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Investigadores UdeA adaptan a la población colombiana herramienta para diagnosticar sobrepeso y obesidad

13/11/2025
Por: Carlos Olimpo Restrepo S. Periodista de la Dirección de Comunicaciones UdeA  

Alrededor del 35 % de la población de la Tierra es obesa o tiene sobrepeso y en Colombia esa cifra tiende a estar por encima de la media mundial. Para su identificación usualmente se utiliza el índice de masa corporal —IMC— , sin embargo, el índice cintura talla —ICT— se perfila como una herramienta de mayor confianza para el diagnóstico del riesgo de enfermar. Recientemente, investigadores de la UdeA publicaron un estudio que adaptó esta última herramienta a las características socioeconómicas y étnicas de la población colombiana. 



El ICT compara la medida de la cintura con la estatura Foto: Freepik.com

El sobrepeso y la obesidad se han convertido en un problema para los sistemas de salud pública en el mundo, debido al alto número de personas afectadas, como lo muestran las estadísticas de la Organización Mundial de la Salud —OMS—, así como de otras organizaciones continentales y nacionales, que dan cuenta del aumento sostenido de seres humanos afectados por estas condiciones.  

Un informe de la OMS reveló que, en 2022, más de mil millones de personas estaban diagnosticadas con obesidad —uno de cada ocho habitantes del planeta— y cerca de dos mil millones con sobrepeso.   

Colombia no es ajena a esta problemática. La Encuesta Nacional de la Situación Nutricional de 2015 —la más reciente que se ha hecho en el país— reveló que «uno de cada tres jóvenes y adultos tiene sobrepeso —37,7 %—, mientras que casi uno de cada cinco es obeso —18,7 %—. En este sentido, el 56,4 % de la población presenta exceso de peso, lo que significa un incremento de 5,2 puntos porcentuales con respecto al 2010».   

Según estos datos, el mundo atraviesa por una «epidemia» de obesidad. Por eso, en el 2022 los países miembros de la OMS acordaron un plan global para enfrentarla, en el cual incluyeron medidas como fomentar la lactancia materna exclusiva durante los seis primeros meses de vida, regulación de comidas en las escuelas, más impuestos y etiquetas especiales a empaques de alimentos con alto contenido de azúcar, sal y grasa, entre otras.  

Aunque no son lo mismo, ambas condiciones comparten un origen común y consecuencias potenciales para la salud. «El sobrepeso corresponde a un incremento moderado de tejido adiposo que no necesariamente compromete el bienestar del individuo. La obesidad, por su parte, supone una acumulación excesiva de grasa corporal que sí altera procesos biológicos clave o eleva de manera importante el riesgo de enfermedades metabólicas, cardiovasculares, osteoarticulares y trastornos de salud mental», explicó Carlos Esteban Builes Montaño, endocrinólogo y profesor de la Facultad de Medicina de la UdeA.  

Según Builes Montaño, la evidencia científica actual reconoce la obesidad como una enfermedad crónica y sistémica, no solo como un factor de riesgo. «Una propuesta reciente sugiere que pudiéramos considerar a las personas con exceso de adiposidad —tejido graso— en dos grandes grupos: obesidad preclínica, cuando hay exceso de tejido adiposo pero las funciones de los órganos se conservan; y obesidad clínica, cuando ese exceso de grasa produce alteraciones en la función de órganos o tejidos, o limita la vida diaria», explicó.   

El especialista señaló que en torno a esto hay diferentes posiciones, entre las que destacó dos: algunos médicos consideran que proponer una forma preclínica de la obesidad favorece una actitud pasiva ante el problema y otros argumentan que considerar a la obesidad como una enfermedad puede llevar a la medicalización del tratamiento.  

«Esta distinción es importante porque permite diferenciar entre personas con exceso de peso y aquellas que ya presentan manifestaciones clínicas atribuibles directamente a la obesidad, y esto puede ayudar a priorizar y asignar las opciones de tratamiento médico y quirúrgico», afirmó Builes Montaño.  

Herramienta de diagnóstico adaptada a Colombia  

Como en muchos países del mundo, la identificación de personas con sobrepeso y obesidad empieza por lo general con la medición del índice de masa corporal —IMC—, que relaciona el peso y la estatura de una persona. Esta herramienta se usa masivamente desde los años 70 del siglo XX, aunque desde 1830 ya se empleaba en algunos estudios.  

«La tendencia en el pensamiento alrededor del tema enfatiza que el IMC debe interpretarse junto con otras medidas como el perímetro de cintura o la proporción cintura-talla, porque el índice de masa corporal por sí solo puede subestimar o sobrestimar la adiposidad real y el riesgo de enfermedad», enfatizó Carlos Esteban Builes Montaño.  

