«Mi pasión es el fútbol, yo no me rindo nunca»
«Mi pasión es el fútbol, yo no me rindo nunca»
La UdeA es la única institución pública del país avalada por la Conmebol como centro de formación de entrenadores de futbol. Desde 2019 se han licenciado más de 2200, muchos de ellos con historias personales de pasión y entrega por el balompié. Uno de ellos es Ricardo Urrea González, una persona con síndrome de Down, quien obtuvo las licencias de entrenador de fútbol profesional desde la categoría A hasta la Pro y sueña con llegar a la cabeza de un equipo profesional. Su proceso de formación no solo ratifica el compromiso de la Alma Máter con la inclusión, también pone a esta en la cancha.
Desde que el Instituto Universitario de Educación Física y Deporte recibió su primer aval en 2019 y hasta la fecha, más de 2000 entrenadores y entrenadoras de fútbol se han licenciado en la Universidad de Antioquia. Foto: Cortesía
Ser jugador de fútbol profesional fue su principal sueño y, aunque no lo consiguió, eso no lo apartó del mundo que lo apasiona desde la infancia. Ricardo Urrea González encontró en la dirección técnica una oportunidad para abrirse camino en el deporte que ama y, al mismo tiempo —sin proponérselo—, demostrar que el síndrome de Down es una condición genética, mas no un impedimento para alcanzar las metas propuestas.
«Yo quería ser jugador de fútbol profesional, pero no pude. Entonces le dije a mi familia que quería ser un buen entrenador de un equipo profesional», recordó Ricardo al contar cómo comenzó su camino en el mundo deportivo. Aunque expresar una idea completa a veces representa un reto para él, sus ojos —muy abiertos y atentos— y su constante sonrisa, comunicaban con claridad la emoción que le despierta hablar de fútbol.
El primer paso en ese camino hacia su sueño fue estudiar una carrera profesional. Tras graduarse como Profesional en Deporte del Politécnico Colombiano Jaime Isaza Cadavid, Ricardo se dispuso a recorrer, junto a Juan Gabriel Isaza Arango —su cuidador durante los últimos ocho años—, diferentes escuelas de formación deportiva con la esperanza de que en alguna de ellas le dieran la oportunidad de ejercer lo que había estudiado. «Fueron muchas las escuelas a las que llevamos la hoja de vida, pero de ninguna lo llamaron, hasta que un día encontramos el nombre Corporación Deportiva River Plate Medellín y fue allí donde empezó», relató Isaza Arango.
Ricardo llegó a esta escuela de fútbol para integrarse al cuerpo técnico como asistente, una labor que le implicó acompañar a los niños en su desarrollo deportivo, compartir sus opiniones profesionales y aplicar los conocimientos adquiridos durante su preparación.
Cualquiera podría pensar que Ricardo ya había logrado más que suficiente: era profesional y estaba ejerciendo. Pero para él eso no bastaba. Tenía una meta muy clara: ser un buen entrenador de fútbol profesional. Con ese propósito siempre en el foco, siguió el consejo de un amigo que le dijo que lo importante para alcanzar su sueño eran continuar preparándose y obtener la licencia de entrenador de fútbol. Fue así como encontró otro camino, uno que lo llevó a la Universidad de Antioquia.

Al extremo derecho, Ricardo Urrea González, integrante del cuerpo técnico de la Corporación Deportiva River Plate Medellín. Foto: Cortesía
Llegada la UdeA, Casa de Todos
En esa búsqueda por alcanzar sus objetivos, y con el apoyo de amigos y familiares, Ricardo descubrió que el Instituto Universitario de Educación Física y Deporte —avalado por la Conmebol como uno de los centros de formación de entrenadores en el país— ofrece los cursos que otorgan las licencias de fútbol, desde la categoría A hasta la Pro, siendo esta última la que certifica a los entrenadores para dirigir equipos profesionales.
