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Un clarinete viajero: de Manga Arriba hasta Manhattan

29/07/2025
Por: Sergio Alejandro Ruiz Saldarriaga. Periodista de la Dirección de Comunicaciones UdeA.

Una niña de seis años, decenas de instrumentos frente a ella. Unos músicos experimentados y un concierto a punto de iniciar. En escena: la Banda Sinfónica de la Universidad de Antioquia. Así comenzó la trayectoria musical de Jaqueline Martínez Alzate, clarinetista formada en la Alma Máter, quien desde pequeña descubrió el poder musical de su espíritu y que ahora resonará en Nueva York.

El programa de Música de la Universidad de Antioquia cuenta con tres líneas de estudio: composición, dirección e instrumento, en esta última son en total 19 instrumentos como objeto de estudio. Foto: Dirección de Comunicaciones UdeA / Sergio Alejandro Ruiz.

Jaqueline Martínez Alzate supo desde muy pequeña que lo suyo era la música. Incluso antes de traer a su relato el recuerdo de sus juegos infantiles, siguen predominando sus memorias musicales. «Vi los clarinetes de la banda y le dije a mi mamá que yo quería ese instrumento», recuerda Jaqueline sobre aquel primer acercamiento que la enamoró de su instrumento, hace 20 años, en medio de un concierto que la Banda Sinfónica de la Universidad de Antioquia daba en un centro comercial de Medellín.

Hoy, con 26 años, aquella niña que creció en la vereda Manga Arriba del municipio de Girardota, rodeada de montañas, una tradición musical familiar y dinámicas del campo; se prepara para ser la primera colombiana en iniciar la Maestría en Clarinete Clásico en el Manhattan School of Music, una de las academias musicales más reconocidas del mundo.

Su logro se ha materializado gracias a esa suma de disciplina, curiosidad, talento y, sobre todo, mucha «terquedad» que, según ella, ha sido el factor sorpresa que la ha llevado en la vida a querer caminar con ansias y determinación, lo que muchos podrían confundir con premura y padecimiento. 

Su camino la ha llevado a pertenecer a la Orquesta Filarmónica de Medellín. También ha representado a Colombia en festivales internacionales, como el Mozart Week en Salzburgo, en Austria; y el «Encuentros LA», un programa de la Fundación Dudamel y de la Filarmónica de Los Ángeles para la formación de músicos de todo el mundo.

«No es fácil todos los días sentarte a estudiar durante horas, creo que la verdad debe a ver una decisión consciente y una pasión. Por más disciplina debe haber una pasión que te sostenga. Todos los días son diferentes y es mi herramienta con la que aprendo de mí y sigo aprendiendo de la música»

Sin imaginárselo, no solo fue admitida a esta prestigiosa escuela de música para estudiar su posgrado, sino que además obtuvo una beca para cursarla gracias a su proceso de audición en el que se evaluaron sus méritos artísticos, excelencia académica y su dominio del inglés. 

Con un repertorio de 12 obras musicales, que comprendían aproximadamente dos horas de música, su audición fue particularmente distinta pues a diferencia de otros aspirantes tuvo que realizar su prueba de manera virtual. Y aunque esto marca su entrada a «las grandes ligas de música», su camino ha estado marcado por una huella constante: la UdeA. 

Sin duda, y sin exagerar, esta joven música puede decir con toda propiedad que la Alma Máter ha sido su casa desde su infancia. Pasó por los cursos de extensión — programas educativos que buscan complementar la formación académica de niños, jóvenes y adultos—, luego estuvo en el preparatorio de música de la Universidad, cursó su pregrado en Música, en la modalidad de instrumento Clarinete, y hoy, reconoce que este ha sido un lugar no solo para su formación como artista, sino también como persona.

Inició su camino de exploración en los cursos de extensión aun siendo una niña, compartiendo clase con la maestra Amparo Álvarez, quien la introdujo en el mundo del clarinete después de su primer profesor de música, Diego Suárez, del municipio de Girardota. «Esperaba toda la semana para poder ir a la clase de clarinete los sábados».

Su tradición familiar también le permitió cultivar ese amor por la música, sus abuelos y sus tíos llevan una herencia que se ha mantenido. De sus abuelos, recuerda que pertenecieron a la «Mangueña», histórica banda de Girardota, durante la década de 1920; incluso su tío es trombonista de la Alma Máter y también fue docente de la Facultad de Artes. 

En su camino de exploración musical, el primer instrumento de Jaqueline fue la bandola, con la que un día llegó a su casa luego de haber iniciado en clases de su colegio. Después vendrían los ensambles de cuerdas, el coro, la música latinoamericana, el jazz y, por supuesto, el clarinete. A los diez años ya se presentaba en festivales como el «Mono Núñez» o «Antioquia Vive la Música», siendo la más joven en grupos conformados en su mayoría por adultos.

Más tarde, ingresó al preparatorio de música en clarinete de la Universidad de Antioquia, una especie de preuniversitario musical que cursó durante sus últimos años de colegio. Allí, tuvo la oportunidad de acercarse a la vida universitaria a partir de la formación teórica, auditiva, historia de la música y, claro, profundización en su instrumento.

Sin titubear, reconoce en este lugar un espacio de crecimiento. «Para mí la Universidad de Antioquia es un hogar. Me abrió las puertas, me vio crecer, me enseñó casi todo lo que sé. Es un lugar que no solo valora el conocimiento, sino también la formación integral del ser».

Y aunque su paso por el pregrado en la Alma Máter hoy lo ve en retrospectiva como rápido y acelerado, también recuerda haber sido apasionada, curiosa, intensa y, sobre todo, muy disciplinada. «A veces me hubiera gustado ir más despacio, disfrutar más, compartir con los amigos. Pero estaba enamorada del conocimiento».

«Sin el clarinete me siento incompleta»

Para Jaqueline, el clarinete no es solo un instrumento, es su complemento. «Es mi compañero, mi herramienta para aprender y expresarme. Es una extensión de mí. Siempre llevo bolsos grandes porque ahí va él: sin el clarinete me siento incompleta». Tal vez por ello, afirma con vehemencia que ese es uno de sus vínculos más estable y seguro, pues la ha acompañado durante años de estudio, práctica, conciertos y clases.

Ahora es ella quien acompaña la formación de nuevos músicos como mentora de la Academia Filarmónica Iberoamericana —Iberacademy—, un programa de formación artística que brinda acompañamiento pedagógico y artístico a escuelas musicales en diferentes subregiones del departamento.

Toda esa pasión que hoy refleja como maestra es la suma de Evencio Alzate, su tío y primer patrocinador musical; Diego Suárez, su primer profesor de música en Girardota; Sandra Sánchez, su maestra de clarinete durante su pregrado; Alejandro Tobón, Luz Estella Rincón, docentes de la Alma Máter que marcaron su camino y, por supuesto, su actual tutor en esta nueva etapa académica, José Antonio García. 

Hoy, con la beca del Manhattan School of Music, una institución que pocas veces otorga apoyos económicos y que evalúa rigurosamente cada perfil, siente que este logro no es solo suyo. «Es el fruto de muchos años de trabajo, pero también del apoyo de mi familia, de mis profesores y de todas las personas que han creído en mí. A todas ellas les debo este momento».

El semestre en Nueva York comenzará en septiembre, pero Jaqueline partirá desde agosto. Allá, desde «La Gran Manzana», llevará con ella no solo su clarinete, sino también una historia que nació entre montañas, estudiantinas, bandas municipales y un sello UdeA.
 

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