Teniendo en consideración este panorama, investigadores de la Escuela de Nutrición y Dietética de la UdeA realizaron un estudio, a partir de la mencionada encuesta nacional de 2015, que dio como resultado la adaptación del índice cintura–talla —ICT— a la población colombiana.   

El ICT compara la medida de la cintura con la estatura y, de acuerdo con la evidencia internacional, ofrece una visión más precisa sobre la grasa abdominal, la cual está estrechamente vinculada con el riesgo de enfermedades cardiovasculares y metabólicas.   

El trabajo «Curvas del índice cintura-talla de adultos colombianos» fue publicado el 30 de mayo de 2025 en la revista Biomédica, del Instituto Nacional de Salud —INS—, estuvo a cargo de María Victoria Benjumea, Cristian Santa y Alejandro Estrada, docentes e investigadores de la Escuela de Nutrición y Dietética de la UdeA.  

El estudio se basó en los datos de más de 23 000 personas de la encuesta de 2015, a partir de la cual los docentes construyeron curvas percentiles, que son gráficas similares a las que se utilizan para comparar el crecimiento infantil, y que permiten interpretar cómo evoluciona la cintura con la edad en hombres y mujeres con IMC normal.   

La profesora Benjumea, quien lideró el estudio, indicó que una de las principales razones para realizar este trabajo fueron las limitaciones del IMC, una de las herramientas más usadas para diagnosticar los problemas de sobrepeso y obesidad.   

«El IMC no distingue si el peso alto es por masa muscular o por grasa. Y la grasa, sobre todo la abdominal, es la que se relaciona con enfermedades no transmisibles, como la diabetes, entre otras. Por eso decidimos explorar el índice cintura–talla en Colombia, que ya se reconoce en el mundo como predictor de riesgo», precisó la docente.
   
Respecto al ICT, es importante aclarar que no es un elemento nuevo, pues desde hace unos 15 años ha ganado reconocimiento en distintos países como un indicador complementario al IMC. Lo novedoso en Colombia es que, por primera vez, se cuenta con curvas propias, ajustadas a la realidad local, en lugar de aplicar referencias internacionales diseñadas para otras poblaciones.   

Cristian Santa explicó que en la literatura internacional se aplicaban puntos de corte fijos —como 0,5, lo cual significa cintura igual a la mitad de la talla— que no consideraban la edad ni las diferencias entre personas de distinto sexo. «Un índice de 0,5 a los 20 años no significa lo mismo que a los 50. Por eso desarrollamos curvas específicas que muestran cómo evoluciona el indicador con el tiempo en cada sexo. Esa es la novedad de nuestro trabajo para Colombia», precisó el investigador Santa.   

Este avance coincide con lo señalado en un artículo elaborado por un comité global de 56 expertos convocados por la revista The Lancet, que en enero del 2025 alertó que el IMC por sí solo ya no bastaba para clasificar la obesidad y sugería incluir, entre otros criterios antropométricos, el ICT en las evaluaciones.   

El índice de masa corporal relaciona el peso de las personas con su estatura. Foto: Freepik.com

Los principales logros   

La principal novedad de este estudio es que por primera vez se logró elaborar un ICT para adultos colombianos, a partir de la encuesta nutricional de 2015, que recogió datos de 23 759 personas de entre 20 y 60 años, 49,8 % de ellas mujeres, de diferentes etnias y habitantes de 295 municipios y ciudades del país, tanto de las zonas rurales como urbanas, lo cual significa que se trata de una muestra representativa de la población nacional.   

En los países donde ya el ICT se usa como una herramienta permanente, el diagnóstico de obesidad ha mejorado cualitativamente, toda vez que logra identificar con mayor precisión algunos casos que con el IMC se clasifican como normales o de sobrepeso.   

«El IMC seguirá usándose para la clasificación de exceso de peso y desnutrición del adulto. El índice cintura-talla servirá para predecir el riesgo de enfermedad cardiovascular del adulto y remitirlo al internista para hacerle exámenes que confirmen o descarten ese riesgo, además de confirmar la obesidad preclínica o clínica del adulto colombiano», anotó la investigadora Benjumea.  

El estudio estableció que no basta con aplicar referencias europeas o asiáticas para medir la obesidad abdominal. Las diferencias genéticas, étnicas y culturales hacen que los cuerpos colombianos —mestizos, afrodescendientes e indígenas— tengan proporciones distintas y acumulen grasa de manera diferente.  

«En las mujeres hay factores adicionales: los embarazos, la lactancia o la ausencia de ella, todo esto influye en cómo aumenta la cintura. Esos riesgos no los refleja el IMC, pero sí el índice cintura–talla», aseguró la profesora Benjumea.  

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