¿Cómo se produce el conocimiento científico?
¿Cómo se produce el conocimiento científico?
«... todos aquellos que contribuyeron de forma concreta a la elaboración de un conocimiento científico deben reconocerse como autores y cualquier otra persona que no cumpla con esa condición no debe figurar entre los autores. Si el conocimiento científico producido requirió de miles de personas, la lista de autores del artículo entonces debe ser de miles de personas...»
Cómo se produce el conocimiento científico José David Ruiz Álvarez Profesor de planta Universidad de Antioquia Asociado al Instituto de Física de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales Investigador del experimento CMS Doctor en Física de Partículas de la Universté Claude Bernard Lyon 1
El más reciente número de Nature, el 594, dedica su editorial a las colaboraciones científicas, es decir, los grandes grupos de personas que se conforman para hacer ciencia. Finaliza la editorial diciendo que el futuro de la ciencia yace en los hombros de las muchedumbres, y no, como antiguamente, en hombros de gigantes. Esta editorial responde a la pregunta de cómo se está produciendo y cuál es el futuro de la producción del conocimiento científico. Esta discusión se traspone también a la cuestión que toca actualmente a nuestro Ministerio de Ciencia: ¿Quién firma un artículo científico?
Son dos preguntas que van de la mano, ¿cómo se produce el conocimiento científico? y ¿a quién se reconoce como autor de dicho conocimiento? Para la primera pregunta es necesario reconocer una tradición antigua y las nuevas necesidades y usos. En los orígenes de la ciencia ésta, como la filosofía o la literatura, se producía en soledad, entre uno o muy pocos científicos. Si bien podía haber, y había, comunicación entre científicos, y dependencia de resultados de otros, cada pieza de conocimiento, cada investigación era conducida y llevada a cabo por uno o muy pocos científicos.
Pero eso fueron los inicios, si hoy bien todavía hay ciencia que se produce bajo la misma metodología hay problemas en ciencia que solo se pueden resolver entre muchas manos. Equipos de 20, 50, 100 o miles de científicos. Hay preguntas como ¿Cuál es el código genético del Sars-Cov-2?, ¿Cómo luce un agujero negro? o ¿existe la materia oscura? que no se pueden responder por una persona, la evidencia experimental necesaria requiere de un aparataje experimental y horas de trabajo tales que requieren el esfuerzo mancomunado de muchas personas, con muchas especialidades, por mucho tiempo. Una colaboración entre muchos expertos durante escalas de tiempo prolongadas con un mismo objetivo.
Pero estas grandes colaboraciones producen piezas de conocimiento concreto, siendo la unidad de medida de este conocimiento artículos científicos. ¿Cuándo son muchísimas personas en una colaboración a quién se reconoce como autor de este conocimiento? Si son diez personas que hicieron la investigación, es bastante evidente, se ponen todos los nombres como autores. Pero, ¿cuándo son cientos o miles? Acudiremos a una metáfora, esperando sea suficiente para el caso en cuestión.
Imaginemos una situación extrema en la que la única constancia de construcción de un edificio solo pudiese ser un documento con la descripción del edificio firmado por todos aquellos que tuvieron algo que ver en su construcción. Dicho documento es nuestra metáfora del artículo científico. Deberían entonces firmar tanto el ingeniero, como el obrero, el arquitecto, como el electricista, el plomero y el decorador de interiores. ¿Cuál sería el orden de las firmas? ¿Firmarían solo un grupo o todos los involucrados? ¿A quién se le daría más crédito por el producto? Podríamos fácilmente acordar que todos hicieron algo, todos contribuyeron y por tanto deberían firmar el documento. Es decir, tanto el que pegó adobes como el que no tocó el terreno pero se encargó de las finanzas, o de los planos se reconocería como autor del edificio. Ninguno de ellos hizo el edificio, pero todos hicieron parte y a nadie se le puede reconocer como autor único de la construcción.
Podrían implementarse estrategias para reconocer proporciones de autoría, algo así como quién hizo más, a quién se le reconoce más. Podría ser viable para un solo edificio pero si se tuviera que implementar la estrategia para todas las construcciones de una empresa sería más difícil de estructurar una estrategia de reconocimiento justa. Pero de todas formas en el documento no deben aparecer firmas de alguien que no haya hecho una contribución real a la construcción. Todos los firmantes debieron contribuir de alguna forma, directamente, a que el edificio acaeciera.
Nuestras dos conclusiones de nuestra metáfora son: todos aquellos que contribuyeron de forma concreta a la elaboración de un conocimiento científico deben reconocerse como autores y cualquier otra persona que no cumpla con esa condición no debe figurar entre los autores. Si el conocimiento científico producido requirió de miles de personas, la lista de autores del artículo entonces debe ser de miles de personas. Si solo requirió de una persona, ella sola es quien debe ser reconocida como autora.
La lista de autores de un artículo científico reconoce la autoría del conocimiento científico contenido en el artículo. Y hay tareas que no son suficientes para ser autor. Es importante notar que el texto del artículo solo es testigo comunicativo, no es el conocimiento como tal. Por lo tanto, normalmente no se reconoce la sola escritura del texto como suficiente para figurar en la lista de autores. Y así pueden haber otras tareas laterales a la producción de conocimiento científico que no se consideran suficientes para firmar como autor. Por ejemplo, haber discutido en un pasillo o en una conferencia alguna idea relacionada. Otro ejemplo, haber sido consultor de alguno de los autores sobre temas que pudiesen llegar a estar relacionados. Todo esto como bien se puede suponer constituye todo un código ético sobre la autoría en ciencia que muchas veces es más tradición oral que un código acordado por la comunidad académica y contenido en algún manual de buenas prácticas.
Somos pues los científicos responsables de otorgar correctamente la autoría a los conocimientos que producimos, pero además somos responsables también de reconocer las dinámicas de un mundo que ya no es el de Newton, ni el de Darwin. Cada vez es más difícil ser un científico ermitaño, solos en un laboratorio u oficina en alguna universidad. Cada vez necesitamos más rigor en las listas de autores para evitar "colados". Paradójicamente el problema de los colados no nació con las colaboraciones científicas, es una mala praxis que existe desde el inicio, subyacente al hecho de que los humanos podemos mentir. Un clarísimo ejemplo de malas praxis de la ciencia del siglo pasado, no incluir a las mujeres que habían hecho contribuciones en las investigaciones en las listas de autores. Las colaboraciones científicas por su parte pueden ser los únicos grupos científicos que tienen un manual de autoría claro, que no solo es tradición oral y que va por escrito de la mano de la constitución de la colaboración misma.