El peso emocional de buscar a los desaparecidos
El peso emocional de buscar a los desaparecidos
Las integrantes del colectivo Mujeres Caminando por la Verdad recibirán apoyo en salud mental, como parte de una iniciativa de la Universidad de Antioquia y la Corporación Jurídica Libertad, que busca sanar las heridas emocionales de la desaparición forzada con un enfoque diferencial y respeto a su lucha por la búsqueda.
El acompañamiento psicosocial se enfoca no solamente en atender el sufrimiento y la gestión de las emociones desde lo individual, sino que también brinda asesorías y capacitaciones con relación a cómo funcionan las instituciones, herramientas para la búsqueda de los familiares desaparecidos, y cómo pueden participar en los diferentes escenarios de construcción de paz.Foto: Isabel Valdés. Cortesía JEP.
Con el objetivo de atender las heridas emocionales causadas por la desaparición forzada y las barreras en el acceso al sistema de salud, las buscadoras del colectivo Mujeres Caminando por la Verdad —MCV— recibirán acompañamiento en salud mental a través de una iniciativa conjunta entre la Universidad de Antioquia y la Corporación Jurídica Libertad —CJL—, con un enfoque diferencial que reconoce el dolor acumulado en su incansable labor por la verdad, la búsqueda de sus familiares, la memoria y la justicia.
Este colectivo ha vivido una constante vulneración de sus derechos con la pérdida de sus familiares, costumbres, formas de sustento y estilos de vida. Ellas han enfrentado procesos de revictimización tanto por los violentos como por las propias instituciones sociales y estatales, cuya respuesta ha sido limitada, tardía o insuficiente en relación con la búsqueda de sus seres queridos o una reparación integral.
El dolor de la desaparición
Mujeres Caminando por la Verdad está conformado en su mayoría por mujeres adultas, víctimas de desaparición forzada y algunas que padecen enfermedades como hipertensión, diabetes y desórdenes de la tiroides. Según Vanessa Marín, psicóloga de la CJL, la violencia ha afectado profundamente la salud física y mental de las buscadoras: «Viven en un estado de angustia y profunda tristeza. Hay casos de mujeres que han presentado dificultades para dormir, para alimentarse adecuadamente, así como alteraciones en el sueño y en sus dinámicas relacionales, especialmente con sus familias y su entorno cercano».
El boletín «Efectos del conflicto armado en la salud mental de las víctimas», del Observatorio Nacional de Salud, publicado en marzo del 2018, explica que los daños emocionales que sufren las víctimas son diversos, pero dentro de los recurrentes se encuentran: «rabia, frustración, impotencia, dolor; exacerbadas o perpetuadas por las condiciones de vida posteriores a los hechos victimizantes». El documento detalla que el impacto del conflicto se visibiliza en diferentes planos de la vida de las víctimas, en algunos se expresa de forma directa sobre sus cuerpos, en otros, sobre lo emocional, lo moral o la familia: «Lo cierto es que dichas circunstancias cambiaron las vidas y dinámicas cotidianas de la población afectada».
En el caso de la desaparición forzada, el impacto es aún más profundo. Según Antonio Carlos Toro, docente, médico psiquiatra y coordinador del Departamento de Psiquiatría de la Facultad de Medicina de la Universidad de Antioquia, este colectivo de mujeres que siguen buscando a sus familiares desaparecidos no han tenido la posibilidad de concluir su proceso de duelo. «Es distinto cuando se trata de un asesinato, por doloroso que sea; allí al menos se sabe qué ocurrió, dónde está el cuerpo, y eso permite iniciar un proceso de duelo más claro».
En la desaparición de personas no se sabe qué pasó ni dónde está la víctima, por lo que el sufrimiento de los familiares se prolonga indefinidamente. «En esta situación, lo que más observamos clínicamente son trastornos de estrés postraumático, trastornos de ansiedad y trastornos depresivos, todos muy marcados por la incertidumbre, el dolor y la falta de respuestas», explica Toro.
La vida de las víctimas cambia drásticamente; su mundo emocional y sus relaciones quedan marcados por un antes y un después de la desaparición de su ser querido. De acuerdo con el informe «Entre la incertidumbre y el dolor: impactos psicosociales de la desaparición forzada», publicado por el Centro Nacional de Memoria Histórica en el 2014, la angustia y el sufrimiento se convierten en una presencia constante en la cotidianidad de las víctimas familiares, que van acompañados de preguntas que se repiten una y otra vez, como: «¿Dónde está? ¿Por qué a él o ella? ¿Por qué a nosotros? ¿Qué le habrán hecho? ¿Está muerto/a?, ¿dónde está su cuerpo?, ¿sufrió?, ¿lo/a torturaron?».