No hubo mucho qué pensar: Ricardo inició su proceso formativo obteniendo una licencia a la vez. Desde la categoría A hasta la Pro, fue adquiriendo los conocimientos y las habilidades necesarias para convertirse en entrenador de fútbol profesional. Sin duda, fue un camino lleno de retos y aprendizajes que no tuvo que recorrer solo, pues docentes y compañeros de formación lo acompañaron en el proceso, sin que esto significase menos exigencia ni rigor.
«Lo que vivimos con Ricardo fue una experiencia diferente y gratificante. Vivimos con él su pasión, su entrega y su compromiso por alcanzar sus objetivos, algo que a muchos sin discapacidad cognitiva les falta», comentó Luis Mongue, instructor de la Federación Panameña de Fútbol y compañero de Ricardo durante el proceso formativo en la Alma Máter.
Si se suman todas las horas de formación que Ricardo necesitó para obtener cada licencia, son más de 800. En todo ese tiempo no solo aprendió nuevas técnicas y conceptos, sino que también compartió con entrenadores de distintos clubes, equipos e incluso de otros países. Con cada clase y cada conversación amplió sus conocimientos, pero también su red de colegas y amigos.
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«Lo más bonito de pasar por la UdeA fue que aprendí muchas cosas, conocí otros entrenadores diferentes, que me cogieron cariño. Agradezco por este proceso y continúo luchando por entrenar un equipo profesional; espero esa oportunidad», expresó Ricardo.
Tan gratificante como retador, su proceso no solo implicó desafíos desde el conocimiento, sino también desde la comunicación, como él recordó: «Lo más difícil fue mi lenguaje y mi discapacidad lingüística. Mis amigos me ayudaron, me ayudaron a pronunciar y a practicar. Practiqué mucho y lo sigo haciendo, sigo mejorando por mí mismo».
Este proceso formativo no solo representó aprendizaje y retos para Ricardo. También llevó a sus compañeros y docentes a experimentar una realidad que, para algunos, según Mongue, resultó incluso incómoda, pero que para la mayoría fue una fuente de aprendizaje y sensibilidad que quizá no habrían adquirido de otra manera.
«Ricardo nos enseñó a saber escuchar. Él solo buscaba que lo escucháramos con paciencia, sin emitir gestos de desaire, sin interrupciones y sin prisa. Lograba sacar de nosotros esa mejor versión», narró el entrenador panameño. «Claro que fue retador, pero no por Ricardo, sino por aprender a contenerme cada vez que veía la incomodidad y la impaciencia de algunos pocos tras sus intervenciones», agregó.
Para Mongue, que una institución como la Universidad de Antioquia facilite el acceso a la educación a personas como Ricardo Urrea y las acompañe en su proceso formativo es un ejemplo que debe replicarse. «Esta experiencia merece reconocimiento y aplausos, porque demuestra que la UdeA está alineada con lo que la humanidad necesita: un entorno educativo en el que, sin importar las condiciones o características de cada persona, todos puedan ser incorporados. No hay razón para que nadie sea excluido», señaló Mongue.
A mediados del 2025, Ricardo Urrea González obtuvo la Licencia Pro de entrenador de fútbol, esa con la que la Conmebol certifica que una persona cuenta con el conocimiento, las capacidades y las habilidades para dirigir un equipo profesional.
Aunque desde hace seis años es asistente técnico de la Corporación Deportiva River Plate Medellín, donde acompaña la formación de jugadores en las categorías sub-16 y sub-20, Ricardo Urrea González siente que aún le falta ese último peldaño para cumplir su sueño: ser el entrenador principal de un equipo profesional.
Se define como un entrenador estricto, porque —como él mismo dice— les exige a sus jugadores y solo se fija en el rendimiento: «Si el jugador no sirve o toma trago, perdió. Yo llamo a otro». «Si cualquier equipo profesional me coge, yo participo. Yo quiero dirigir un grupo yo solo y que alguien me acompañe y me aconseje. Mi pasión es el fútbol, yo no me rindo nunca», afirmó.
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