La guerra no es el futuro para Israel ni para Palestina
La guerra no es el futuro para Israel ni para Palestina
«Después de más de un mes de bombardeos y destrucción masiva, la comunidad internacional y la sociedad civil global no pueden hablar más de una guerra justa sino de una desenfrenada acción de venganza. En la política de la venganza, adoptada por Benjamín Netanyahu, quien representa un gobierno derechista, ultranacionalista y fanático religioso, la venganza exige otra venganza, el mal engendra el mal y las injusticias se suman sin destruirse unas a otras».
El ataque de Hamás contra Israel del pasado 7 de octubre en el que más de 1400 personas fueron asesinadas, más de 200 secuestradas y los bombardeos del ejército israelí sobre la Franja de Gaza, en los cuales han muerto más de 10 000 palestinos, han causado la expulsión forzosa de una gran parte de la población palestina y una vasta destrucción en ese territorio. Sobre estos hechos se plantean mutuas acusaciones de crímenes de guerra. Hamás es considerada una organización terrorista por varios países y organizaciones, incluyendo Israel, Estados Unidos y la Unión Europea. Esta designación se basa en su historial de actos violentos, en su objetivo declarado de destruir al Estado de Israel y en que en este ataque Hamás se ensañó en civiles. Según las autoridades israelíes, este ataque es un crimen de guerra. Las acusaciones de los palestinos contra Israel se basan en que incumple las obligaciones previstas por el derecho internacional durante una guerra y que sus bombardeos, indiscriminados y desproporcionados, asesinando civiles indefensos, mujeres y niños, son crímenes de guerra.
La guerra es la más terrible y destructiva forma de violencia. Una guerra de agresión produce una gran injusticia a muchas personas; es un crimen grave. Sin embargo, en el derecho internacional se considera que no todas las guerras son criminales. Cuando un Estado es atacado injustamente, tiene entonces el derecho de defenderse. El teórico contemporáneo de la guerra, Michael Walzer, autor del libro Guerras justas e injustas, aseveró en una reciente entrevista «que la guerra contra el terrorismo es siempre justa y que el asesinato deliberado de civiles inocentes para algún tipo de propósito político siempre es injusto, así que las respuestas a ese terrorismo están justificadas. Otra cosa es la calidad de la respuesta armada». https://bit.ly/479rppE
Pero después de más de un mes de bombardeos y destrucción masiva, la comunidad internacional y la sociedad civil global no pueden hablar más de una guerra justa sino de una desenfrenada acción de venganza. En la política de la venganza, adoptada por Benjamín Netanyahu, quien representa un gobierno derechista, ultranacionalista y fanático religioso, la venganza exige otra venganza, el mal engendra el mal y las injusticias se suman sin destruirse unas a otras. En su gobierno no se ha planteado hasta ahora abandonar la estrategia retributiva de la ley del talión, del ojo por ojo diente por diente, ni muestra ningún interés en adoptar una visión alterna que es la de la justicia del derecho, en la cual quedan atrás la venganza y la violencia y se exige a los adversarios que reconozcan una solución planteada por el derecho de cada pueblo a tener su propio Estado. «En la guerra es necesario articular el jus ad bellum —el derecho a hacer la guerra— y el jus in bello —la forma de hacerla—. De lo contrario, la forma de llevar a cabo una lucha justa compromete la justicia de esa lucha», dice Walzer. https://bit.ly/479rppE
Netanyahu ha transformado la inicial respuesta al ataque contra Israel en una guerra de retribución sin más propósito que la aniquilación del adversario. Pero el ataque militar se ha dirigido contra millones de personas en Gaza que son potenciales objetivos militares y están sometidas a un asedio en el cual se les ha cortado la electricidad, el agua y el suministro de alimentos. «Gaza no volverá a ser lo que era antes. Lo eliminaremos todo», aseveró el 9 de octubre, el ministro de Defensa israelí, Yoav Gallant.
