Los árboles de la UdeA pasan por un momento difícil
Los árboles de la UdeA pasan por un momento difícil
En el Valle de Aburrá aumentan el deterioro y la muerte repentina de árboles por factores que aún están en estudio, pero que, en general, tienen que ver con el estrés hídrico y calórico —cambios bruscos de condiciones climáticas— y por la contaminación generada por algunas actividades humanas. La UdeA no es ajena a esta situación.
Estas palmeras, cercanas a la cancha sintética de la Ciudad Universitaria, están bajo observación, luego de que una de sus vecinas, una palmera real, debiera ser talada por una enfermedad. Foto: Dirección de Comunicaciones UdeA / Alejandra Uribe F.
En septiembre de 2022, Gustavo Ríos detectó un deterioro en una palma real, localizada entre el bloque 28 y la cancha sintética de la Ciudad Universitaria. De inmediato, el ingeniero forestal de la División de Infraestructura Física de la UdeA se puso en contacto con la Unidad de Emergencias Ambientales del Área Metropolitana del Valle de Aburrá, que autorizó la poda de este individuo debido a su deterioro repentino.
En la última década, los árboles urbanos del Valle de Aburrá han sufrido un grave deterioro que ha afectado, sobre todo, a especies como guayabos, guayacanes y algunos cítricos. Como sucedió con la palma real, el campus principal de la Universidad de Antioquia tampoco ha sido la excepción, ya que en meses recientes se han debido talar, con valoración previa de la autoridad competente, algunos individuos muertos o muy deteriorados, como fue el caso ya mencionado.
En un informe de 2015 elaborado para el Área Metropolitana se reportó que, de 11 710 individuos arbóreos de 25 especies de árboles y palmas de esta región 720 individuos —el 6.1 %— mostraban síntomas de deterioro progresivo que podían causarles la muerte. Aunque se trata de un porcentaje relativamente moderado, según el informe, este puede ser más alto hoy, toda vez que en los últimos siete años se han incrementado factores que inciden en la salud de las plantas, como una mayor contaminación y periodos de lluvias y de sequía más prolongados.
Nuevas enfermedades
Ante esto, Fernando Alzate, biólogo y docente de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UdeA, recordó que «ha sido frecuente la ocurrencia de esas enfermedades puntuales para algunas especies. Se ha hecho visible con los guayabos, en los que se ha presentado un hongo que ha venido matando la población dentro de la Ciudad Universitaria y en toda la ciudad. Eso ha obligado a que haya que tumbar muchos de ellos que se mueren de pie, lo cual es un peligro para las personas».
Este investigador llamó la atención sobre el hecho que «nos están llegando enfermedades nuevas y eso se lo debemos atribuir, en buena parte, al fenómeno del cambio climático, porque hay plagas que se han adaptado a las recientes condiciones climáticas: insectos, hongos, bacterias y virus han encontrado unas condiciones muy benéficas para ellos y se han asentado, sobre todo, en especies como palmas, cítricos, en otros frutales y en especies del arbolado urbano metropolitano».
Añadió que «si hay algo que afecta la vegetación es el grupo de hongos, que encuentran un entorno propicio para su población en ambientes húmedos. Hasta diciembre (de 2023) llevábamos más de un año de lluvias casi continuo y eso hizo que la incidencia de hongos se disparara».
Según el profesor Alzate, otro de los factores que incide bastante en la afectación a la vegetación es la contaminación, y explicó que las estomas —especies de bocas por donde respiran las plantas y que se encuentran mayoritariamente en sus hojas— son las más afectadas.
«Hace unos años hicimos un estudio para detallar cuánta cantidad de material particulado —PM 10 y PM 2.5— caía sobre un grupo de especies del arbolado urbano del Valle de Aburrá y resultó ser una cantidad descomunal, que altera la tasa de captación y de eliminación de dióxido de carbono —CO2— por parte de ese arbolado, lo cual le causa una alta afectación», explicó.
El material particulado está compuesto por parículas sólidas y líquidas, algunas de ellas naturales, como tierra o arena, y muchas son residuos procedentes de la quema de combustibles fósiles, tanto de vehículos como de fábricas y otras actividades humanas. Las PM 2.5, por ejemplo, tienen un diámetro promedio de 2.5 micrómetros (μm). Como referencia, un cabello humano mide aproximadamente 70 micrómetros. Por ese tamaño, el material particulado puede ser fácilmente inhalado y causar enfermedades en todos los seres vivos.
El deterioro de este árbol y su crecimiento irregular, que amenazaba con caída en zonas de circulación de personas, cerca del bloque 12 de Ciudad Universitaria, llevó a tomar la decisión de talarlo. En su tronco son visibles los daños causados por insectos perforadores. Foto: Dirección de Comunicaciones UdeA / Alejandra Uribe F.
Señales de alerta
El ingeniero forestal Gustavo Ríos dio algunas señales de alerta para que los miembros de la comunidad universitaria, en particular, y los habitantes del Valle de Aburrá tengan en cuenta en los árboles y las palmeras, con el fin de que puedan ser intervenidos a tiempo y tratar de evitar su tala.
En primer lugar, se debe observar con frecuencia el color de las hojas. En la parte superior de la copa se ubican las hojas más nuevas; en una planta sana estas son de un color verde más claro que el resto del follaje, si estas presentan una coloración más amarilla, también es importante buscar si en las ramas laterales o bajeras hay cambio muy marcado de coloración. Estas condiciones son la primera señal de alarma, ya que indican alguna deficiencia nutricional o estrés.
Es necesario precisas que hay plantas caducifolias, es decir, que pierden sus hojas durante algunos periodos, un proceso natural que empieza con el amarillamiento de estas, lo que no es una muestra de enfermedad.
«Si hay unas partes amarillas, no un amarillamiento general, sospeche que algo le está pasando a ese árbol y consulte a la autoridad ambiental», recomendó el ingeniero Ríos.
Otra señal de alarma visible es el surgimiento de hongos en forma de oreja en la parte baja del tronco o en sus ramas. Esto es un indicador de que la madera está en proceso avanzado de descomposición o secamiento y el árbol está muriendo. Aquí el riesgo de volcamiento del individuo o desprendimiento de ramas es elevado, con un alto riesgo de accidentalidad para transeúntes, por lo que es casi inevitable su tala.
También se debe estar atento al desprendimiento de corteza del tronco. A veces son procesos naturales, otras significan problemas cuando no se presentan en las temporadas habituales o en especies que no son de este tipo de comportamiento. La ausencia parcial y permanente de corteza propicia el ataque de algunos insectos, bacterias y hongos, que pueden causar enfermedades fitosanitarias o estructurales que pueden afectar la supervivencia del individuo arbóreo.
Tipos de deterioro
Según el documento del Área Metropolitana, el deterioro de la salud de un árbol y su eventual muerte es un fenómeno complejo en el cual interactúan varios factores que se suelen clasificar en abióticos y bióticos o físicoambientales.
«Entre las causas bióticas se pueden mencionar senescencia —envejecimiento—, desequilibrio mecánico, inanición, respiración herbívora, enfermedades, plagas y competencia. Para las abióticas se tiene la contaminación atmosférica, viento, daños directos —malas podas, anillamiento, reducción de espacio esencial de desarrollo del individuo, entre otras—».
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