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Glifosato: la molécula de la controversia

10/06/2015
Por: Sergio A. Urquijo Morales – Vicerrectoría de Investigación

Tras reciente publicación de la Agencia Internacional para la Investigación en Cáncer, el gobierno colombiano ha decidido suspender las aspersiones con glifosato, considerado ahora como potencialmente cancerígeno. Investigadores UdeA aclaran las bases científicas de la decisión.

Glifosato

El glifosato es el herbicida más común en el mundo. Se usa para el control de hierbas indeseadas en muchos tipos de cultivo. Sin embargo, ha sido siempre fuente de controversia, tanto por sus posibles efectos ambientales y sobre la salud como por su baja eficacia como estrategia antinarcóticos.
 
En 2000, como parte del Plan Colombia, comenzaron en el país aspersiones aéreas del herbicida para acabar con las plantaciones de coca (Erythroxylum coca) y amapola adormidera (Papaver somniferum). El cultivo de coca es ilegal en casi todos los países del mundo, sin importar si es para usos tradicionales y medicinales o para extracción del alcaloide cocaína. 
 
A mediados de marzo la Agencia Internacional para la Investigación en Cáncer (IARC, por sus siglas en inglés), adscrita a la Organización Mundial de la Salud, determinó que el glifosato es probablemente cancerígeno, pues se encontró evidencia de que puede causar cáncer en animales de laboratorio, además de degradación de ADN y cromosomas en humanos.

Ante esto, el ministro de Salud y Protección Social, Alejandro Gaviria, recomendó detener las aspersiones. El sábado 9 de mayo, el presidente Juan Manuel Santos anunció la suspensión de las aspersiones y llamó a atacar otros eslabones de la cadena del narcotráfico. 

En una de las reacciones más duras contra esta suspensión, el procurador general Alejandro Ordóñez expresó que “No hay razones científicas que sustenten ese planteamiento, pero sí múltiples prejuicios; ni existe una conclusión definitiva que indique que hay riesgos para la salud humana”, afirmación que invita a revisar los conceptos de razón científica y riesgo. 

¿Cómo funciona el glifosato y por qué es controversial?

El glifosato es una sustancia diseñada en los años 30 y popularizada en los 70 por la compañía Monsanto bajo la marca Roundup®, aunque existen muchos otros herbicidas que lo integran como ingrediente principal.
 
La molécula penetra en las hojas y alcanza las células. Su estructura química es muy similar a otra molécula, el fosfenolpiruvato, que acoplada con la enzima ESPS es esencial para que la planta pueda sintetizar tres aminoácidos: tirosina, fenilalanina y triptófano. 
 
El glifosato opera como un “impostor” que sustituye al fosfenolpiruvato en el proceso de síntesis y lo interrumpe. Sin los aminoácidos mencionados, la planta no puede crecer ni nutrirse, y muere.

“El glifosato no afecta a los seres humanos, pero en su anillo tiene moléculas de nitrógeno que, en contacto con el ambiente, incluso con la saliva, lo convierten en n-nitroso-glifosato, que sí puede ser muy perjudicial”, aclaró la profesora Lía Isabel Alviar, de la Escuela Ambiental de la Universidad de Antioquia y miembro del Consejo Seccional de Pesticidas de Antioquia.
 
Además de glifosato, el herbicida usado en las aspersiones contiene polioxietileno amina —POEA— y una mezcla de alcoholes y parafinas llamado CosmoFlux 411®, sustancias que rompen la capa cerosa que protege las hojas para que el glifosato entre más fácil a las células. 

La piel humana también tiene un recubrimiento protector que es deteriorado al contacto del POEA y el CosmoFlux411. Las afecciones cutáneas en las zonas de aspersión suelen pasar desapercibidas porque son diagnosticadas como dermatitis y no se las relaciona con esas sustancias”, señaló la profesora Alviar.

También, como indicó la investigadora Lilliam Gómez, del Programa Control de Enfermedades Tropicales —PECET— de la Universidad de Antioquia y presidenta del Consejo Seccional de Plaguicidas, “el CosmoFlux411 destruye la quitina, que es la sustancia principal del exoesqueleto de los insectos”. Otros estudios lo han relacionado con daños al sistema nervioso de peces.

El POEA, además, contiene dioxinas, compuestos desde hace años considerados cancerígenos y nocivos para el sistema inmune, el hígado y los riñones. También, como alerta la investigadora Gómez, las dioxinas “son contaminantes orgánicos persistentes (COP), que contribuyen a adelgazar la capa de ozono de la atmosfera”.