Este es el ataque más feroz y mortífero emprendido por un gobierno israelí contra Palestina, en el que Israel tenía una causa justa para atacar a Hamás —la defensa de personas en un territorio atacadas por un grupo terrorista— pero hay que recordar y poner en contexto el proceso histórico que ha conducido a la consolidación de una política de apartheid y genocidio —como expresa Richard Falk en Palestine’s Horizon Toward a Just Peace—
Este proceso se inició con la Declaración Balfour de 1917, en la cual el gobierno británico por medio de su Secretario de Asuntos Exteriores, Lord Alfred Balfour, apoyó la aspiración del sionismo de tener una «patria» judía en Palestina. Aunque esto último fue aceptado, no se hacía referencia alguna a la creación de un Estado, y menos aún de un Estado judío. Por esta razón, produjo un profundo desconcierto en el mundo árabe lo que sucedió en 1948 con el establecimiento del Estado de Israel, decisión que fue más allá de la Declaración Balfour, con lo cual se preparó el camino para el avance expansionista de Israel que persiste hasta el presente.
En 1947, la ONU respaldó la partición de Palestina en dos comunidades políticas, una para judíos y otra para árabes. Esta partición se plasmó en la Resolución 181 de la Asamblea General y mediante esta decisión se posibilitó aparentemente una solución al conflicto. De todas formas, la idea de la partición dejó de ser una posibilidad práctica en vista de la escala y la amplitud geográfica del movimiento de colonos que desde ese momento ha invadido los territorios de los palestinos. Según han denunciado repetidas veces la ONU y una serie de ONG, la construcción de los asentamientos israelíes se ha realizado en la mayoría de las ocasiones mediante el desplazamiento de palestinos, la demolición de sus viviendas y expropiaciones sin ningún tipo de indemnización —Destino: Ocupación—.
Pero a partir de la guerra de 1967, la situación de la partición en dos comunidades políticas se convirtió en una forma específica de control de Israel sobre toda Palestina, debido a su ocupación beligerante y control efectivo sobre Cisjordania, Jerusalén Este y Gaza. Sin embargo, la comunidad internacional insistió en que Israel se retirara de los territorios que había ocupado en esta guerra y volviera al estado de las fronteras previo a la guerra de 1967. Esto se plasmó en la Resolución 242 del Consejo de Seguridad de la ONU, adoptada por unanimidad, y en la idea de que la paz dependía de que se restablecieran las perspectivas de una partición acordada legalmente de forma que Palestina tuviera un Estado soberano independiente.
Pero el proyecto acordado en la ONU en 1947 de construcción de dos comunidades políticas, se hunde hoy en las ruinas de una Palestina destruida y de la creciente montaña de cadáveres. Israel, que mantiene el control sobre toda Palestina en virtud del apoyo geopolítico incondicional de Estados Unidos, ha implementado una política de destrucción, violencia de los colonos y uso excesivo y vengativo de la fuerza y la discriminación —ver a Falk, R—.
En el reporte de la ONU Las prácticas de Israel con el pueblo palestino y la cuestión del Apartheid, de 2017, así como en diferentes investigaciones académicas se plantea la pregunta de si ¿las políticas y prácticas israelíes en el territorio palestino ocupado, corresponden a una práctica genocida de exterminio físico masivo y si estas revelan la existencia de un régimen de apartheid?.
En el reporte se plantea que así como sucedió en Sudáfrica, Israel ha instaurado también un régimen de apartheid en el cual se produce sistemáticamente el asesinato de miembros de otros grupos raciales, a quienes se les imponen lesiones corporales o mentales graves, se los somete a torturas o a penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes; se los detiene y encarcela de forma arbitraria y se les aplica penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes.
Pero con la escalada de violencia, matanzas generalizadas, condiciones de vida inviables y destrucción de comunidades palestinas enteras en la Cisjordania ocupada, Jerusalén y Gaza, que se ha producido desde el 7 de octubre, hay indicios de que los ataques israelíes se están llevando a cabo con una intención potencialmente genocida.
Como sociedad civil vemos como frente a nosotros se despliega, después de la salvaje destrucción de Ucrania hecha por los rusos, otra gran catástrofe humana. Como esperanza histórica es importante destacar las masivas manifestaciones en apoyo de Palestina en muchas ciudades del mundo, así como vale recordar el éxito de la lucha no violenta por la independencia de la India contra el Imperio Británico, el éxito de la campaña antiapartheid contra el poder de la élite racista que controlaba el Estado sudafricano y la victoria de los vietnamitas contra Estados Unidos. En estos grandes enfrentamientos el vencedor final fue el bando más débil desde el punto de vista del poder militar.
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- Esta columna fue publicada en el sitio web La Silla Vacía, el 16 de noviembre de 2023.
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