raíz podrida
que estaba oculta.
Cuando la tristeza quita algo
en su lugar pone algo más bello.
Esto es así para quienes saben
que la tristeza es sirvienta de la intuición.
Sin el ceño fruncido de nubes y relámpagos,
el sonriente sol quemaría los viñedos.
La buena y la mala fortuna son huéspedes del corazón,
son como planetas que viajan de signo en signo.
Acoge a quien pase por tu signo,
así, cuando se vuelva a unir a la luna,
le hablará con dulzura al señor del corazón.
Y cuando retorne la tristeza,
recíbela como a un invitado querido.
Dale gracias a dios y dile: “oh mi creador,
cuídame de su daño y déjame gozar de su bien.
Señor, recuérdame de dar las gracias
y de no sentir añoranza si sus bienes pasan”.
Y si la pena no lleva en su mano la perla,
déjala ir con alegría.
Intensifica tu dulce práctica.
La práctica te ayudará en otro momento;
algún día, de repente, tu deseo entrará.
Rumi
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El mar del amor es un mar sin orilla.
En él sólo puedes entregar tu alma.
Cada vez que te entregas al amor es un momento
de dicha.
Para los actos propicios no hay necesidad de
adivinaciones.
Escoge el camino del amante, pues esta señal no es
evidente para todos,
como no lo es la vía hacia el tesoro enterrado.
No nos atemorices con las prohibiciones de la razón
y trae vino,
pues ese guardián no manda en nuestra provincia.
Como a la luna nueva, uno puede verlo con un ojo
puro,
no cualquier ojo puede captar la belleza de la
creciente.
Alma, pregúntale a tus ojos quién nos está matando,
no es el pecado de los ascendientes ni el crimen
de las estrellas.
El grito de Hafiz no te afecta.
Estoy perplejo ante tu corazón, duro como el granito.
Hafiz