En las instrucciones de uso de los herbicidas con glifosato se especifica que debe aplicarse con trajes protectores, guantes, a máximo 20 centímetros del suelo y usando una pantalla para evitar el fenómeno de deriva. Cuando el viento lleva el herbicida a un sector fuera del objetivo (fenómeno conocido como deriva) puede afectar a muchos otros organismos: insectos, cultivos de supervivencia y vegetación natural.

¿Qué significa la clasificación 2A del IARC?

El IARC analiza la bibliografía científica sobre agentes sospechosos de causar cáncer (sustancias, mezclas, factores o comportamientos) y los clasifica en cuatro grupos. En el grupo 1 se ubican los que, claramente, según la evidencia científica, pueden causar cáncer, como la radiación UV, los asbestos y el virus del papiloma humano.

En el grupo 2 (subdividido en 2A y 2B) están agentes cancerígenos en animales o células in vitro, pero cuya evidencia no es totalmente contundente para humanos. 

El glifosato fue clasificado en el grupo 2A, entre otros 72 agentes considerados “probablemente cancerígenos para los humanos”. Es decir: no hay evidencia contundente de que genera cáncer en humanos, pero sí en experimentos con animales, y el daño se produce mediante mecanismos que también operan en humanos, lo que hace válido suponer que pueden también causar tumores en las personas.

En el caso del glifosato, la IARC reportó también evidencia de alteración del ADN en  humanos, según estudios hechos con agricultores de Estados Unidos, Canadá y Europa. En dichas regiones el glifosato es ampliamente utilizado por los agricultores para control de malezas, por lo que se han realizado numerosos estudios sobre su potencial toxicológico. 

El principio de precaución 

Uno de los puntos centrales de la Declaración de Río, que Colombia suscribió en 1992, es el principio de precaución, que indica, para sustancias y procedimientos, que “cuando haya peligro de daño grave o irreversible, la falta de certeza científica absoluta no deberá utilizarse como razón para postergar la adopción de medidas eficaces en función de los costos para impedir la degradación del medio ambiente”

La profesora Lía Isabel Alviar indicó que “ante la sospecha, incluso si la evidencia no es concluyente, debe suspenderse el uso del producto hasta que se compruebe que es inocuo"  y agregó que "en el caso del glifosato, y especialmente de la aspersión aérea, a pesar de las advertencias e investigaciones, el gobierno nunca las suspendió, violando así un principio internacional que hace parte de nuestro bloque constitucional”. 

Este tema delicado invita a reflexionar sobre qué es la evidencia científica y por qué a veces es tan difícil que sea considerada ‘contundente’. La gran cantidad de estudios sobre los efectos del glifosato en la salud arrojan resultados cuya interpretación depende de las metodologías, las herramientas de análisis estadístico (hay unas más “sensibles” que otras) y, sobre todo, de cuál es la hipótesis o idea guía que los investigadores tratan de verificar. 

En los últimos 20 años, muchos estudios —como la revisión de Keith Solomon y su equipo, encargada por la OEA— concluyeron que el glifosato no conlleva ningún prejuicio ambiental. Estos estudios fueron duramente criticados por no tomar en cuenta factores como la afectación a otras plantas o las enfermedades cutáneas, y por extrapolar a Colombia condiciones ambientales de regiones muy distintas.

Por su parte, el trabajo del médico Adolfo Maldonado, que encontró alteraciones precancerosas en las células sanguíneas de mujeres expuestas en la zona de aspersión en Ecuador, fue acusado de ser patrocinado por el gobierno ecuatoriano con la intención de usar los resultados en el litigio con Colombia en el tribunal de La Haya. 

Para la profesora Gómez, un punto que no puede obviarse es “la poderosa máquina comercial y política que hay detrás de estas decisiones, que encarga estudios supuestamente científicos y organiza campañas de desprestigio contra científicos críticos contra el glifosato”, como fue el caso del investigador argentino Andrés Carrasco. Indicó también que “desde el Consejo Seccional de Plaguicidas creemos en el fomento de estrategias de control de plagas que dispensan totalmente de los agrotóxicos”.

Hoy el país se prepara para suspender, 15 años después, las aspersiones aéreas con glifosato. En la academia se corrobora que el gran desafío va más allá de investigar: se trata de llegar a la gente, involucrarla en los temas científicos y generar confiabilidad por medio de la transparencia, el debate y la crítica.

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