El médico psiquiatra Toro explica que esta constante incertidumbre y sentimiento profundo de dolor pueden conllevar a un aumento en los casos de depresión y ansiedad. «Además, estas personas son revictimizadas constantemente. Les dicen cosas como: ‘Eso no es cierto’, ‘eso ya pasó’, o incluso niegan lo sucedido. También hay una fuerte politización del tema, en la que se cuestiona la veracidad de los hechos: ‘Eso fue inventado’, ‘eso sí pasó’, ‘eso no pasó’».
Acompañamiento en salud mental
Las mujeres buscadoras del colectivo MCV enfrentan diversas dificultades en relación con su salud, así como barreras para el acceso al sistema de salud, en especial en la atención psicológica y psiquiátrica. Esto incluye problemas para acceder a profesionales especializados, largas esperas para obtener citas médicas o medicación adecuada.
Debido a estas necesidades, surgió una articulación entre la Corporación Jurídica Libertad y el Departamento de Psiquiatría de la Facultad de Medicina de la Universidad de Antioquia, que desde febrero de este año han brindado acompañamiento en salud mental a las mujeres buscadoras. «La idea es que puedan ofrecerles una atención distinta, que no sea esa atención descontextualizada que muchas veces reciben las mujeres cuando llegan al consultorio de una eps», comenta Vanessa Marín, psicóloga de la CJL.
El equipo que las atiende en este proceso está conformado por un docente, una terapeuta ocupacional y los residentes. «Estos últimos son médicos que se están especializando y que, por lo general, son uno o dos, rotándose cada dos o tres meses»; ellos hacen parte del programa Psiquiatría Comunitaria, que acompaña a poblaciones que tienen dificultades para acceder a servicios de salud mental, explica Toro, quien es coordinador del Departamento de Psiquiatría de la Universidad de Antioquia.
En las jornadas de atención, se consulta el historial clínico de las personas usuarias y se aborda la historia de vida desde la parte social: con quiénes viven, qué hacen, qué hacen sus hijos, cómo es la relación familiar y su entorno. «También revisamos la parte médica, porque muchas veces, debido a la depresión, la persona deja de tomar sus medicamentos o ya no le importa seguir las indicaciones médicas. Luego hacemos una evaluación de posibles trastornos mentales. Comenzamos a identificar si hay síntomas de depresión, ansiedad u otros», agrega Toro.
También se desarrolla un plan de acompañamiento psicoterapéutico, incluyendo un enfoque desde la psicología, en el que se evalúa cómo se puede apoyar emocionalmente y si es necesario en farmacología. El profesor y psiquiatra Toro menciona que, al profundizar en cada uno de los casos, evidenciaron diversos desafíos clínicos y algunos aspectos en común: «Las mujeres provienen de barrios muy vulnerables; tienen historias exageradamente dolorosas, con traumas desde muy pequeñas, vidas marcadas por el abandono, la violencia, la pobreza, y muchas otras dificultades tanto económicas como sociales».
Sin embargo, lo que ha sorprendido a los profesionales es la resiliencia que han demostrado como colectivo de mujeres buscadoras: «Todas están muy unidas. En el grupo y en la corporación, encuentran un apoyo increíble. Se muestran muy solidarias entre ellas, se acompañan, se cuidan. Realmente han creado una red de apoyo emocional muy fuerte, que ha sido fundamental para sobrellevar tanto dolor», expresa Toro.
Esta iniciativa de atención en salud mental enfrenta varios desafíos, desde el aspecto médico porque son casos complejos y un desafío para los profesionales, así como desde lo social, ya que se requiere una articulación con el sistema de salud para acceder a los medicamentos o a las incapacidades.
En particular, para el profesor que coordina la articulación, representa un reto en el aprendizaje: «Aunque estamos formados en psiquiatría y tenemos conocimientos, un grupo con historias como estas no lo habíamos enfrentado antes».
Acompañamiento psicosocial
Durante las actividades psicosociales se han realizado diversos actos de memoria para honrar a las víctimas, así como piezas elaboradas con elementos de La Escombrera de la Comuna 13 de Medellín. Foto: Isabel Valdés. Cortesía JEP.
La necesidad de un acompañamiento en salud mental fue identificada durante el acompañamiento psicosocial que ha brindado en los últimos años la CJL al colectivo de mujeres buscadoras MCV, iniciativa enfocada en brindar herramientas para que cada una de ellas se reconozcan y se apoyen mutuamente. «Hemos impulsado escuelas de promoción psicosocial y de género, para que puedan fortalecer esas capacidades o habilidades que han adquirido en todos esos años de caminar juntas», dice Marín.
