Opinión

En el vasto universo de la escultura, emerge una obra intrigante que invita a la reflexión y despierta la imaginación. Se trata de una representación magistral, un hombre moldeado con la misma esencia que constituye las ciudades, inmerso en una postura meditativa mientras sus manos dan forma a un globo terráqueo. Este magno escultor lleva por título Hacedor de Mundos, una obra que resuena con la consigna benedictina Ora et Labora  —ora y trabaja—.

Esta escultura, que se presenta como una alegoría a la formación constante, nos sumerge en la dinámica perentoria de enseñar y aprender. El acto de construir un mundo, metafóricamente representado por la esfera que toma forma entre las manos del escultor, se convierte en un ciclo infinito de creación y recreación. Es un recordatorio poético de la figura mítica del Oroborus, donde la creación y la deconstrucción se entrelazan en un baile eterno.

En este contexto, resuena la idea de que cualquier individuo puede ser un artista, y son precisamente los artistas quienes asumen la labor de levantar esferas gigantes una y otra vez. Esta tarea titánica no sólo da vida a mundos posibles, sino que también transforma al artista, otorgándole una perspectiva única que se asemeja al mito de Sísifo.

Alonso Ríos, el maestro detrás de esta obra escultórica, dedicó su vida y su obra a los demás, a entender la materialidad y el pensamiento. Su labor no se limitó a esculpir figuras, sino que se convirtió en un forjador de mundos a través de la enseñanza. La conexión entre el arte y la docencia se manifestó en una sinfonía constante de creación y aprendizaje.

Dedicar una vida entera a la reflexión y a la creación de nuevas concepciones del mundo implica renuncias magnánimas. Esta entrega, vista desde una perspectiva estoica, se convierte en la más hermosa y grandiosa riqueza que un ser humano puede cultivar. Quien elige este camino se embarca en una travesía civilizatoria por excelencia, llena no solo de alegrías, sino también de inquietudes y desafíos temerarios.

La escultura de Ríos emerge como una base desde la cual se construye la sociedad. Su mensaje parece cifrado en la manera en que el mundo da forma a la humanidad y, a su vez, la humanidad, con paciencia y cuidado, recuerda con las manos el mundo. Es un acto de acariciar una criatura naciente, velando por su integridad y buscando la mejor manera de garantizar el bienestar para todos. En este contexto, el «todos» se amplía cariñosamente para incluir la magia eterna de la naturaleza.

En suma, Hacedor de Mundos no es solo una escultura, sino un poema visual que nos insta a reflexionar sobre el constante proceso de creación y enseñanza. La obra resuena con la idea de que, a través del arte y la educación, cada uno de nosotros puede convertirse en un hacedor de mundos, contribuyendo a la construcción de un tejido social más rico y armonioso. En las manos del escultor y en la mente del espectador, se entrelazan los hilos de la creación y la reflexión, formando un lazo eterno entre el ser humano y el universo que habita.

Referencia de la obra: Hacedor de Mundos || Maestro: Alonso Ríos. || Técnica: vaciado en concreto. || Medidas: 1.10 x 0.80 x 1.70 m. || Año de creación: 1992. || Modelada y emplazada: 2023. || Ubicación: Zona verde entre los bloques 22 y 23, Ciudad Universitaria de la UdeA, Medellín.

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Notas:

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