La incidencia del clima extremo en la fauna silvestre
La incidencia del clima extremo en la fauna silvestre
Los efectos del calentamiento global en la fauna son cada vez más evidentes. Tanto en el caso de los animales domésticos como en las especies silvestres, se han registrado problemas de salud, reducción en las poblaciones, migraciones inesperadas. Es una espiral en la que están implicadas la disponibilidad de agua y los cambios súbitos en la temperatura. Aunque algunas especies son más resistentes que otras, está en juego la pérdida del equilibrio natural.
La ardilla colirroja —Sciurus granatensis— habitante de zonas forestales del campo y la ciudad es una de las especies que ha tenido que adaptarse a las extremas oscilaciones climáticas que se dan en la actualidad. Foto: Antonio José Segura.
«Este calor es insoportable», se queja el vecino. «Se me están muriendo las matas». Estas aseveraciones son comunes en muchos lugares del país, unos con más incidencia del aumento de temperatura que otros. Como algunos climatólogos lo advirtieron, la temperatura está subiendo aceleradamente y, con ello, han llegado a extremos poco tolerables para las plantas; pero ¿qué hay de los perros y los gatos, de los animales que vemos a diario —como aves y roedores— y de aquellos con los que no estamos tan familiarizados?
En enero de 2024 se registraron 40.4 grados Celsius —cifra sin precedentes a escala nacional— en el municipio de Jerusalén, Cundinamarca. En ciudades como Bogotá, Cali y Medellín, se ha disparado la venta de ventiladores y aires acondicionados como consecuencia de este fenómeno.
«Cuando llega la sequía, todos los animales tienen sed, pero son doblemente víctimas porque ellos no causaron esa sequía. Los que más vemos afectados son la fauna silvestre que habita los lugares que en este momento se están incendiando y los animales domesticados que explotamos en la industria pecuaria», declaró Juliana Ríos Barberi, ingeniera biomédica, coordinadora del Programa de Protección Jurídica a los Animales de la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas de la Universidad de Antioquia y directora de la Red de Ayuda a los Animales —Raya—, corporación de Medellín que ha trabajado por la protección de especies animales desde 2003.
Los perros, por ejemplo, no regulan de manera eficiente su temperatura corporal, por lo que es común que en medio del sol y la sequía se les vea con la respiración acelerada y la lengua afuera, tirados en el piso sin energía y en casos extremos pueden sufrir golpes de calor o convulsiones. En los gatos, el calor puede causar también deshidratación y golpes de calor, que se manifiestan en la coloración azul de la lengua y en los temblores musculares. En ambos casos, y al estar expuestos a desplazamientos en lugares muy soleados, se pueden ver afectados los dígitos —gatos— o las almohadillas metacarpianas —perros—.
Sin embargo, es necesario mirar más allá de los animales compañeros, ya que, como aseveró Ríos Barberi, «los humanos clasificamos los animales de acuerdo con lo que necesitamos de ellos, tomando para nuestro beneficio a los domésticos y desestimando o satanizando a los salvajes. La vida debe ser protegida integralmente y para ello hay que pensar en el sistema de producción que genera el hacinamiento en el que viven y mueren las vacas, así como en el confinamiento que dispara los problemas de salud de millones de pollos que mueren por consumir el amoniaco que hay en sus orinas o sus heces». Es una cadena en la que se afectan las especies animales y vegetales, el clima —la Tierra como sistema— y, cómo no, el humano.
En muchos casos, ante la incapacidad de tolerar el calor, los animales huyen lejos de los lugares que habitan en el día a día. En el caso de los recientes incendios forestales disparados por un Fenómeno del Niño, con afectación especial en Cundinamarca y Santander, búhos, puercoespines y ranas fueron parte de los grupos de animales lesionados. Todo esto tiene que ver con que son lentos ante las llamas o no tuvieron el tiempo de escapar. Sin embargo, se ven otras derivas de este mismo problema de desplazamiento súbito.
«Como hemos cercado sus hábitats por carreteras, mueren cuando las cruzan: ellos ignoran que son lugares peligrosos. De igual manera, si logran llegar a las ciudades o centros urbanos muchas veces mueren atropellados por vehículos o envenenados por las dinámicas que instalamos para control de plagas. Otros sobreviven, pero se enferman, es un asunto del día a día que nos muestra los efectos de una crisis biótica, que dañó el funcionamiento armónico del planeta», sintetizó Ríos Barberi, quien ha trabajado por más de quince años en la protección de los animales y en el derecho en el contexto de las relaciones humano-animal.
Otro caso sucede con los animales liminales, aquellos que se adaptan a los contextos urbanos. Un buen ejemplo son las zarigüeyas o los zorros perros, que al ver que los humanos tomamos el Valle de Aburrá se han adaptado a las circunstancias y han encontrado fuentes de alimentación en elementos comunes de nuestra especie, como la basura. En ese sentido, muchos sufren envenenamientos o daños de sus tractos digestivos.
¿Qué se puede hacer para mitigar el daño del calor?
El Coatí de cola anillada —Nasua nasua— es habitante de los suelos y los árboles de las selvas colombianas y es una de las especies que huyen ante el exceso de calor. Foto: David Marín.
Los expertos señalan que el cambio climático es algo para lo que no estamos preparados como sociedad. Sin embargo, se pueden adelantar acciones en su beneficio. El sentido común es necesario para ello: sacar a pasear a los perros en momentos en que no esté haciendo mucho sol es una opción; otra es no dejarlos mucho tiempo en terrazas o jardines en los que no haya techos o lugares frescos para huir de un sol ardiente.
«No hay que desestimar el poder de las acciones individuales. Una sola persona haciendo algo puede ser la diferencia para beneficiar un individuo o varios. Todos los animales necesitan agua, pero además la necesitan limpia. Si me encargo de mantener los bebederos limpios, les estoy ofreciendo sanidad en la alimentación», destacó Ríos Barberi.
En el caso de insectos y avifauna, la siembra de jardines para polinizadores es de alto impacto, ya que encuentran cómo llegar a terrazas y patios donde identifican flores de su preferencia, sirven de alimento y como lugar de anidación.
«Hay que llamar al sentido común, preguntándonos qué podemos hacer sin dañar al otro. En ese sentido, regar la voz es también una estrategia para salir del desinterés individualista. Desde otro punto de vista, debemos exigirles a los gobiernos locales y nacionales políticas y acciones para mitigar lo que viene en el futuro. Los efectos del cambio climático no pueden prevenirse ya, pero somos los guardianes de nuestro entorno», sintetizó Ríos Barberi.
En el caso de encontrar fauna silvestre afectada por el calor extremo, debe dirigirse a las corporaciones autónomas habilitadas para sus diagnósticos. El Área Metropolitana, a través de su Unidad de Riesgo, tiene habilitada la línea de emergencias (604) 6300090.
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