El acompañamiento psicosocial se enfoca no solamente en atender el sufrimiento y la gestión de las emociones desde lo individual, sino que también brinda asesorías y capacitaciones con relación a cómo funcionan las instituciones, herramientas para la búsqueda de los familiares desaparecidos, y cómo pueden participar en los diferentes escenarios de construcción de paz. «Ellas se sienten más autónomas, más capaces y comienzan a comprender por qué les ha sucedido lo que les ha sucedido», comenta Marín, psicóloga en la CJL.
El colectivo de mujeres buscadoras ha estado presente en el proceso de intervención forense en La Escombrera de Medellín, e incluso, con la CJL, impulsó que la Jurisdicción Especial para la Paz —JEP— diera la orden de iniciar las excavaciones. Luego de tropiezos institucionales, estas comenzaron en julio del 2024; y en diciembre se dieron allí los primeros hallazgos. Mientras tanto, las MCV no han dejado de asistir ni un solo día a las diligencias en el sitio de búsqueda y han insistido en que las entidades a cargo —la JEP, la Unidad de Búsqueda de Personas Dadas por Desaparecidas y la Alcaldía de Medellín— continúen su articulación para que la búsqueda no se detenga.
En La Escombrera, cada una de las integrantes se turna diariamente para acompañar las labores, ejercer veeduría ciudadana, realizar actos de memoria en honor a sus familiares, movilizarse para la exigencia de celeridad y articulación institucional en la búsqueda.
Durante la veeduría en las excavaciones, las mujeres continúan con el acompañamiento psicosocial por parte de la CJL. Estas actividades se centran en el autorreconocimiento como mujeres y como buscadoras, reafirmando su papel en la defensa de la verdad, la justicia, la memoria y la reparación. «Estas actividades han posibilitado diversas conversaciones sobre temas como el significado de la ausencia de un ser querido y cómo se ha gestionado esa pérdida», explica Marín.
Esta labor ha ido de la mano con la reivindicación de sus derechos, la autogestión de sus emociones, los espacios para la reflexión con relación a qué significa La Escombrera como lugar de memoria y la creación de espacios simbólicos para honrar a sus familiares. Estos se han transformado en elementos hechos a mano, como tejidos, comentas o amasijos de barro del mismo lugar, que al final se suman a los demás dispositivos de memoria que han realizado a lo largo de los años.
La psicóloga Marín detalla que, para las mujeres, la excavación está llena de incertidumbre. Este tipo de acompañamiento psicosocial consigue que para ellas, en lo psicológico, sea menos desgastante y angustiosa la espera: «Cada situación que ocurre en este sitio tiene un efecto sobre ellas: si se encuentra un cuerpo, si no se encuentra nada, si hay excavación o si no la hay. Todos estos momentos impactan emocionalmente, y por eso es importante estar allí, acompañándolas, permitiendo que ellas también vayan dándole sentido a lo que ocurre durante la búsqueda».
Entre los hechos recientes que han afectado emocionalmente a las mujeres buscadoras está la detención de los trabajos con maquinaria amarilla, las dificultades de comunicación entre las organizaciones e instituciones que ejecutan las órdenes de la JEP, y la demora de los recursos financieros para continuar con la búsqueda. «Entonces, es ahí donde, como equipo psicosocial, también debemos preguntarnos: ¿qué vamos a hacer con esto?, ¿cómo lo vamos a tramitar?, ¿cómo facilitamos la expresión de esas emociones?», explica la psicóloga de la CJL.
Esto ha llevado a que se adelanten diversos acuerdos entre el colectivo MCV, la CJL, la JEP, la UBPD y la Alcaldía de Medellín para que la espera sea menos angustiante. Uno de ellos es que diariamente a una determinada hora se les da a conocer a las mujeres un informe sobre el avance en las actividades de excavación. También se realiza un recorrido por la zona del polígono que está siendo intervenido y por el área donde se tamiza la tierra. «Esto les permite que la espera no sea angustiante ni paralizante, sino que sea una espera activa», expresa Marín.
Para el psiquiatra Antonio Toro, de la Universidad de Antioquia, el acompañamiento psicosocial que ha brindado la CJL ha sido importante, ya que ha permitido ofrecer diversas herramientas a las víctimas e identificar algunas de sus necesidades. Este proceso representa una experiencia valiosa de la que la universidad puede aprender. «Aunque iniciamos con las mujeres, la intención es ampliar la atención a otras víctimas. Queremos que esto perdure, que se vinculen más profesores y que empecemos a trabajar más en ese sentido», concluyó.
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