Piezas del patrimonio cultural colombiano que retornan al país
Piezas del patrimonio cultural colombiano que retornan al país
Una colección de orfebrería Quimbaya y una serie de piezas líticas de San Agustín se encuentran en proceso de retorno a Colombia. Tras años de gestión y debate por parte de las entidades que protegen el patrimonio arqueológico del país y el mundo, se ve cercana la posibilidad de que estos bastiones culturales vuelvan a casa, como sucedió con las máscaras del pueblo Kogui.
Ajuar de oro y tumbaga —aleación de cobre y oro— del pueblo Quimbaya, obsequiado por la presidencia de Colombia a España a finales del siglo XIX. Foto: Museo del Oro Quimbaya del Banco de la República.
Los bienes patrimoniales son aquellos que están fuera de las transacciones económicas, nadie puede comprarlos o venderlos. En Colombia se avivó el debate por las piezas de valor cultural que, aunque son baluartes de la historia nacional, forman parte de colecciones y museos de otros países, como la colección de orfebrería Quimbaya y las 33 piezas arqueológicas de San Agustín, que están en proceso de retorno al país. ¿Cómo salieron de aquí?, ¿por qué no están en este territorio?, ¿qué debe suceder para que vuelvan?
Cada caso es diferente. Por ejemplo, la colección Quimbaya que está compuesta por 122 piezas de orfebrería Quimbaya que se encuentran en el Museo de América, en Madrid y que contiene narigueras, collares, poporos, recipientes e instrumentos musicales, fue comprada con dineros del Estado para entregarse como símbolo de gratitud. «La presidencia de la época la compró con dineros públicos y la regaló para además estar en la Exposición Historicoamericana del Museo de América, en 1892, representando la riqueza del país. Esta invitación a tener objetos colombianos expuestos en el contexto internacional era vista como un hecho que favorecía al país, entonces este obsequio fue una muestra de gratitud», narró Aura Lissette Reyes Gavilán, investigadora del departamento de Antropología de la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas.
La antropóloga detalló que, en el caso de las 33 estatuas de piedra de San Agustín, salieron con la expedición del etnólogo alemán Konrad Theodor Preuss, que investigó en dicha zona arqueológica entre 1913 a 1919: «El gobierno estaba al tanto, ya que él tomó fotos e hizo colecciones de la región que salieron en varios cargamentos. En 1914 llegó a Berlín el primero y se quedó en bodega por la guerra; en 1923 envió otro cargamento con estatuas de Caquetá, Cauca y Nariño; desde entonces están allí, en el Museo Etnológico de Berlín. En 1906 se emitió una ley en Bogotá que decía que los bienes históricos debían estar protegidos para salir del país, pero no tuvo eco hasta muchos años después».
En ambos casos ha hablado de repatriación, como término jurídico para la devolución de estos bienes, sin embargo, no siempre se aplica ese concepto «En este debate se utilizan los términos: repatriación, restitución, retorno y devolución. Cada uno tiene diferentes implicaciones en el proceso y sus estrategias de acción —legales o de negociación—. La repatriación, por ejemplo, determina que el bien es de un país en específico, como en el caso del transporte de restos óseos de personas que son extranjeras», Reyes Gavilán.
Lograr una interlocución con los países e instituciones implicados tomó varios años de gestión y liderazgo por parte de instituciones como el Ministerio de Relaciones Exteriores y el Instituto Colombiano de Antropología e Historia —Icahn—, apoyadas en declaratorias regionales, nacionales y de la humanidad para salvaguardar estos patrimonios, como el caso de la sentencia del Tribunal Administrativo de Cundinamarca con el que el gobierno instó a Alemania a la repatriación de las estatuas de San Agustín. En el caso de la colección de orfebrería Quimbaya también apeló a través de la sentencia 649 de octubre de 2017, que se dio por fallo de la Corte Constitucional.
Protección al patrimonio
Uno de los elementos más importantes en los tres casos es que salieron del país a finales del siglo XIX, cuando no existían en el mundo patrones legales para regular la entrada o salida de bienes patrimoniales y en los que la visión de los objetos culturales era muy diferente a la contemporánea.
A partir de los años 90 se instauraron leyes para compra y venta de bienes arqueológicos en Colombia y al final del siglo XX, el Icanh estableció que, si las piezas iban a exponerse o a analizarse arqueológicamente, debían contar con los respectivos permisos y seguros para su salida y retorno al país.
Objetos sagrados
La restitución y entrega de dos máscaras ceremoniales por parte del presidente Gustavo Petro al pueblo Kogui a finales de junio, después de que estuvieran en el Museo Etnológico de Berlín, marca un hito en la valoración del patrimonio cultural nacional. Estas habían salido también a través de la gestión de Preuss, que en 1915 las adquirió en la Sierra Nevada de Santa Marta, como parte de sus relaciones con esta comunidad para investigar su legado. Ellos las habían preservado de generación en generación desde 1470 y 1474, atribuyéndoles una relación con el equilibrio natural de su espacio de vida.
Reyes Gavilán explicó que la valoración y manutención de objetos sagrados en este y otros pueblos originarios se distancia de las prácticas culturales institucionales del país, por lo que «si se entregan máscaras del pueblo Kogui se usan términos como retorno o restitución, ya que no son objetos arqueológicos y no son patrimonio de la Nación, porque todo lo patrimonial en Colombia requiere una declaratoria, menos los objetos arqueológicos; además son propiedad de su pueblo, ellos son sus guardianes».
Esa guardia enmarcada en la sacralidad del objeto hace que este y otros grupos indígenas no se acojan a los términos legales que operan en Colombia: «En su cosmovisión hablan de restitución o retorno, no de repatriación, para no acercarse a términos jurídicos legales del pueblo colombiano en los que entrarían a mediar el Ministerio de Cultura, el de Relaciones Exteriores y el Icanh. Este último resguarda y gestiona ese patrimonio específico», explicó Carlo Emilio Piazzini Suárez, antropólogo e investigador del Instituto de Estudios Regionales, Iner.
Estos retornos llevan a la conversación sobre el patrimonio como aquello que no puede comprarse con dinero o transacciones económicas y que es responsabilidad de todos. «Los bienes patrimoniales no se pueden comprar o vender, por lo tanto, no son tesoros, ya que están fuera del alcance de las transacciones económicas. Justamente, el gobierno colombiano está firmando acuerdos con Estados Unidos, Ecuador, y varios países de Europa en los que alerta sobre su tráfico ilícito e insta a quien los encuentre a su devolución», concluyó Piazzini Suárez.
Los museos no tienen capacidades suficientes para cuidar todo el patrimonio de la nación, por ello es importante que la comunidad conozca las leyes y mecanismos de registro de objetos patrimoniales para gestionar su preservación, ya que, si alguien la saca algún vestigio, a través de las entidades protectoras, pueden rastrearse. Todos los colombianos somos protectores o salvaguardas de estos bienes.
La investigadora Reyes Gavilán comentó que estos intentos de recuperación patrimonial son de gran importancia para la historia cultural del país, pero pueden no simbolizar cambios profundos en la mirada de lo que es patrimonio, ya que todavía los gobiernos regalan sombreros vueltiados y mochilas wayuu, como bienes de prestigio. Estas gestiones deberían iluminar una reflexión más profunda sobre qué tanto sabemos hoy los colombianos sobre leyes patrimoniales.