La espiral de muerte de los dispositivos tecnológicos
La espiral de muerte de los dispositivos tecnológicos
¿Le ha pasado que al intentar descargar aplicativos en su celular, el sistema le muestra un aviso que advierte que no puede completar la descarga porque su equipo es incompatible? En ese mensaje está implícito un mecanismo por el que las empresas fabricantes imponen límites entre la vida útil y la caducidad de las cosas
Imagen por NikkiHitomi5 en Wikimedia
«El televisor que mi madre compró en 1990 aún funciona y el celular que compré hace tres años murió ayer», cambiando los sujetos, este tipo de frases y sus variaciones se volvieron un lugar común y son un síntoma del vertiginoso ritmo de las empresas que producen y venden dispositivos electrónicos, como celulares, tabletas y computadores, en nuestros días. Para la muestra un botón: en septiembre Apple lanzó al mercado los cuatro modelos del iPhone 15, tan solo un año después de haber sacado el 14.
«Cada fabricante planea el tiempo de vida útil de un equipo tecnológico y establece un pacto máximo que le dice al consumidor que después de ese se recomienda actualizar o comprar otro. A nivel comercial se generan continuamente nuevas versiones, de modo que reparar un producto deje de ser efectivo. En algunos dispositivos y aplicaciones de Apple, Samsung, Huawei, Motorola, entre otras empresas tecnológicas multinacionales, se da una muerte o desuso que mueve la economía global», explicó Diego José Luis Botía Valderrama, profesor y jefe del departamento de Ingeniería de Sistemas de la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Antioquia.
Cuando sale un nuevo producto se ofrecen características que podrían clasificarse «de avanzada»: automatización a partir de inteligencia artificial, cámaras con más megapíxeles, pantallas con tecnologías más nítidas o con mayor resolución, procesadores más potentes, baterías más duraderas o sistemas operativos mejorados.
Todos estos detalles son muy apetecidos por los consumidores, que esperan carga rápida, fotos bellas, sonidos impactantes y conexión certera. El costo es alto, sobre todo si se piensa que muchas personas hacen préstamos de dineros que no tienen, solo con el objetivo de conseguir estos dispositivos, porque son cómodos, porque lo nuevo es lo mejor, porque están de moda o porque el mercado lo dice.
Siguiendo con el popular iPhone 15 versus el 14, las ventajas y variaciones del primero ante el segundo residen sobre todo en la resolución de la pantalla —2556 × 1179 y 2532 × 1170 píxeles, respectivamente— y en las características de las cámaras traseras —48 megapíxeles y 12 megapíxeles ultra gran angular versus 12 megapíxeles y 12 megapíxeles ultra wide—. Todo esto se traduce en la calidad de las imágenes, pero cabe la pregunta: ¿garantizan estas características que son los equipos la mejor opción de compra?
«Los fans de estos productos son millones y se prestan para hacer una inversión jugosa cada vez que sale uno nuevo. Algunos, incluso, los revenden para sacarles ganancias. Pero en pocos meses pierden su vigencia y se convierten en desechos tecnológicos. Es una espiral de consumo que cambia y cambia y en muchas ocasiones no tiene ventajas sustanciales, lo cual es difícil de ver por la euforia de los consumidores. Además, a aquellos que tienen equipos viejos que sirven las empresas los van castigando, quitándoles actualizaciones, suprimiendo el soporte y obligándolos a sustituirlos por nuevos productos», opinó Botía Valderrama.
La muerte programada
Imagen por INESby CreamosValor en Pixabay
Este fenómeno de muerte programada tiene un nombre: obsolescencia. Según el Real Diccionario de la Lengua Española esta palabra viene del latín obsolescĕre, que significa caer en desuso o quedar anticuado. Así que continuamente es una palabra asociada a ideas, objetos y sistemas que caducan o se vencen. El término también se utiliza en ámbitos sociales, ecológicos y legales; en el contexto tecnológico se asocia a la pérdida de vida útil de máquinas y tecnologías.
Por ejemplo, un tipo de obsolescencia ocurre en el software: los fabricadores paulatinamente hacen actualizaciones que incrementan o exigen nuevas funcionalidades de aplicativos, pero en algún momento dejan de dar soporte a sus softwares anteriores —ya no le hacen actualizaciones—. Al tener que funcionar con la última versión disponible, mueren inevitablemente.
«Se ve mucho cuando es software propietario —es decir, cuya licencia compran los usuarios—. Las empresas lanzan una versión muy exitosa, pero con softwares cerrados, que dependen siempre de la voluntad de la empresa. Entonces, si esta decide dejar de soportar el aplicativo las personas no pueden hacerle cambios», precisó Catalina Céspedes Toro, experta en ingeniería de software y profesora de la Facultad de Ingeniería. Un ejemplo clásico de ello es el Blackberry, el célebre teléfono que hace años todos querían. Ahora nadie tiene un Blackberry, a no ser que seas un museo de chatarra tecnológica o un coleccionista.
Ambos investigadores plantean que muchas empresas, como Google, proponen frenar el abuso del poder del propietario o creador con las decisiones de obsolescencia del producto a partir del software libre u open source, que son códigos abiertos que los usuarios pueden cambiar o modificar.
Informarse bien
Imagen por DigitalIceAge en Wikimedia
Desde otra perspectiva, la realidad de este fenómeno requiere un sentido crítico por parte de los consumidores y más en épocas en las que se agiliza cada vez más la salida de nuevos electrodomésticos, computadores y teléfonos.
Hay decisiones por parte del consumidor que pueden controlarse a la hora de pensar en la adquisición de un nuevo equipo. Ambos profesores señalan que muchas personas no son conscientes de cuánto daño hacen, a ellos mismos y al medioambiente, al estar a la vanguardia en materia de tecnología. Sobre todo cuando son equipos que funcionan bien y aparecen como reemplazables por el ritmo actual.
¿Cómo evitar caer en la cadena consumista?
«Para evitar que el consumidor caiga en la ceguera consumista este se puede hacer unas preguntas guía antes de comprar: ¿necesita un aparato de última tecnología?, ¿qué tanto dinero está dispuesto a gastar en un aparato que se depreciará instantáneamente?, ¿cumple con sus necesidades de usuario? Si el equipo actual funciona y sirve para el día a día, ¿para qué cambiarlo?», enfatizó Botía Valderrama.
Informarse bien es una de las claves que muchos usuarios omiten, ya que los productos tecnológicos suelen tener páginas web donde se disponen libremente las fechas de caducidad de sus equipos y el carácter cerrado o abierto de sus componentes. Aunque la muerte de un aparato sea inevitable, su continuidad a corto plazo depende del usuario.
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