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Paz para la Universidad

03/03/2020
Por: Adrián Restrepo Parra, profesor Instituto de Estudios Políticos UdeA

«...La suerte de la lucha por educación pública con calidad no debe quedar atada a la defensa de un mecanismo que muestra signos de desgaste y que desgasta: el bombazo fracciona al movimiento promotor de la defensa de la educación pública...»

Las universidades, especialmente la pública, durante el plebiscito por la paz y en lo corrido del actual gobierno nacional han exigido avalar y cumplir el Acuerdo de paz.

En el caso de la Universidad de Antioquia, los compromisos con la paz llevaron a incluir el asunto en el Plan Decenal (2017-2027) y en el Plan Institucional de Acción (2018-2021). Resultado de esa decisión existe la Unidad de Paz de la Universidad.

Compromisos como estos permiten suponer que si la Universidad tiene tal nivel de responsabilidad con la paz del país con mayor razón debería tenerla con la paz en su propio territorio.

Por eso, resulta llamativo que con la reciente entrada del Esmad a la ciudad universitaria, algunas de las voces que rechazan la presencia de este aparato armado solo asocian la violencia en el campus con la llegada de la policía, la cual sin duda incrementa la situación de riesgo.

Frente a esa postura, a partir de septiembre de 2010, cuando la Universidad fue cerrada por la incursión del Esmad, surgió en el campus la posición pública de rechazar en la Universidad la presencia de la bota militar del Estado y también las otras botas militares. Justamente ese rechazo directo a las otras botas militares fue algo inédito en la historia de la Universidad.

En público los colegas empezaron a expresar algo que ya hacían en espacios privados: su preocupación por el uso y abuso del mecanismo de la papa bomba.

Más inédito aún es ver en los últimos años a sectores de estudiantes confrontando y discutiendo con quienes usan esas armas. Para estos universitarios, no puede reclamarse la paz para el país –algo posible si los actores armados renuncian al uso de medios violentos– y a la vez defender el uso de la papa bomba en la Universidad.

Para estos sectores es problema que los estudiantes de pregrado manipulen explosivos que, sin intervención del Esmad, han cobrado sus propias vidas o partes de sus cuerpos.

También consideran problemático las crisis nerviosas y tratamientos que han recibido docentes, administrativos y empleados por estar sometidos constantemente a un ambiente laboral con estas peculiares características. Situación que también ha llevado a renuncias.

Estos hechos son asociados con el uso prolongado y constante de la papa bomba por más de 30 años, por lo cual es considerado un mecanismo desgastado que también ha contribuido a sembrar la duda sobre la naturaleza política de las reivindicaciones que supone expresa.

Para los estudiantes de pregrado esa constante apelación a la capucha con explosivos genera los años de más que requieren para terminar sus carreras. Estudiantes que no quieren “normalizar” el hacer en la ciudad universitaria un solo semestre al año. Estudiantes como estos difícilmente encuentren argumento para apoyar “la causa” y ante todo la práctica de la papa bomba. Más cuando el tiempo para estar en la Universidad es un costo alto para la familia.

Los mecanismos de protesta y financiación de las contiendas tienen réditos y también costos políticos. El mecanismo debe contribuir a alcanzar el fin político, pero no al precio de este. El proceso de paz ilustra esta situación, para sectores de colombianos las Farc dejó de ser una guerrilla debido a la práctica del secuestro y las relaciones con el narcotráfico.

Al parecer el aprendizaje del costo político de recurrir a estos medios para financiar la acción política lo incorporó a medias la disidencia liderada por Márquez y Santrich, quienes anunciaron que no retomarían la práctica del secuestro. Seguramente, como políticos que son, recordaron que los mayores reclamos hacia ellos, y que puso en duda sus fines políticos, provienen de esa práctica. A medias porque sobre el narcotráfico guardaron silencio.

Para construir la paz en el país y en la propia Universidad los actores tendrán que renunciar a sus métodos violentos. Renunciar sin dejar de reconocer la continuidad de los conflictos y la necesidad de resolverlos por otros medios. Para aportar a la construcción de paz en el país desde lo local –que los actores armados dejen el uso de medios violentos–, los universitarios están rechazando el uso de la papa bomba en la Universidad y también la presencia del Esmad.

La suerte de la lucha por educación pública con calidad no debe quedar atada a la defensa de un mecanismo que muestra signos de desgaste y que desgasta: el bombazo fracciona al movimiento promotor de la defensa de la educación pública.

Este texto fue publicado en La Silla Vacía el lunes 2 de marzo de 2020


Nota

Este es el espacio de opinión del Portal Universitario, destinado a columnistas que voluntariamente expresan sus posturas sobre temáticas elegidas por ellos mismos. Las opiniones aquí expresadas pertenecen exclusivamente a los autores y no reflejan una opinión o posición institucional de la Universidad de Antioquia.

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