Paredes que hablan: historia y arte en murales de la UdeA
Paredes que hablan: historia y arte en murales de la UdeA
De las 87 obras de arte de 37 artistas que hoy integran el Museo Abierto de la Universidad de Antioquia, 16 son murales. En los detalles de estas obras que habitan los diferentes campus de la Alma Máter perviven narraciones de los contextos culturales y sociales y de las disrupciones que las vieron nacer.
Mural para el Coliseo de la Universidad de Antioquia (2013), Fanny Sanín. Foto: Alejandra Uribe Fernández/ Dirección de Comunicaciones.
En los costados del coliseo de la Universidad de Antioquia se ven cuatro murales —uno por cada lado— marcados por diferentes orígenes, trazos e historias, pero con un año de llegada en común, 2013, como parte de la inauguración del nuevo coliseo. De la serie Ellas, de Maripaz Jaramillo; De la serie Lugares de Fuga, de Fredy Alzate; Niño 13, de Iván Hurtado, y Mural para el Coliseo de la Universidad de Antioquia, de Fanny Sanín, hacen parte de este espacio deportivo donde diariamente cientos de personas se ejercitan y se realizan certámenes recreativos, formativos y competitivos para la comunidad universitaria.
Antes de estar allí, esas obras existían como dibujos, pinturas o bocetos, pero, a través de un acuerdo entre sus artistas, los asesores del Museo Abierto y un equipo de profesores y estudiantes de la Facultad de Artes —en diálogo con el entorno paisajístico—, se adaptaron para estos muros a partir de la técnica de acrílico sobre ladrillo ranurado. Esa traducción al muro, una suerte de amplificación de las obras originales, se basó en las condiciones y los fines del lugar y hoy constituyen el paisaje deportivo universitario.
Como estos, cada uno de los murales de la Universidad, en sus diferentes campus, tienen sus orígenes e historias. Muchos han llegado por donaciones, otros por azar, y todos se han convertido en puntos de referencia.
¿Qué es un mural?
«Es toda intervención grafica o visual que se hace sobre un muro con intención informativa, artística, política o, aún, como manifestación de rebeldía. Responde a diversas finalidades y se asocia a expresiones poéticas, que, no obstante sus variantes formales, técnicas o de contenido, siguen siendo murales en virtud del soporte en que se manifiestan», opinó Diego León Arango Gómez, profesor e investigador de la Facultad de Artes de la Universidad de Antioquia.Pero no es la única mirada ante el mural como hecho estético. «Habría que distinguir cuándo una propuesta se hizo para un lugar específico y cuándo estuvo pensada previamente en otro formato. En el caso de la maestra Fanny Sanín, que realiza piezas de acuerdo con las dimensiones del lugar en el que estarán ubicadas, se trata de murales. Lo demás, la adaptación de obras que tienen un origen pictórico como De la serie Lugares de Fuga, mi obra, se convierte en expresiones en el muro», opinó Jhon Fredy Alzate Gómez, artista plástico, investigador y docente de la Facultad de Artes de la Universidad de Antioquia.
Historias contadas en las paredes
El hombre ante los grandes descubrimientos de la ciencia y de la naturaleza (1968-1969), Pedro Nel Gómez. Foto: Alejandra Uribe Fernández/ Dirección de Comunicaciones
Los murales han estado relacionados con el campus universitario desde sus orígenes; en ese sentido, las fuentes reconocen como obra fundacional El hombre ante los grandes descubrimientos de la ciencia y de la naturaleza (1968-1969), elaborada por el arquitecto, escultor y muralista Pedro Nel Gómez Agudelo, quien preparó los materiales para plasmar un mural al fresco en el costado norte de lo que hoy es la Biblioteca Carlos Gaviria Díaz, en simultáneo con el nacimiento del Campus Medellín.
A su vez, es un antecedente de la decisión institucional que siguió en adelante: incorporar obras de arte en sus espacios universitarios, lo que hoy se ha configurado en la base del programa Museo Abierto.
Las piezas que exhibe la Alma Máter en sus instalaciones al aire libre responden a diferentes momentos y corrientes de la historia del arte, y apuntan a estéticas diversas. Como parte del expresionismo, se ven obras como los murales de Pedro Nel y Horacio Longas, El arriero (1943) —mural cerámico ubicado en el costado norte del Museo Universitario— y La epopeya del café (1943) —en la galería oriental del Teatro Universitario—, realizadas en la técnica de esmalte cerámico sobre baldosín.
Algunas de las propuestas de arte moderno son La música (1965), que está en el auditorio del Campus El Carmen de Viboral, y El fuego (1963), que está en la Ciudadela Robledo, ambas de Jorge Cárdenas. La expedición botánica (1963) de Darío Tobón Calle, que pervive también en la Ciudadela de Robledo, resumió Arango Gómez. También, en el primer piso de la Biblioteca Carlos Gaviria Díaz, se ve De las cuevas de Altamira al hipertexto (1998), de Martha Lucía Villafañe, que es una traducción de las actividades humanas y su relación con la escritura y la necesidad de comunicación y textualidad.
En el acervo de obras más contemporáneas están los artistas Fanny Sanín, Maripaz Jaramillo, Fredy Alzate Gómez. La obra más reciente que llegó al acervo del Museo Abierto se llama Mural #2 (2023) y está en el primer piso del bloque 49 de la Ciudadela de Robledo. Es una donación de la artista Fanny Sanín, quien dirigió un grupo de estudiantes de la Facultad de Artes para traducir unos bocetos al muro en el que se exhibe, un trabajo unido a un proceso de becas de pasantía que la artista bogotana y la Universidad generaron para estudiantes en formación.
«El campo de expansión de los murales, o de las expresiones en el muro, son los campus que habitan y en la Universidad de Antioquia dichas obras, que son consideradas parte oficial del Museo, conviven de manera cercana o lejana con trazos de otros artistas, colectivos, estudiantes que también han utilizado los muros como lienzos. Vale la pena tener en cuenta, desde múltiples perspectivas, estas obras o manifestaciones aledañas», destacó Alzate Gómez.
Del fresco al grafiti urbano
La palabra castellana mural tiene su origen en el latín murālis y está definida como «perteneciente o relativa al muro». Para algunos historiadores, los orígenes de los murales están ligados a las primeras representaciones que han sido llamadas «arte» en la historia; sin embargo, es importante diferenciar la expresión mural, de mural al fresco.
«El término mural alude a una pintura que se hace sobre un muro, y en ese sentido, las cuevas de Altamira y otras pinturas paleolíticas son murales porque están hechas sobre techos y paredes. Pero el fresco es una técnica que integra los pigmentos químicos en diferentes capas a partir de yeso y cal. En el campus universitario tenemos el mural de Pedro Nel Gómez, o El café (1953), de Jorge Cárdenas, en el auditorio Luis Javier García Isaza, en el tercer piso del Museo», destacó Carlos Arturo Fernández Uribe, investigador y docente de la Facultad de Artes.
Los frescos de Nápoles
Frescos de Casa degli Amorini Dorati. Pompeya, Nápoles, Italia. Foto: Miguel Hermoso Cuesta.
Una de las regiones de la Tierra con mayor cantidad de frescos es el Parque Arqueológico de Pompeya, en Italia, ciudad romana contigua a Nápoles que quedó oculta tras la erupción del volcán Vesubio en el año 79 d. C. En la actualidad, se mantienen las excavaciones que permiten ver cada vez más frescos que se conservan en excelente estado, la mayoría de ellos con alusiones a figuras mitológicas o a cantos de guerra.
En el contexto latinoamericano, el muralismo es un lenguaje que floreció profundamente en México, cerca de 1917, cuando José de Vasconcelos Calderón, fundador del ministerio de educación de México, consolidó el proyecto de Estado derivado de la Revolución, a través de una mirada del arte como transmisor de la historia social y política.
«Los murales fueron espacios públicos para comunicar asuntos sociales y políticos a las masas, y artistas como David Alfaro Siqueiros y Diego Rivera se dedicaron plenamente a ello. En Colombia, en 1935, hubo una iniciativa por parte de varios artistas locales como Pedro Nel Gómez, que intentaron decirle al país que se debía gestar una política pública de Estado para emular la experiencia de México, pero esto no se dio», recordó Arango Gómez.
En el muralismo colombiano se destacan los aportes de artistas como Santiago Martínez Delgado, Ramón Vásquez Arroyave y Pedro Nel Gómez, quien estudió las técnicas clásicas de los frescos en Italia desde 1925 hasta 1930 y regresó al país para adaptar esos conocimientos al contexto tropical. A partir de los años ochenta, los muros del país fueron albergando otras representaciones y símbolos del grafiti y el arte urbano, con lo cual se ha convertido en una manifestación de resistencia que hoy tiene gran presencia en diferentes zonas urbanas y rurales.
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